Los españoles tardarán en olvidar la amnistía que acapara la atención del país desde hace unos meses y cuyo proceso se calienta estos días hasta acercarse al punto de ebullición. Durante mucho tiempo recordarán el episodio de este perdón colectivo, sea cual sea el desenlace. Y eso que la esencia de la amnistía es, desde los orígenes del concepto, el olvido. Incluso el término mismo procede del griego que significa en primer lugar ‘olvido’. En la antigua Grecia también se usaba con los sentidos de ‘amnistía’ y ‘perdón’.

Antes de la forma actual, en español se empleaba la transcripción amnestía. Así aparece en la cuarta parte de la General estoria, de Alfonso X, de hacia 1280. Refiriéndose a conflictos de los antiguos helenos, dice: «... porque era nueua bien andança & establecimiento de so buen estado pusieronle nombre amnestia en so lenguaie. & dize en el castellano tanto como oluidança porque por aquella postura. auien a oluidar todas las enemiztades passadas». Delictorum venia, injuriarum oblivio. Pero el perdón que se gesta estos días no logrará ese pretendido olvido de las enemistades pasadas. Más bien las avivará.

No es muy preciso el Diccionario a la hora de definir el sustantivo que corre de boca en boca: «Perdón de cierto tipo de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores». Ahí cabe hasta un mero indulto. Más preciso es el María Moliner («Perdón decretado por el Gobierno para ciertos delitos, particularmente políticos»), y muy ilustrativa resulta la explicación del Diccionario del español jurídico, según el cual, a diferencia del indulto, que se basa en razones de equidad y se concede individualmente, la amnistía tiene naturaleza colectiva y se ordena normalmente por razones de orden político de carácter extraordinario, como el término de una guerra civil o un período de excepción. Históricamente, la amnistía era en España el perdón general que concedía el rey por algunos delitos. Pero hoy la Constitución veta los perdones de carácter general.

«Dicen que la distancia es el olvido», reza el bolero. También debería serlo una amnistía, pero de esta y de los pecados que absuelve no se van a olvidar ni quienes ven en ella una grave quiebra del Estado de derecho ni los beneficiarios del perdón, dispuestos a volver a las andadas.