Las guerras están entrando en la vida cotidiana como un juego, como un pasar el rato para que se diviertan los niños y las niñas de la casa, como si pegar tiros en el campo de batalla exigiera un aprendizaje doméstico delante de la televisión, como si quienes viven al otro lado de la calle fueran no una compañía necesaria para que la vida sea cosa de iguales sino nuestros más feroces enemigos. Me hace gracia ver con qué crudeza son criticados los tebeos de mi infancia porque, según alguna gente que se cree lista, nos convertían en aguerridos soldados al servicio del franquismo y ahora vemos con absoluta normalidad cómo se llenan de las armas más sofisticadas las mochilas escolares.

Me sé de memoria todos aquellos tebeos. Entrevisté hace unos años -para este mismo periódico- a quienes los escribían y los dibujaban. Y supe de su tristeza -esa «tristeza madrugadora y gris», como escribía Benedetti- porque los acusaban de ser poco menos que el brazo armado de la dictadura para educarnos en el nacionalcatolicismo.

Muchos de aquellos artistas habían defendido la legitimidad republicana, habían sufrido la represión en las cárceles, se habían recluido en sus pequeños estudios para inventarse historias con las que hacernos felices en tiempos sometidos a la oscuridad. Y ahora las fiestas para niños y niñas se llenan no de tebeos sino de armas de verdad y no pasa nada. Parece que es normal que esos niños y esas niñas lleguen a la feria valenciana de Expojove, puedan subirse tranquilamente a un tanque y jugar a ser soldados en un campo de batalla. Y fue el mismo día de la inauguración del festejo cuando se armó la marimorena.

Pero el escándalo no se armó porque se expusieran allí artefactos bélicos, que hubiera sido lo normal, sino porque varios miembros del colectivo Antimilitaristes-MOC València se subieron a un tanque y lo rociaron de color rosa. Se disfrazaron de payaso -recordemos que Expojove es una feria destinada al disfrute de la infancia- y exhibieron carteles en los que se decía, según leo en este diario: «las armas no educan» y «la guerra no es un juego». No sé si ustedes consideran esos eslóganes discutibles. Yo creo que no, que son claramente indiscutibles. Ojalá la alcaldesa de València, María José Catalá, también compartiera los valores del pacifismo en la educación de la infancia y no los que suponen la presencia de armamento bélico en una fiesta destinada precisamente a que esa infancia salga de Expojove con la mente y el corazón puestos en defender la paz y no la guerra.

Lo único que la señora alcaldesa del PP dijo sobre el altercado fue esto: «es un acto vandálico» y «los que han hecho esto no estaban pensando en la infancia». ¿Y ella sí, ella sí que piensa en la infancia cuando potencia la exhibición armamentística en unos momentos tan dolorosos como los que se están viviendo en tantas partes del mundo por culpa de las guerras, y con la mirada planetaria puesta ahora mismo en Ucrania y Palestina? Pues vaya defensa de la infancia que hace la alcaldesa de València, vaya defensa de la infancia. La policía detuvo a dos activistas. Y según leo en Levante-EMV se anuncian otras detenciones. La multa que les puede caer a quienes se manifestaron pintando de rosa esa obra maestra del arte que es un tanque puede llegar a los treinta mil euros. Nada menos. Si la justicia los condena y llegaran a pagarlos, espero que no se empleen en dar la entrada para comprar un tanque nuevo, un par de fusiles o un estuche de bombas de mano como si fueran perlas cultivadas del Caribe. Se les acusa de «injurias a las Fuerzas Armadas» y de «delitos contra las instituciones del Estado y daños». Nada menos. Ni que hubieran convertido el tanque en chatarra para el desguace.

Quienes estarán contentos y bailarán sobre un pie son los de Vox. Les gustan los buenos españoles, aguerridos defensores de la patria. Tal vez por eso su líder, Santiago Abascal, se viste muchas veces como si fuera un legionario. Igual por eso también ha vuelto a Expojove armamento militar que en ediciones anteriores había desaparecido. Las guerras embrutecen el alma de lo humano. Convertir un espacio dedicado a la infancia en un plató como si allí se fuera a rodar una película de guerra es confundir los valores en los que esa infancia tendría que ser educada. Nunca una guerra puede ser un ejemplo para nadie. Y aún menos puede ser un juego mostrar, como si lo fuera, el armamento que sirve para convertir en pesadillas los sueños de la gente.

«Vivimos tiempos inhabitables», escribió la inmensa poeta Francisca Aguirre hace más de treinta años. Ojalá lo tuvieran en cuenta la señora Catalá y sus compañeros de Vox en el equipo de gobierno. No echar más leña al fuego de esa violencia que nos convierte a todos en enemigos de todos. Y, menos aún, meter tanques y otras armas para la guerra por los ojos de unos críos y unas crías que, visto lo que están viendo cada día en las pantallas de la tele y en las suyas propias, tendrían que hacer de la paz uno de los objetivos más preciosos de sus vidas. En fin.

QOSHE - El tanque rosa - Alfons Cervera
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El tanque rosa

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07.01.2024

Las guerras están entrando en la vida cotidiana como un juego, como un pasar el rato para que se diviertan los niños y las niñas de la casa, como si pegar tiros en el campo de batalla exigiera un aprendizaje doméstico delante de la televisión, como si quienes viven al otro lado de la calle fueran no una compañía necesaria para que la vida sea cosa de iguales sino nuestros más feroces enemigos. Me hace gracia ver con qué crudeza son criticados los tebeos de mi infancia porque, según alguna gente que se cree lista, nos convertían en aguerridos soldados al servicio del franquismo y ahora vemos con absoluta normalidad cómo se llenan de las armas más sofisticadas las mochilas escolares.

Me sé de memoria todos aquellos tebeos. Entrevisté hace unos años -para este mismo periódico- a quienes los escribían y los dibujaban. Y supe de su tristeza -esa «tristeza madrugadora y gris», como escribía Benedetti- porque los acusaban de ser poco menos que el brazo armado de la dictadura para educarnos en el nacionalcatolicismo.

Muchos de aquellos artistas habían defendido la legitimidad republicana, habían sufrido la represión en las cárceles, se habían recluido en sus pequeños estudios para inventarse historias con las que hacernos felices en tiempos........

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