Encoge el estómago ver que en las tendencias del día está “holocausto”. Y, por supuesto, aparece para aplicarla como bumerán contra aquellos que lo padecieron 80 años atrás y hoy, discusiones semánticas y de derecho penal internacional a parte, lo promueven y aplican. La simpatía española por la causa palestina –no ya del Gobierno, sino de la sociedad del país– es conocida, veterana y tiene una fundada raíz, entre otras causas, en la afianzada amistad con los países árabes, que hoy explica tanto el destino elegido por el rey emérito para su epílogo como el pronunciamiento de Felipe VI a favor de la solución del Estado palestino.

Hay dos fórmulas idóneas para errar en cualquier plan de actuación: soluciones de allí a problemas de aquí y soluciones de antes a problemas de ahora. Cualquiera de las dos, que a menudo parecen presentarse zalameras ante nuestros ojos, para salir con bien de cualquier lío, suelen ser garantía para equivocarse.

Protesta por la guerra ayer en Montpellier (Francia)

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, al margen de cualquier otra consideración sobre su acción política y su orientación de integrismo nacionalista, hace muy patente su convencimiento de que vive en los años noventa y de su fe en que las fórmulas de geopolítica internacional de hace tres décadas siguen siendo válidas en los tiempos que corren. Un error igual de radical lo cometió Putin en el enfoque de la su operación sobre Ucrania, actuando como si el mundo viviera aún en las postrimerías de la Guerra Fría. Ese error de cálculo, al margen del resultado material de la campaña bélica, lo ha convertido definitivamente en un apestado de la política internacional. Y ese baldón, en este transparente mundo en el que vivimos, no es reversible.

Lo de Netanyanhu es aún más grave porque parece convencido de que, en la era de las redes sociales, su genocidio palestino pasará desapercibido siempre que él consiga que los periodistas no entren en Gaza o mueran allí. Israel, cuya nómina de cadáveres de periodistas solo es posible acallarla bajo la montaña de decenas de miles de niños palestinos asesinados, se comporta como si las decisiones bélicas pudieran construirse a partir de un relato del ministerio de Defensa del país, como si no viviéramos en un mundo en el que cada ciudadano, cada adolescente, cada médico, cada vecino... son un potencial corresponsal de guerra con solo tener un móvil y acceso a las redes.

Un error de marco que, al margen del resultado de la operación militar, condicionará para las próximas décadas la consideración política del Estado de Israel. Lo vemos hoy en la comunidad judía de Estados Unidos.

Todo lo cual debe trascender lo particular, la masacre palestina, por grave que parezca, para interiorizar la lección suprema: ni estamos en los noventa ni los viejos del lugar, con sus conocimientos enciclopédicos de geopolítica, son los mejores asesores para sobrevivir al siglo XXI. Ninguna razón política sobrevive a los vídeos de niños muertos. Ninguna razón política.

QOSHE - Móviles y holocausto - Pedro Vallín
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Móviles y holocausto

12 0
15.01.2024

Encoge el estómago ver que en las tendencias del día está “holocausto”. Y, por supuesto, aparece para aplicarla como bumerán contra aquellos que lo padecieron 80 años atrás y hoy, discusiones semánticas y de derecho penal internacional a parte, lo promueven y aplican. La simpatía española por la causa palestina –no ya del Gobierno, sino de la sociedad del país– es conocida, veterana y tiene una fundada raíz, entre otras causas, en la afianzada amistad con los países árabes, que hoy explica tanto el destino elegido por el rey emérito para su epílogo como el pronunciamiento de Felipe VI a favor de la solución del Estado palestino.

Hay dos fórmulas idóneas para errar en cualquier plan de actuación: soluciones de allí a problemas de aquí y........

© La Vanguardia


Get it on Google Play