Vivimos el final de cada año como una dicotomía entre lo que acaba y lo que empieza. Como si el que finaliza zanjara una etapa y el nuevo abriera las puertas de todo un mundo por descubrir. Entre la nostalgia y los buenos propósitos, brindamos con la ilusión pueril de que todo será maravilloso. Desde luego, nada impide que no lo vaya a ser. Aunque, a veces, esa esperanza tan humana se pueda ver superada por la realidad. Estos días en los que pasamos tantos ratos en familia, albergados en la calidez de nuestras casas, no deja de ser un clásico ver de nuevo algunas películas; sobre todo, aquellas que, de alguna manera nos han podido marcar. En mi caso, una de las que integra esa colección es El club de los poetas muertos: valorar el momento, vivir el día, las pasiones que se enfrían con la realidad, saber transitar del éxito a la derrota, la lealtad y, ante todo, la importancia de pensar.

En estos tiempos en los que la política también se vive desde la dualidad razón/emoción; desde el paradigma descartiano entre ser pensante y cuerpo no pensante, disociando las dimensiones cognitivas de las afectivas, conviene aplacar ciertos sentimientos y dar prioridad a la reflexión. Entre otras cosas, para analizar cómo las emociones van ganando espacio frente a la razón. Ello, sin que haya que renunciar a ese mundo más pasional; quizá, se trate de equilibrar ambas cosas para que la demagogia no se imponga.

Qué duda cabe de la importancia de las emociones en las campañas electorales, de su influencia en el comportamiento electoral. La neurociencia va ganando terreno en el ámbito de la política. Algo tan antiguo como el Brevario de Quinto Tulio Cicerón -año 64 a.C.- , cuando aconsejaba a su hermano Marco cómo granjearse la confianza y complicidad del cuerpo electoral en su candidatura al consulado de Roma. Todo un manual de campaña que, todavía hoy, sigue vigente.

La clave está en intentar que el apelativo emocional vaya acompañado de un proyecto político; es decir, que no se renuncie a la base programática e ideológica que tradicionalmente ha caracterizado la competencia partidista. El principal problema actual, en ese sentido, es el populismo. Lo vimos con aquel Podemos que emergió tras el movimiento de la indignación y lo estamos viendo ahora con Vox: el recurso al malestar, al enfado, a la negatividad, como fundamentos de una fase previa para ofertarse como esperanza y solución después. Es cierto que ha funcionado, otra cosa es que perdure.

Sabemos qué ha sucedido durante el año que termina; predecir lo que ocurrirá el que viene, es harina de otro costal. Actualmente, los ciclos políticos pueden virar por la razón menos esperada y, en consecuencia, menos predecible. Cuando Díaz Ayuso convocó aquellas elecciones tras la fallida moción de censura en Murcia, invirtió el ciclo político. La apelación a las emociones y la dicotomía amigo/enemigo frente al gobierno central, fueron el eje con el que arrasó en aquella convocatoria y del que se sigue nutriendo discursivamente. Una forma peculiar de populismo con la que ameniza el día a día de la política. Para aquellas personas que les interese lo madrileño, les diría que se puede perder el tiempo viendo algunas de sus lamentables intervenciones –véase la fruta o el balance de fin de año- o deleitarse leyendo los bandos de Tierno Galván; de paso, podrán recordar que en la Villa y Corte, una vez hubo un alcalde de verdad.

Volviendo a los ciclos electorales, la cuestión es si las elecciones generales del 23J -que han permitido un gobierno progresista contra pronóstico- servirán para cambiarlo de nuevo en sentido opuesto, hacia el PSOE. Lo veremos a lo largo y ancho del año que vamos a inaugurar con las diferentes citas electorales previstas, siendo las europeas y las presidenciales en EE UU las que señalarán la tendencia global en cuanto al auge del populismo de extrema derecha. Nos espera un año intenso y con una importante trascendencia política. Así que, brindemos con esperanza, vivamos con esa pasión que no se olvida de la razón y recordemos El club de los poetas muertos: carpe diem.

QOSHE - ¿Qué vendrá? - Fernanda Escribano
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¿Qué vendrá?

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03.01.2024

Vivimos el final de cada año como una dicotomía entre lo que acaba y lo que empieza. Como si el que finaliza zanjara una etapa y el nuevo abriera las puertas de todo un mundo por descubrir. Entre la nostalgia y los buenos propósitos, brindamos con la ilusión pueril de que todo será maravilloso. Desde luego, nada impide que no lo vaya a ser. Aunque, a veces, esa esperanza tan humana se pueda ver superada por la realidad. Estos días en los que pasamos tantos ratos en familia, albergados en la calidez de nuestras casas, no deja de ser un clásico ver de nuevo algunas películas; sobre todo, aquellas que, de alguna manera nos han podido marcar. En mi caso, una de las que integra esa colección es El club de los poetas muertos: valorar el momento, vivir el día, las pasiones que se enfrían con la realidad, saber transitar del éxito a la derrota, la lealtad y, ante todo, la importancia de pensar.

En estos tiempos en los que la política también se vive desde la dualidad razón/emoción; desde el paradigma descartiano entre........

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