La temprana muerte de Nicolás Restrepo me impresionó; sabía de su cruel enfermedad, pero cuando oí la noticia sentí, a pesar de la advertencia, un vacío: éramos de la misma edad. Habíamos estudiado juntos en el Semenor cuando era rector de ese colegio el padre Leopoldo Peláez y nos volvimos a ver muchos años después cuando empecé a escribir en LA PATRIA, o sea a ser columnista en el año 2008.
Recuerdo una anécdota referente a una columna mía que él amablemente se negó a publicar. Se trataba de un escrito despotricando de Efraím Osorio, conocedor profundo del idioma español que me tenía harto con sus anotaciones gramaticales, pero que nunca hablaba del contenido de los escritos. Lo tildé, dando vía libre a la rabia, de jesuita y otros epítetos de excelente calibre, perfectos para sacar de compostura al buen Efraím. Me la devolvió, y al instante comprendí que me estaba haciendo un favor al ejercer su función de director del diario.
Otro recuerdo que tengo de él gira alrededor del proceso de paz del Gobierno Santos, Nicolás mostró de nuevo su entereza como director. Yo había publicado una columna en la que expresaba mi inconformidad acerca de cómo se estaba articulando esa gran oportunidad para el país. No sé por qué yo estaba en LA PATRIA al día siguiente, cuando él salía del edificio en compañía del presidente César Gaviria, se volteó hacia mí y de forma tajante, que yo tomé como chanza en ese momento, me dijo que ese periódico era de los que apoyaban la paz. Sabía Nicolás que un periódico es rico si permite que circulen varias opiniones acerca de un tema.
Estas anécdotas poco aportan a trazar el retrato de este hombre que a su manera marcó una época de la ciudad a través de la dirección de LA PATRIA. Se trata de recuerdos míos sin mayor trascendencia, pero lo que sí exaltó de forma concreta la figura de Nicolás Restrepo Escobar fue la misa en la Catedral. Esta ceremonia, presidida por el arzobispo José Miguel Gómez, en la que este inteligente hombre con voz pausada consoló a los deudos, reunió a las personas más representativas de la ciudad que llenaron completamente el edificio más significativo de Manizales. Fueron testigos esos desafiantes muros de cemento cómo la ciudad se identificó y se solidarizó con la muerte de uno de los suyos solamente con hacer presencia, al parecer sobraban palabras a pesar de ser estas la materia prima de un periódico. Nadie se resistió al llamado que apelaba a lo más profundo del arraigo.
La muerte de un buen capitán de LA PATRIA, periódico completamente manizaleño, donde hace más de 100 años se refleja la ciudad y se libraron y se librarán luchas en su defensa, era motivo para dejar a un lado los afanes cotidianos y asistir a esta cita que honró de manera muy especial a Nicolás como persona, al periódico y lo que representa y a la ciudad que ayudó a formar. Las frases emotivas de su sucesor, Jorge Hernán Botero, nos sacaron a los asistentes de ese momento único y nos confrontaron de nuevo con la ausencia y la tristeza. Me quedó la satisfacción de haber sido parte de ese homenaje espontáneo y sentir la fuerza de nosotros los manizaleños, vigor que hace mucho tiempo no veía hacer presencia en la ciudad. Despedimos a Nicolás como a uno de los grandes.
A su madre, doña Elvira; a su esposa, Clemencia; a sus hijos, Isabel y Juan José, les quiero expresar mis sentidas condolencias.

QOSHE - Nicolás Restrepo Escobar - Pedro Felipe Hoyos Körbel
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Nicolás Restrepo Escobar

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15.11.2023

La temprana muerte de Nicolás Restrepo me impresionó; sabía de su cruel enfermedad, pero cuando oí la noticia sentí, a pesar de la advertencia, un vacío: éramos de la misma edad. Habíamos estudiado juntos en el Semenor cuando era rector de ese colegio el padre Leopoldo Peláez y nos volvimos a ver muchos años después cuando empecé a escribir en LA PATRIA, o sea a ser columnista en el año 2008.
Recuerdo una anécdota referente a una columna mía que él amablemente se negó a publicar. Se trataba de un escrito despotricando de Efraím Osorio, conocedor profundo del idioma español que me tenía harto con sus anotaciones gramaticales, pero que nunca hablaba del contenido de los escritos. Lo tildé, dando vía libre a la rabia, de jesuita y otros epítetos de excelente calibre, perfectos para sacar de compostura al buen Efraím. Me la........

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