Estaba cantado que la actual izquierda gobernante no iba a desaprovechar un aniversario como el de la masacre del 11-M para recordar, no a las 193 víctimas, a los más de 2.000 heridos y a sus familias, sino el desafortunado papel del Ejecutivo del PP en los días inmediatamente posteriores a los atentados. Así que durante una semana hemos asistido a una ofensiva mediática por tierra, mar y aire —televisión pública, diarios y periodistas afines, como el independiente Jordi Évole— y también política, con Pedro Sánchez apelando en el Senado a «la gran mentira de Aznar». Supongo que esto es a lo que se refieren desde el PSOE cuando hablan de «reconciliación» y «convivencia» en el pliego de descargos de la ley de amnistía.

Resulta freudiana la obsesión de las formaciones que se autodenominan «progresistas» con el pasado. Faltan solo 12 años para que se cumpla un siglo de la Guerra Civil y la contienda sigue siendo su munición favorita. Por cierto, siempre me he preguntado dónde están enterradas las 150.000 víctimas del bando nacional, porque en las cunetas solo buscan (y encuentran) cadáveres republicanos. Seguro que algún día se hace una película sobre esto. Este progresismo tiene muy fresca la memoria del 36 o la del 11 de marzo de hace veinte años, pero parece haberse olvidado por completo de las seis décadas de actividad de ETA y sus 853 asesinatos. ¿Tendrá algo que ver sus buenas relaciones actuales con los herederos políticos de la banda terrorista?

Sobre la manipulación del 11-M por la derecha no hay mucho más que añadir. El pueblo ya expresó su veredicto en las urnas tres días después. Sí me gustaría recordar a una persona que, en aquellos momentos de confusión y tergiversación, contribuyó decisivamente a que La Voz de Galicia fuera uno de los pocos medios que reflejaron claramente la autoría de Al Qaida en su edición impresa del día siguiente: David Beriain. En aquel equipo electoral reconvertido de la noche a la mañana en equipo de los atentados, David demostró tener tres armas de incalculable valor como periodista: conocimientos, fuentes y atreverse a dudar de la versión oficial. Y lo sé de buena tinta.