La nueva legislatura nos lleva por territorio desconocido. Para unos, los pactos en que descansa llevan a la normalización del eterno conflicto catalán. Para otros, en cambio, son el inicio de un camino que terminará, paso a paso, en una España confederal, el final de la España que nació en 1978. ¿Podrá la experiencia de otros países servirnos de orientación?

En 1954, el gran periodista Gaziel emprendió una cura de aires (así llamaba él a sus viajes fuera del purgatorio madrileño) visitando Suiza. “Seny, treball i llibertat” (“Cordura, trabajo y libertad”), así tituló el resumen de sus impresiones. No hubiera escrito lo mismo en 1840, cuando un viajero comparaba el cantón del Valais con el infierno de Dante. Suiza, entonces regida por un pacto confederal, atravesaba una época convulsa que desembocó en una brevísima guerra civil. En 1848 adoptó una Constitución federal, origen de la hoy vigente.

De esa experiencia podemos derivar dos lecciones para construir un régimen político estable: La primera, que una confederación no basta para encauzar las tensiones entre sus miembros cuando estas alcanzan cierta gravedad. La segunda lección no es menos importante: Si bien Suiza se sigue llamando “confederación” en francés, el vocablo alemán, Eidgenossenschaft, se traduce por “comunidad del juramento”. Los firmantes de la Constitución de 1848 se comprometieron solemnemente a respetarla y cumplirla, y ese compromiso se extiende hoy día a todos los ciudadanos suizos.

España ha seguido el proceso inverso, de un régimen muy centralizado a un Estado casi federal. La experiencia suiza nos advierte del riesgo de derivar a una confederación. Esperemos que el desarrollo de la legislatura restaure en la ciudadanía la confianza mermada por el primer debate parlamentario, porque abordar los grandes problemas que hemos de afrontar requiere algo más sólido que un pacto entre caballeros, sobre todo si estos escasean.

La ausencia de un leal compromiso con la Constitución vigente es, a mi entender, el más grave defecto de nuestra democracia, muy visible en la Catalunya de hoy. Gaziel lamentaba que Catalunya no hubiera podido “integrarse en una confederación como la helvética, que aborrece la aventura, aunque sea heroica […] que lo que más ama es su talante práctico”. Parece que eso era antes. Hoy la política catalana es una aventura permanente, aunque quizá no muy heroica, demasiado alejada de la helvética para soñar en una integración. El seny está siendo devorado por la rauxa.

El geógrafo Pierre Deffontaines solía decir que Catalunya es un microcosmos en sí misma. Geográfica y humanamente, aquí hay de todo. De un microcosmos puede surgir una nación. Pero el historiador suizo Georges Andrey advierte que hay una condición necesaria para lograrlo: “Suiza es una nación porque los suizos han decidido que quieren vivir juntos”, escribe. Esa decisión no será posible en Catalunya mientras el independentismo considere al resto de España como tierra extraña, mientras vivir en la nación catalana suponga dejar de pertenecer a la española. La nación hoy soñada por el independentismo no pasa de ser una fantasía.

QOSHE - Cordura, trabajo y libertad - Alfredo Pastor
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Cordura, trabajo y libertad

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18.01.2024

La nueva legislatura nos lleva por territorio desconocido. Para unos, los pactos en que descansa llevan a la normalización del eterno conflicto catalán. Para otros, en cambio, son el inicio de un camino que terminará, paso a paso, en una España confederal, el final de la España que nació en 1978. ¿Podrá la experiencia de otros países servirnos de orientación?

En 1954, el gran periodista Gaziel emprendió una cura de aires (así llamaba él a sus viajes fuera del purgatorio madrileño) visitando Suiza. “Seny, treball i llibertat” (“Cordura, trabajo y libertad”), así tituló el resumen de sus impresiones. No hubiera escrito lo mismo en 1840, cuando un viajero comparaba el cantón del Valais con el infierno de Dante. Suiza, entonces regida por un pacto confederal, atravesaba una........

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