Casi siempre hay alguna razón que explica las cosas. Por ejemplo, que George Soros sea un filántropo, defensor a ultranza de la democracia, de la justicia o de la sanidad pública, después de haber protagonizado el famoso «miércoles negro» aquel 16 de setiembre de 1992 cuando lanzó el primer gran movimiento especulativo contra una divisa, la libra esterlina, haciendo quebrar al Banco de Inglaterra, se puede entender a partir de lo que muchos analistas han destacado en relación a su faceta filosófica y la influencia de Karl Popper en su pensamiento, en la idea de sociedad abierta. Ya se sabe que nunca es tarde si la dicha es buena.

Hace unos días, Christine Lagarde manifestaba en el Foro de Davos que hay que estar preparados para una posible victoria de Donald Trump, siendo la mejor forma de hacerlo caminando definitivamente hacia un verdadero mercado único en la idea de que «un buen ataque es la mejor defensa». Que la máxima autoridad del Banco Central Europeo -que antes lo fue del FMI- diga algo así, no está mal. Bienvenidas las reflexiones y advertencias al desafío del populismo llevado a su máxima expresión, como lo es el caso Trump. La lástima es quedarse, únicamente, en el ámbito de las repercusiones que tendría en el plano económico. Porque es cierto que ese hipotético, aunque realista, escenario desestabilizaría la economía mundial y, por lo tanto, la europea; pero no hay que perder de vista que el verdadero desafío lo es para la política en un sentido más amplio. Es decir, desestabilizaría la política en toda su extensión en un momento como el actual: conflicto palestino-israelí, guerra en Ucrania, movimientos migratorios y derechos humanos, cambio climático y el necesario impulso de la descarbonización de la economía, inteligencia artificial y derechos fundamentales. Por citar algunos ejemplos de los conflictos y retos a los que se enfrenta el mundo para los que el retorno de ese gran líder de la extravagancia, del espectáculo y de la demagogia extrema, supondría si llegara de nuevo a presidir la primera potencia. Por muchas razones, pero sobre todo por sus posiciones racistas, por sus lazos con Putin, porque sacó a EEUU del Acuerdo de París contra el cambio climático o por su desprecio a los derechos y a la democracia.

De la crisis de 2008 aprendimos que la economía desregulada es la gran asignatura pendiente en la configuración de un orden global que no atente contra el progreso de las sociedades. Lo aprendimos, pero no hicimos los deberes. Las fuertes políticas de austeridad impuestas por los diferentes organismos internacionales, lanzaron por la borda la credibilidad de la política. Recuerdo, por ejemplo, cuando siendo directora del Fondo Monetario Internacional la propia Lagarde, aconsejaba bajar las pensiones ante el riesgo de que la gente viviera más de lo esperado. Unas declaraciones, en su día controvertidas, que daban cuenta del problema de fondo: el dominio de la dimensión neoliberal en el mundo globalizado.

A partir de ahí, la pregunta que cabe hacerse es hasta qué punto las políticas neoliberales han influido en el auge del populismo. Y, en la línea de esa cuestión y teniendo en cuenta las palabras de la directora del BCE en cuanto a que la mejor defensa es un buen ataque, si el foco de ese ataque no debería ser el neoliberalismo. Entre otras cosas, por su capacidad generadora de la desigualdad que socava los principios de las políticas que durante décadas coadyuvaron a desarrollar las sociedades del bienestar que, a su vez, sirvieron de base para cimentar la credibilidad y la confianza en los estados democráticos.

Que el desarrollo de las democracias occidentales fue de la mano de la economía de mercado, es innegable. Otra cosa es que aceptemos la transmutación del sistema capitalista hacia ese mundo sin normas que son los mercados financieros, sin más. Resulta paradójico hablar de la inteligencia artificial como un reto cuando todavía no hemos sido capaces de afrontar la economía desregulada y sus consecuencias. En un mundo cada vez más desigual y con mayores conflictos, solo cabe más política.

QOSHE - Foro Davos y la paradoja neoliberal - Fernanda Escribano
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Foro Davos y la paradoja neoliberal

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31.01.2024

Casi siempre hay alguna razón que explica las cosas. Por ejemplo, que George Soros sea un filántropo, defensor a ultranza de la democracia, de la justicia o de la sanidad pública, después de haber protagonizado el famoso «miércoles negro» aquel 16 de setiembre de 1992 cuando lanzó el primer gran movimiento especulativo contra una divisa, la libra esterlina, haciendo quebrar al Banco de Inglaterra, se puede entender a partir de lo que muchos analistas han destacado en relación a su faceta filosófica y la influencia de Karl Popper en su pensamiento, en la idea de sociedad abierta. Ya se sabe que nunca es tarde si la dicha es buena.

Hace unos días, Christine Lagarde manifestaba en el Foro de Davos que hay que estar preparados para una posible victoria de Donald Trump, siendo la mejor forma de hacerlo caminando definitivamente hacia un verdadero mercado único en la idea de que «un buen ataque es la mejor defensa». Que la máxima autoridad del Banco Central Europeo -que antes lo fue del FMI- diga algo así, no........

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