Hoy versaremos sobre el cliente. Aquel personaje del siglo XX al que le daban la razón en bares y restaurantes aunque fuese lector de José María Pemán y aficionado al cine de María José Cantudo.
Al cliente del siglo XXI lo han reinventado y resiste incluso los tres pares de banderillas. No gruñe, asiente. He aquí el relato verídico de un jueves de jarana y enero en Barcelona.
Cena de cuatro en un clásico. Pochas, chuletón, tortilla de bacalao y cosas por el estilo (ninguna mujer a la redonda). Ya no queda Vichy al final, así que un comensal entrega las dos botellas vacías y pide repuesto. No llega.
–¿Cafés?
–Sí y los dos Vichys que habíamos pedido.
–¡Me los tenían que haber dicho a mí, que soy su camarero!
Nos disculpamos por el lapsus.
Y vamos a las copas. Rendidos de antemano, optamos por una coctelería. ¿Alguien ha ligado en una coctelería? Enhorabuena. No se ve un alma, así que vamos a otra próxima, más animada. Nos ubicamos en el córner de la barra, general de pie. El barman más cercano dice que nos atenderá el compañero.
A diferencia de nosotros, el compañero charla y ríe con dos clientas. A los cinco minutos, nos parece injusto chafarle la guitarra –le habríamos chafado otra cosa– y regresamos a la primera coctelería. Son las 0.28 horas del viernes.
–Cerramos en veinte minutos.
La noche de Barcelona no necesita alcalde, necesita un funeral.
Nos vamos con la juerga a otra parte: un bar con licencia de discoteca. Cierra tarde. Salvados. El barman hace acto de presencia.
–Un gin-tonic de Bombay.
El profesional se vino arriba.
–Esta marca la usamos para fregar los suelos.
En aras de la convivencia, amnistiamos el comentario.
–Bueno, pues Seagrams.
–Aquí solo tenemos bebidas de calidad.
Los clientes respiran hondo.
–Pues la que usted diga...
Emitimos algunos gruñidos sobre el cariz de la noche, por lo bajinis, no sea que el barman se enfade. Estas cosas no pasan en El Rincón del Gruñón, donde el cliente siempre tiene razón.
El Rincón del Gruñón
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02.02.2024
Hoy versaremos sobre el cliente. Aquel personaje del siglo XX al que le daban la razón en bares y restaurantes aunque fuese lector de José María Pemán y aficionado al cine de María José Cantudo.
Al cliente del siglo XXI lo han reinventado y resiste incluso los tres pares de banderillas. No gruñe, asiente. He aquí el relato verídico de un jueves de jarana y enero en Barcelona.
Cena de cuatro en un clásico. Pochas, chuletón, tortilla de bacalao y cosas por el estilo (ninguna mujer a la redonda). Ya no queda........
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