Entre el candor y la bondad, España no parece haberse enterado de lo jodido que será nuestro mundo si Putin gana en Ucrania, Hamas (Irán) empata con Israel y Trump resulta elegido (los demagogos, a veces, tienen razón y nadie como ellos para venderla: EE.UU. se desentenderá de la OTAN si los socios europeos incumplen el compromiso del 2% del PIB para defensa, acordado ya en el 2014, y del que España sigue lejos, roza el 1,3%).

Yolanda Díaz en la manifestación del sábado en apoyo de Palestina

“Nada de lo que decimos va en contra de Israel”, dijo ayer el ministro Albares en la Conferencia de Munich. Horas antes, seis ministros, seis, se manifestaban en Madrid con gritos y consignas demagógicas contra Israel. Menos mal, ministro, menos mal...

La eliminación de Alexéi Navalni, un hombre decente, invita a mirarnos al espejo. Más allá de la retórica –parece que los españoles tengamos el patrimonio universal de la bondad y la paz–, el mundo perfila un inquietante matrimonio a tres de conveniencia (Moscú, Pekín y Teherán), unidos por valores universales: machacar al disidente, relegar al individuo a los intereses totalitarios del Estado cuya representación detentan partidos únicos y configurar un mundo de silencio, temor y sumisión. Adiós ciudadanos, todos súbditos.

Las guerras de Ucrania y Gaza han sido iniciadas por unos y no por otros. Los agresores son los agresores: Putin y un Hamas teledirigido por aquellos a quienes la suerte de los palestinos es irrelevante. Cuantos más mueran y sufran, mejor para sus intereses.

Los aliados incurrieron en atrocidades durante la Segunda Guerra Mundial –machacar ciudades alemanas, dos bombas atómicas sobre Japón–, pero su victoria dejó un mundo mejor del que habrían creado Hitler y sus mariachis.

No creo que ningún contribuyente occidental se entusiasme con el gasto militar. Pero es ingenuo, visto como las gasta Putin, pensar que dialogando se entiende la gente. Sí, siempre y cuando detrás poseas cañones. EE.UU. tiene el Pacífico en mente y Europa solo tiene la OTAN. Y es de listillos –algo muy español– pensar que otros, los guiris, pagarán por nuestra defensa. Los cementerios están llenos de buenas palabras.