Da igual cuando lea esto en los próximos meses, incluso años. Puigdemont vuelve a ganar. Y Pedro Sánchez a cruzar otra de esas líneas rojas que tantas veces él y sus ministros aseguraron que no se cruzarían. La cesión de este martes va sobre los casos de terrorismo bajo investigación del denostado juez García-Castellón. Da igual que la Unión Europea haya dicho, y su jurisprudencia recogido, que el terrorismo —como la malversación y el blanqueo de dinero— no caben en su ordenamiento jurídico. Como el huido a Waterloo siente el aliento del magistrado en el cogote por el caso Tsunami, pues se busca un subterfugio verbal para camuflar el delito bajo algo tan subjetivo como «que haya habido voluntad evidente de causar daño».

Así, da igual darle un ladrillazo en la cabeza a un policía —que nunca más podrá volver a trabajar— que provocar un asalto a una terminal aérea que paralizó el tráfico de media Europa. Todo lo que diga Puigdemont es legal mientras Sánchez necesite sus siete votos para seguir en la Moncloa. Y si no es legal, ya lo firma el nuevo letrado mayor del Congreso, capaz de contradecir a todos sus compañeros, todos ellos con muchos más trienios de servicio a sus espaldas.

Quizá, en la reciente convención de A Coruña, Sánchez hubiera ahorrado tiempo proponiendo como portavoz a Puigdemont. Así nos evitaríamos todos estos días de tira y afloja, de desencuentros pactados para que el prófugo se siga poniendo medallas ante su parroquia mientras la mayoría de los españoles —ahí están todas las encuestas, menos el CIS de Tezanos, claro— observan atónitos el desmantelamiento de los poderes del Estado ante un huido de la Justicia.

En medio de las acusaciones de lawfare por sentencias que disgustan a uno, quizá Sánchez podría pensar en hacerse una moción de censura a sí mismo repasando la hemeroteca de todos estos años y cómo ha pasado de definir como «golpe de Estado» el 1-O y prometer juzgar a Puigdemont y el resto de los huidos «en meses» a estar a punto de ponerle el Falcon al expresidente fugado para que no tenga que hacer la cola de embarque. La verdad es la realidad, nos dijo. En realidad, la verdad es la capitulación ante Puigdemont. Salvo que la UE lo remedie.