Por: Rodrigo Guerrero Velasco

En Cali en 1859, bajo las ceibas de lo que hoy se llama el Paseo Bolívar, en reunión presidida por el general Tomás Cipriano Mosquera, se decidió realizar el viejo anhelo de los caleños de construir una salida al mar. Sin embargo, los deseos solo fueron satisfechos en 1915, cuando llegó la primera locomotora a Cali, después de que la Convención de Rionegro aprobara un empréstito por 1 millón de pesos para construir el ferrocarril y de haber recibido el apoyo decisivo del presidente Rafael Reyes.

Cali comenzó pronto a notar los beneficios de la comunicación con el mar por rieles, y hasta se comenzaron a observar congestiones en los despachos del ferrocarril. Afloró entonces el deseo de tener un camino carreteable, más corto, siguiendo la ruta Dagua-Tocotá, y a tal efecto, una ordenanza aprobada en 1925 decretó la construcción de un camino siguiendo las márgenes del Anchicayá y ordenó crear una Junta de Propaganda y Colonización de la región del Digua.

El afán del nuevo camino llevó a varios patricios de la ciudad a introducir un artículo de la Ordenanza 47 de 1926, por el cual se concedía el privilegio de construir una carretera privada y se autorizaba el cobro de un peaje para financiarla y mantenerla. Se dejaba la salvedad de que el Departamento podría adquirir la obra en el momento en que lo considerase conveniente. Todos los integrantes de la Asamblea aprobaron la ordenanza, con la excepción de la diputación de Buga, que la demandó de inmediato ante el Tribunal Contencioso en Popayán. La querella llegó finalmente hasta el Consejo de Estado en Bogotá y, después de encendidos debates, ese organismo negó la solicitud de nulidad entablada por Buga.

Mientras se libraba la batalla jurídica, se inició en Cali un movimiento cívico extraordinario para cumplir la ordenanza. El 5 de junio de 1926 quedó constituida la sociedad constructora y se inició la suscripción de acciones, a 10 pesos cada una. El 26 de septiembre de ese año se comenzaron las obras, con herramientas prestadas, en el sitio hoy conocido con el nombre de Portada al Mar, porque ahí se cobraba el peaje, de un centavo por kilómetro. Toda la sociedad caleña se vinculó al proceso. Políticos, liberales y conservadores; empresarios y campesinos y hasta el gremio de lustrabotas y las lavanderas del río Cali subscribieron acciones para aportar a su financiación.

El empuje inicial de la sociedad logró llevar la carretera hasta Dagua y, tras largos debates, se decidió continuarla por la ruta del Digua y el Anchicayá. El presupuesto inicial, de 1’600.000 pesos, fue superado con las primeras intervenciones. Los recursos privados se agotaron y a partir de 1934 se tuvieron que lograr apoyos departamentales y nacionales importantes en varias ocasiones.

Este proceso de una carretera construida por un esfuerzo colectivo es similar a la que está ocurriendo donde los antioqueños de todos los estratos, liderados por su gobernador, han ya recaudado significantes recursos para la pavimentación de unas vías 4G consideradas de gran importancia para el departamento.

Este poderoso movimiento social es un claro ejemplo de lo que hoy en las ciencias sociales se llama “eficacia colectiva”. Desde un punto de vista más preciso, la Eficiencia Colectiva es definida como la ventaja competitiva derivada de la acción conjunta de varios actores. De otra manera, puede definirse como la confianza y las expectativas y ventajas positivas entre los vecinos de un sector para lograr el bien común.

La carretera al mar de los caleños, lo mismo que la decisión de los antioqueños de hacer “una vaca” para pavimentar unas obras indispensables, son claros ejemplos de Eficacia Colectiva: una acción de varios ciudadanos que mueve voluntades, trasciende los vaivenes de los gobiernos y mantiene una voluntad inquebrantable hasta lograr sus objetivos.

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La carretera al mar de Cali y la “vaca” para pavimentar carreteras en Antioquia

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06.04.2024

Por: Rodrigo Guerrero Velasco

En Cali en 1859, bajo las ceibas de lo que hoy se llama el Paseo Bolívar, en reunión presidida por el general Tomás Cipriano Mosquera, se decidió realizar el viejo anhelo de los caleños de construir una salida al mar. Sin embargo, los deseos solo fueron satisfechos en 1915, cuando llegó la primera locomotora a Cali, después de que la Convención de Rionegro aprobara un empréstito por 1 millón de pesos para construir el ferrocarril y de haber recibido el apoyo decisivo del presidente Rafael Reyes.

Cali comenzó pronto a notar los beneficios de la comunicación con el mar por rieles, y hasta se comenzaron a observar congestiones en los despachos del ferrocarril. Afloró entonces el deseo de tener un camino carreteable, más corto, siguiendo la ruta Dagua-Tocotá, y a tal efecto, una ordenanza aprobada en 1925 decretó la construcción de un camino siguiendo las márgenes del Anchicayá y ordenó crear una Junta de Propaganda y........

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