Los tiempos que corren son fabulosos. Y aún diría más: son ilusionantes. No hay día que un hecho menor no pueda ser convertido en una enfermedad, un síndrome, un diagnóstico, un malestar emocional...

Nos han cambiado la hora. Como todos los años. En domingo, día del Señor y la pachorra. Gracias al cambio, oscurece más tarde y entran ganas de tardear, citarse con la novia o pedir tanda en las playas de Levante.

–¡Usted no sabe lo que dice!

Al parecer, todo son desventajas, jeremiadas y putadas.

Aparecen en los medios especialistas y expertos –siempre altruistas, claro– que nos sacan de la feliz ignorancia. ¡El cambio de hora viene a ser un crimen de Estado!

Así, la Sociedad Española del Sueño –no confundir con el Orfeón Donostiarra– advierte que el reajuste horario provoca “un sueño insuficiente, desorganizado y de mala calidad”, lo que puede favorecer “la aparición de enfermedades como el cáncer, el alzheimer, la hipertensión arterial, la obesidad, la diabetes, el infarto de corazón, el ictus, la depresión y la ansiedad”. ¡Menos mal que no aumenta las opciones de que el Real Madrid gane la decimoquinta Copa de Europa!

¿Cómo va uno a disfrutar del tardeo, el paseo con la novia o la ilusión del primer baño de mar cuando nos acechan trastornos, males menores y males incurables? ¿Acaso la Sociedad Española del Sueño no sabe mejor que nosotros lo que es bueno para la salud? ¿Cómo podemos vivir en la inopia tantos ciudadanos de la ciudadanía?

De entrada, ya no vuelvo a decir en público que da gusto la prolongación de la luz, no sea que ofenda a un señor o una señora con trastornos del sueño, merecedores de la empatía debida.

Gracias a los progresos científicos, uno tiene derecho –y casi la obligación– de enfermar porque los relojes se adelanten una hora o a volver de vacaciones deprimido, desganado sexualmente y laboralmente ya que es víctima del “síndrome vacacional” y no de un morro que se lo pisa.

¡La edad de oro de la hipocondría! Buenos tiempos para hacernos sentir que no estamos hechos para disfrutar la vida...

QOSHE - Hipocondría, la edad de oro - Joaquín Luna
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Hipocondría, la edad de oro

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02.04.2024

Los tiempos que corren son fabulosos. Y aún diría más: son ilusionantes. No hay día que un hecho menor no pueda ser convertido en una enfermedad, un síndrome, un diagnóstico, un malestar emocional...

Nos han cambiado la hora. Como todos los años. En domingo, día del Señor y la pachorra. Gracias al cambio, oscurece más tarde y entran ganas de tardear, citarse con la novia o pedir tanda en las playas de Levante.

–¡Usted no sabe lo que dice!

Al parecer, todo son desventajas, jeremiadas y putadas.

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