Si vivir 100 años ya es una hazaña por sí misma, vivirla intensamente, cambiando —además— la geopolítica del mundo circundante, es la aventura extraordinaria protagonizada por aquel inmigrante judío que llegó en 1938, impecune, a los Estados Unidos, huyendo del terror nazi implantado en su nativa Alemania.

Nacido el 23 de mayo de 1923, como Heinz Alfred Kissinger, comenzó su ascenso vertiginoso hacia la cumbre del poder enrolado como soldado en la Segunda Guerra Mundial, luego, cumpliendo exitosa pasantía en Harvard, donde detectado su talento imaginativo fue reclutado por la Casa Blanca como consejero de Richard Nixon y siguió oficial y oficiosamente en tal carácter asesorando a 12 presidentes.

En el ocaso de su vida, físicamente disminuido, solo se lo veía postrado en un sillón ortopédico, donde su enorme cabeza, almacenera de su portentoso cerebro, parecía emerger directamente del esternón, por la desaparición completa de su cuello, tercamente encorbatado. Aún en esa situación continuó concediendo entrevistas, brindando declaraciones que se convertirían en recetas de orientación para la política exterior. Preocupado por el peligroso curso de las relaciones sino-americanas, no dudó a sus 100 años tomar el avión y visitar a su amigo Xi Jinping para disuadirlo de su apetito por recuperar Taiwán por la fuerza, gestión oficiosa que nadie le pidió. A la noticia de su muerte, la prensa mundial sin excepción dedicó paginas enteras en la memoria de aquel cultor de la “Real-politik”, recalcando las luces y las sombras de su dilatada ejecutoria, repitiendo ad nauseum sus logros diplomáticos, principalmente durante la Guerra Fría, o sea su política de “detente” con la Unión Soviética; el convenio sobre limitación de armamentos estratégicos SALT I (1972) y SALT II (1979); el pacto para poner fin a la guerra en Vietnam, que le valió el Premio Nobel de la Paz (1973); los acuerdos de Camp David (1978) entre Egipto e Israel, y otros resultados positivos para posesionar a los Estados Unidos en el pináculo del planeta. Pero, en mi opinión, el máximo galardón de su carrera fueron sus pacientes pasos de diplomacia secreta para la apertura de relaciones con la China de Mao, lo que posibilitó la incorporación del gigante asiático al concierto de las naciones, anulando el anacronismo de haber sentado a Taiwán por largos años en el Consejo de Seguridad.

Entre las sombras, se culpa a Kissinger haber extendido el conflicto vietnamita a los países vecinos de Laos y Camboya, mediante incesantes bombardeos que ocasionaron múltiples bajas civiles. También se cita su desdén por los derechos humanos en otras contiendas en el Medio Oriente y África. En los medios latinoamericanos se recuerda con rencor el rol que jugó HK en la gestación y consolidación del golpe de Estado (1971) en Chile que implantó la sanguinaria dictadura de Augusto Pinochet durante 17 años. En general, a HK no le preocupaba América Latina, que, para él, era el “extremo Occidente”, es decir, una región marginal.

Empero, ¿cuáles son los rasgos esenciales de esa singular personalidad que alterna cinismo y seducción con habilidad y —a veces— brutalidad?

Estudiando la obra escrita de Kissinger, tanto la teórica (Diplomacia) o la “pequeña historia” de sus memorias (3.800 páginas), y recogiendo comentarios de prensa, se podría retratar al intelectual puro y duro que alimenta su vida en la compañía de jóvenes y bellas starlets con las cuales solía lucirse en los restaurantes neoyorkinos. Hombre de pocos escrúpulos humanitarios, su copioso anecdotario registra por ejemplo su desacuerdo con la crítica generalizada hacia Vladimir Putin al compararlo con Hitler: “para entender a Putin uno tiene que leer a Dostoyevsky y no Mein Kampf”

Finalmente —como legado— en su último libro World Order (El orden Mundial) (2014) expresa su preocupación acerca de la capacidad de los Estados Unidos para optar el liderazgo planetario.

Carlos Antonio Carrasco
es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

QOSHE - Kissinger: visión y revisión - Carlos Antonio Carrasco
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Kissinger: visión y revisión

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09.12.2023

Si vivir 100 años ya es una hazaña por sí misma, vivirla intensamente, cambiando —además— la geopolítica del mundo circundante, es la aventura extraordinaria protagonizada por aquel inmigrante judío que llegó en 1938, impecune, a los Estados Unidos, huyendo del terror nazi implantado en su nativa Alemania.

Nacido el 23 de mayo de 1923, como Heinz Alfred Kissinger, comenzó su ascenso vertiginoso hacia la cumbre del poder enrolado como soldado en la Segunda Guerra Mundial, luego, cumpliendo exitosa pasantía en Harvard, donde detectado su talento imaginativo fue reclutado por la Casa Blanca como consejero de Richard Nixon y siguió oficial y oficiosamente en tal carácter asesorando a 12 presidentes.

En el ocaso de su vida, físicamente disminuido, solo se lo veía postrado en un sillón ortopédico, donde su enorme cabeza, almacenera de su portentoso cerebro, parecía emerger directamente del esternón, por la desaparición completa de su cuello, tercamente encorbatado. Aún en esa situación continuó........

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