Los primeros días del año pueden dar mucho de sí. Después de la hiperactividad de las fiestas, parece que toca un poco de descanso y de reflexión. Es el momento de empezar ese libro para el que no tuvimos tiempo el año pasado, ese ejercicio físico que tan bien nos va, el cole o la universidad para unos, el trabajo para otros, la vida, en definitiva.

¿Qué haremos este año? Trabajar y dormir no parece una buena opción. Antes se decía que había que trabajar ocho horas, descansar otras ocho y dedicar al ocio las últimas ocho. ¿Quién lo hace? ¿Quién es el afortunado mortal que lo puede hacer? Vivimos sin vivir plenamente. Dormimos menos de lo que deberíamos; trabajamos, los que tenemos la suerte de hacerlo, más horas de lo que sería bueno y dedicamos al ocio muy poco tiempo o nada. Y muchas veces no somos conscientes de ello.

Tal vez ahora, a primeros de año, es el momento oportuno para ordenar nuestras vidas. ¿Nos gusta nuestro trabajo como para seguir haciéndolo siempre? ¿Nos justifica destinar, cada día, una o dos horas, o más, para ir y volver de nuestro trabajo? ¿Debemos pasarnos la vida sin ver una buena película, leer un buen libro o escuchar un poco de música? ¿Podemos seguir con una vida sedentaria, sin dedicarle a nuestro cuerpo un poco de tiempo? ¿Y a nuestro espíritu?

Creo que no y que debemos aprovechar estas fechas para hacernos un plan de vida, realista, mejor que el que tenemos. Ya sé que es el momento de apuntarse a un gimnasio, de comprar algún libro y de hacernos buenos propósitos, que desafortunadamente pocas veces se cumplen.

Tal vez es mejor proponernos algo muy fácil de cumplir y cumplirlo. Algo que mejore nuestra vida, aunque sea un poco. Y si lo conseguimos, siempre nos podremos proponer algo más para que nuestra vida valga la pena, laboralmente, intelectualmente o físicamente. Ahora es el momento ideal para volver a empezar. Como decía mi madre, entrar en el nuevo año con buen pie. Si lo hacemos, demostraremos que tenemos cabeza.