En el maremágnum de la política global, la distinción entre democracia y autocracia delinea caminos opuestos en la concepción del progreso y la estabilidad. Atrás quedaron los días de la Roma antigua, donde la república se entregaba en tiempos de crisis a un dictador temporal, anteponiendo la urgencia de orden al diálogo político. Hoy, la atracción por líderes autocráticos, como Xi Jinping o Putin, despierta una gran confusión. Cada vez más ciudadanos occidentales, sobre todo las nuevas generaciones, piensan que para tratar el miedo que provocan las sobrevenidas incertidumbres geopolíticas, climáticas, tecnológicas y migratorias, un poder firme, concentrado en una sola mano, puede ser más efectivo que un sistema democrático.

Se argumenta que líderes autocráticos, que operan al margen de los controles institucionales y los vaivenes electorales, pueden tomar decisiones rápidas y firmes para responder a esos desafíos, una ventaja en un mundo acelerado y cambiante. La prensa controlada, la inexistencia de rendición de cuentas y el menosprecio al Estado de derecho y a los jueces parecen, para algunos, elementos de una administración eficaz.

Esta perspectiva olvida que el esplendor del mundo occidental emerge de una estructura institucional basada en el respeto a la ley, la división de poderes, la democracia y la protección de la propiedad privada. La democracia liberal no solo propicia un ambiente donde la libertad individual es sacrosanta, también fomenta la innovación, el progreso y la atracción de talento, a través de la diversidad de pensamiento y la competencia de ideas.

Las contadas autocracias que seducen a algunos han edificado su influencia no por la sabi­duría intrínseca de sus líderes o las bondades de sus regímenes, sino gracias a las ventajas de su relación con democracias establecidas. China debe su milagro económico no a la astucia del Partido Comunista y sus líderes, sino a la integración, con sus reservas inagotables de mano de obra barata, y sin apenas contrapartidas, en un sistema de comercio global liderado por economías de mercado tras entrar en la Organización Mundial del Comercio en el 2001. Rusia, cuya sociedad no ha visto una prosperidad generalizada a la sombra de Putin, sostiene su potencia militar gracias a los ingresos del gas y el petróleo suministrados durante las últimas décadas a una Europa democrática.

El modelo autocrático, a largo plazo, no suele sostener una verdadera estabilidad ni bienestar. Los sistemas democráticos, con todos sus defectos, son más resilientes y propensos al progreso. La libertad de prensa, el Estado de derecho y la alternancia política no son debilidades, sino los pilares que garantizan que el poder no caiga en la complacencia o la tiranía, y que cada voz pueda contribuir al debate y a la mejora social. ¿Es el camino fácil de la autocracia preferible al, a veces sinuoso pero siempre renovador, de la democracia? La historia enseña que la concentración de poder en pocas manos lleva a la corrupción y al estancamiento. La democracia, con sus ritmos y exigencias, impulsa la adaptación y la innovación. Citando a Angela Merkel, nacida en una dictadura comunista: “La democracia hay que vivirla, hay que llenarla de sentido, hay que protegerla. No está ahí por sí sola. Tenemos que trabajar juntos por ella una y otra vez, todos los días”. La elección no debería ser tan confusa: la libertad es el suelo más fértil para que florezca lo mejor de la humanidad.

QOSHE - La gran confusión - Jaime Malet
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La gran confusión

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16.11.2023

En el maremágnum de la política global, la distinción entre democracia y autocracia delinea caminos opuestos en la concepción del progreso y la estabilidad. Atrás quedaron los días de la Roma antigua, donde la república se entregaba en tiempos de crisis a un dictador temporal, anteponiendo la urgencia de orden al diálogo político. Hoy, la atracción por líderes autocráticos, como Xi Jinping o Putin, despierta una gran confusión. Cada vez más ciudadanos occidentales, sobre todo las nuevas generaciones, piensan que para tratar el miedo que provocan las sobrevenidas incertidumbres geopolíticas, climáticas, tecnológicas y migratorias, un poder firme, concentrado en una sola mano, puede ser más efectivo que un sistema democrático.

Se argumenta que líderes autocráticos, que operan al margen de los controles institucionales y los vaivenes electorales,........

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