En sólo un mes el Gobierno ha perdido dos votaciones en el Congreso, amén de haberse arrastrado por el fango delante de toda España para lograr ganar las otras dos. Los Presupuestos no están y tampoco se los espera en bastante tiempo, la inestabilidad es total y la sensación de desgobierno y cachondeo, absoluta. Y acabamos de empezar la legislatura.

Justo ayer me decía un amigo con cierto olfato y no poca experiencia política que el principal problema de Pedro Sánchez es, con perdón, que "se cree que todos los demás somos gilipollas". Lo cierto es que la forma en que ha puesto las riendas de la legislatura en manos de Puigdemont parece corroborar ese análisis: ¿cómo es posible que ya no el propio presidente, si no nadie de su numerosísimo equipo imaginase que esto que está ocurriendo era lo más previsible?

Aún tengo en mi mente como si hubiese ocurrido hace sólo dos meses y medio –y es que sólo han pasado dos meses y medio, aunque parecen años– la imagen de Santos Cerdán asegurando que PSOE y Junts habían firmado "un pacto de legislatura", extremo que los de Puigdemont negaron de forma inmediata y rotunda. Ahora se ve quién mintió y, sobre todo, quién nos toma a todos por idiotas.

Aunque hay otra posibilidad: que Cerdán, Sánchez y en general todo el Gobierno y casi todo el PSOE se estén creyendo sus propias trolas; que esa sensación que a veces transmiten de vivir en un mundo paralelo construido a base de mentiras sea porque efectivamente vivan en esa realidad mágica; que de verdad pensaron que los de Junts estaban muy preocupados por la gobernabilidad en España y que al final no les pedirían cumplir su programa de máximos de la cruz a la fecha; y, sobre todo, que el espantajo de la ultraderecha le iba dar a Puigdemont, el líder de un partido supremacista y xenófobo, muchísimo miedo, cuando lo que le da es risa.

Es cierto que será muy difícil que los separatistas tengan otra oportunidad histórica de desmantelar la Nación española como la que les brinda este Gobierno social-comunista y descerebrado, pero también lo es que el procés se está desinflando y que unos años de lucha contra el PP le podrían venir muy bien. A Puigdemont, en suma, le sirven las dos apuestas: conseguir la independencia o recuperar la Generalidad y el poder, demoliendo entre tanto a ERC y subiéndose a la ola de victimismo que un gobierno de la derecha podría provocar en Cataluña. Uno de los dos planes es óptimo, pero también es muy difícil; el otro no está nada mal y parece mucho más alcanzable.

Mientras tanto, al PSOE y a Sánchez les queda un espacio cada vez más estrecho y más costoso en el que moverse. No creo que la legislatura esté acabada ni mucho menos —¡cómo va a estarlo en sólo dos meses y medio!– pero cada vez parece más claro que no puede resultar muy larga y sí muy dolorosa.

Sánchez se aferrará al poder y no hay que minusvalorar su probada capacidad de resucitar políticamente, pero no tardará mucho tiempo en llegar, si es que no ha llegado ya, el día en el que él o algunos de los suyos empiecen a preguntarse si vale la pena tanta humillación y tanto desgaste para, encima, mandar tan poco.

Y la verdad es que no parece que la valga.

QOSHE - ¿Vale la pena, Pedro? - Carmelo Jordá
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¿Vale la pena, Pedro?

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31.01.2024

En sólo un mes el Gobierno ha perdido dos votaciones en el Congreso, amén de haberse arrastrado por el fango delante de toda España para lograr ganar las otras dos. Los Presupuestos no están y tampoco se los espera en bastante tiempo, la inestabilidad es total y la sensación de desgobierno y cachondeo, absoluta. Y acabamos de empezar la legislatura.

Justo ayer me decía un amigo con cierto olfato y no poca experiencia política que el principal problema de Pedro Sánchez es, con perdón, que "se cree que todos los demás somos gilipollas". Lo cierto es que la forma en que ha puesto las riendas de la legislatura en manos de Puigdemont parece corroborar ese análisis: ¿cómo es posible que ya no el propio presidente, si no nadie de su numerosísimo equipo imaginase que esto que está ocurriendo era lo........

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