Admitamos que efervescencias como las vividas con ocasión de la muerte y entierro de Sebastián Piñera puede que sucedan sólo en Chile. Tienen algo medio folclórico. En ningún otro lugar se pasa de rechazo absoluto, cero popularidad, dudas sobre negocios, a admiración poco menos que “unánime”, según las noticias. La única noticia, semana completa, inmediatamente después del accidente; trasmisiones interminables por televisión, sin faltar ningún detalle: helicóptero, sus últimas palabras, traslado, honores militares, impacto internacional, guardias de honor frente al ataúd, discursos alabando su “espíritu democrático” y “apego a derechos humanos”, de detractores incluso, quienes no hacía tanto sostuvieran lo contrario.

¿Al punto que se le eleve a los altares, que haya gente que se pregunte “por quién vamos a votar en la próxima elección”, y se diga que lo suyo es trascendental, ha “unido a Chile”? ¿Ante lo cual, la prensa internacional (según la prensa nacional) declare que esto no es raro en Chile, es “amistad cívica”, y el país es único? Que seamos latinoamericanos lo excusa en parte. Cierto, el culto a las ánimas, tan del continente, supone un trueque, “yo te ayudo si tú me ayudas”; el pacto con el diablo también, y a Piñera se le tuvo por el diablo. Asimismo, el culto a la personalidad que convierte en santones a quienes uno jamás creería capaces de serlo (Eva Perón y el “Che”).

Irracionalidad, mitificación, sincretismo pagano-cristiano mal digerido, y manipulación de la cultura popular puede que expliquen este menjunje. Aunque por qué no llamarlo hagiografía burda. Es decir, necesidad de armarse de una historia en vena salvífica, conciliatoria y redentora. Una vida de santo, de un winner que así como lo fue siempre y le llevaron el amén, no puede dejar de serlo, incluso muerto. Por tanto, se le “resucita” y les gana a todos. Pasa por encima de Bachelet, Lagos, incluso Aylwin. Se aprovecha de que hasta a figuras muy discutibles-Frei Montalva y Allende-una muerte trágica puede salvarlos.

Lo de Piñera es una producción artificiosa. La muerte es real, pero su proyección, el aprovechamiento transversal de ella, y cómo se le habló a un inconsciente colectivo que hace rato los medios vienen trabajando, delata un montaje fingido. Que a una bête noire o antihéroe convertido en héroe puedan llegar a hacer equivaler a Arturo Prat es demasiado. A la medida del público chileno, voluble como nadie ahora último. Necesitado de que le levanten los ánimos, acechado por fuerzas tenebrosas (narcos, posibles fuerzas extranjeras que no respetan la soberanía nacional), gobierno y Estado incompetentes, ni siquiera Fuerzas Armadas capaces de cumplir funciones policiales (lo reconocen en el Cosena), un 18-O sin explicación, regresión económica y estancamiento político crónico hace rato.

Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

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Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Exaltación en exceso

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02.03.2024

Admitamos que efervescencias como las vividas con ocasión de la muerte y entierro de Sebastián Piñera puede que sucedan sólo en Chile. Tienen algo medio folclórico. En ningún otro lugar se pasa de rechazo absoluto, cero popularidad, dudas sobre negocios, a admiración poco menos que “unánime”, según las noticias. La única noticia, semana completa, inmediatamente después del accidente; trasmisiones interminables por televisión, sin faltar ningún detalle: helicóptero, sus últimas palabras, traslado, honores militares, impacto internacional, guardias de honor frente al ataúd, discursos alabando su “espíritu democrático” y “apego a derechos humanos”, de detractores incluso, quienes no hacía tanto sostuvieran lo contrario.

¿Al punto........

© La Tercera


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