Lo del estallido de nuevo, según Jaime Quintana, es bastante más que un puro chantaje. Quizá no entiende del todo (o se hace que no entiende) cuando lanza lo que dijo.

Quienes llevan cuatro años elucubrando qué fue lo que sucedió han ofrecido todo tipo de explicaciones: que se trató de una revuelta, asonada popular, carnaval, guerra, golpe de estado no tradicional, suerte de intifada, quiebra institucional, espiral de expectativas frustradas, malestar prolongado, para nada una revolución, sino una crisis que nadie previó, etcétera. Es decir, inefable y una sarta de contradicciones el diagnóstico que arroja una reflexión en curso con retroexcavadora operando, aunque a quien fue presidente del Senado el 18-O y presidió el acuerdo del 15 de noviembre del 2019, parece no importarle su índole. Le basta con aventurar, muy suelto de cuerpo, que viene de nuevo si en el próximo plebiscito nos dejamos llevar por la ultraderecha, cuando perfectamente podemos seguir como estamos con la Constitución de Pinochet, su ahora opción (antes no, por supuesto).

No sólo Quintana, previamente Mario Marcel recurrió al mismo blufeo condicionando la reforma tributaria, y eso que es ministro de Hacienda, se supone que lo más serio de este gobierno. Para qué decir todos los que han estado sosteniendo hasta hace poco que sin la violencia del 18-O no se podría haber avanzado jurídicamente hasta ahora. ¿De ahí que la presidenta de la Comisión Experta suelte el llanto porque el soufflé -el “una que nos una”- no resultó como se quería? El común denominador es el mismo: ustedes no nos llevan el amén, y todo se va a la chuña.

El “bogeyman”, el “hombre del saco”, leyendas que datan del siglo XV o antes, y lo del “un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo” de Marx y Engels de 1848, operan de igual manera, infantilizando. ¿Alguien se imagina a Churchill, en medio del Blitz, especulando por radio o ante el Parlamento, sobre cuándo de nuevo la Luftwaffe va a volver a bombardear? Una vez iniciado el terrorismo, no para. Si, de hecho, suena a jactancia más que a alarma; ¿es que ahora se prepara lo que hace cuatro años surgió espontáneamente?

Quizá en todo esto hay algo todavía más de fondo-desesperación-muy propio de las izquierdas actuales. Llevan años siendo y sintiéndose derrotados, desde el 89 en el mundo entero, en Chile desde el 73. Lo ha hecho ver Enzo Traverso en Melancolía de Izquierda, a modo de autocrítica. Derrumbadas sus utopías, sostiene, se sumen en un “presentismo” mula, infértil, en que el “pasado no pasa”, y el futuro “no puede inventarse ni predecirse (salvo en términos de catástrofe)”. Lo confirma entre nosotros Rodrigo Karmy cuando insiste en que de lo que se trata el 18-O es “ajusticiar” y anular el 11-S de 1973. La prédica es a confesarse y arrepentirse (ellos no).

Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

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Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: El estallido como chantaje

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11.11.2023

Lo del estallido de nuevo, según Jaime Quintana, es bastante más que un puro chantaje. Quizá no entiende del todo (o se hace que no entiende) cuando lanza lo que dijo.

Quienes llevan cuatro años elucubrando qué fue lo que sucedió han ofrecido todo tipo de explicaciones: que se trató de una revuelta, asonada popular, carnaval, guerra, golpe de estado no tradicional, suerte de intifada, quiebra institucional, espiral de expectativas frustradas, malestar prolongado, para nada una revolución, sino una crisis que nadie previó, etcétera. Es decir, inefable y una sarta de contradicciones el diagnóstico que arroja una reflexión en curso con retroexcavadora operando, aunque a quien fue presidente del Senado el 18-O y presidió el acuerdo del 15 de........

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