La primera aparición de Manizales en la literatura la facilita el escritor popayanejo Manuel Pombo quien realizó un viaje de Medellín a Bogotá en 1852 y redactó una crónica de su viaje. Era Manuel, hermano de Rafael Pombo destacado poeta y escritor infantil que se inmortalizó con el Rin Rin Renacuajo y otros versos no menos inocentes. El género crónica de viaje ha desaparecido de los anaqueles de las librerías y bibliotecas, al parecer la cámara fotográfica reemplazó a la libreta de apuntes y en esta época en la que todo el mundo recorre el planeta y ve cosas asombrosas, muy pocos viajeros tienen el ojo afinado para verter en palabras lo vivido durante esos extensos recorridos. Nuestros escritores se han dedicado a recorrer el alma de la humanidad, seguramente por una topografía más escabrosa, deslegitimando el concepto que el entorno físico marca al hombre tanto como a su entorno afectivo.
Pombo, al igual que los escritores del círculo de “El Mosaico” bogotano que dirigía José María Vegara entre 1858 y 1865, descubrían dentro de un proceso de apropiación nacional al país, sus gentes y su geografía. En su paso por Manizales, cuando tenía esta capital en ciernes 3.000 habitantes y su casco urbano se componía de 260 casas, y tenía más apariencia de una población indígena con un buen número de casas de techo de paja regadas a lo largo de ese estribo de la cordillera central, que de una ciudad española donde las calles se encuentran en ángulos de 90°, miden 80 varas de largas, tiene una plaza mayor y la torre de la iglesia denomina el skyline de la población, compartió techo con el coronel Codazzi, proto geógrafo que para esa fecha recorría el país en comisión corográfica, tratando el mismo tema que movía a los escritores costumbristas, pero de manera más sistemática y elaborando, además, pinturas que hoy permiten “ver” ese lejano y frágil pasado, en la casa de uno de los fundadores: don Eduardo Antonio Hoyos Ángel.
El mundo de los escritores costumbristas que dejan de lado los móviles del romanticismo, tratan de plasmar en sus amenas páginas la vida rural del país, convencidos de que el alma de la nación se ubicaba en esos entornos. El escrutinio de móviles psicológicos que animan una personalidad y sus actos le debe ceder el terreno a la descripción del paisaje y la vestimenta típica de la gente de mediados del siglo XIX colombiano. El costumbrismo es la toma de posición por medio de la escritura de un territorio, es un despertar de una conciencia nacional después de un proceso de independización como el que había vivido en Colombia durante las tres primeras décadas de ese siglo. Y es curioso que esa actitud literaria ante la nación es de origen español y no corresponde al enfrentamiento que surgió entre España y sus antiguas posesiones en ultramar.
Decir que Pombo y sus compañeros escribieron crónica cuando resumían sus vivencias de viajes por un vasto país saturado de curiosidades desconocidas es correcto y tildar de costumbristas a sus otros textos redactados detrás de sus escritorios, como “El Moro” de José Manuel Marroquín, en el que el resultado del ejercicio literario es una fábula política que describe la época que le tocó al autor actuar como presidente de la República, es igualmente acertado y facilita entender esa literatura que representa para el país mucho más que solo la descripción de costumbres. “Viaje por las tierras de Caldas”, texto que no fue libro en su época, lo difundió Enrique Otero D ́Costa, el comerciante, historiador y político santandereano que fundó y dirigió con acierto el “Archivo Histórico”, publicación del Centro de Estudios Históricos de Manizales en 1919.
Llama la atención de esta crónica de viaje que la toponimia recogida por Pombo en sus páginas es la misma que denomina hoy en día los parajes ubicados sobre esa ruta que iba de Sonsón a Aguadas pasando por Pácora, Salamina, seguramente Aranzazu que se llamaba en ese entonces “El Sargento” y Neira, para en Manizales hacer escuadra remontando la cordillera y llegar a Mariquita en el Tolima. Pombo, buen observador enriquece su narración entretejiendo anécdotas en forma de diálogos que sostuvo con la gente a la vera del camino, creando un panorama amplio y colorido. Capta este optimista viajero que con asombro recorre una frontera, porque la civilización colombiana iba técnicamente hasta el río Chinchiná, los fragosos caminos y se solaza de estar presente en ese momento clave del desarrollo del país. Dijo Pombo, casi que proféticamente, en el año 1852 sobre Manizales: “… Los antioqueños han escogido muy bien este punto y pueden hacer de él una plaza formidable en la guerra o floreciente en el comercio con sus vecinos los caucanos y marquetones: militar y comercialmente se presta a ser posición de primer orden y a seguir un incremento más rápido que el de las demás poblaciones de Antioquia…”.

QOSHE - Manuel Pombo y la historia de la literatura en Manizales - Pedro Felipe Hoyos Körbel
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Manuel Pombo y la historia de la literatura en Manizales

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13.12.2023

La primera aparición de Manizales en la literatura la facilita el escritor popayanejo Manuel Pombo quien realizó un viaje de Medellín a Bogotá en 1852 y redactó una crónica de su viaje. Era Manuel, hermano de Rafael Pombo destacado poeta y escritor infantil que se inmortalizó con el Rin Rin Renacuajo y otros versos no menos inocentes. El género crónica de viaje ha desaparecido de los anaqueles de las librerías y bibliotecas, al parecer la cámara fotográfica reemplazó a la libreta de apuntes y en esta época en la que todo el mundo recorre el planeta y ve cosas asombrosas, muy pocos viajeros tienen el ojo afinado para verter en palabras lo vivido durante esos extensos recorridos. Nuestros escritores se han dedicado a recorrer el alma de la humanidad, seguramente por una topografía más escabrosa, deslegitimando el concepto que el entorno físico marca al hombre tanto como a su entorno afectivo.
Pombo, al igual que los escritores del círculo de “El Mosaico” bogotano que dirigía José María Vegara entre 1858 y 1865, descubrían dentro de un proceso de apropiación nacional al país, sus gentes y su geografía. En su paso por Manizales, cuando tenía esta capital en ciernes 3.000 habitantes y su casco urbano se........

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