Adrienne Monnier no escribía poesía, pero trataba con ella y sabía los efectos que produce en quienes la leen. Tuvo una librería en París, la mítica La Maison des Amis des Livres. Aunque ya no existe, pervive en los sueños compartidos de los amantes de la literatura como un invernadero «donde se abrían, se cambiaban, se diseminaban o se marchitaban las ideas en total libertad, en total hostilidad, en total promiscuidad, en total complejidad», tal como lo describió Prévert en un libro de memorias que recoge escritos de quienes conocieron a Monnier y parece hecho de la felicidad que brota de la vida corriente cuando ha sido transformada por el amor. Porque quien entraba allí, lo hacía atraído por el hechizo de los libros que, como diablillos buenos, incitan a los caminantes solitarios a embriagarse sin tregua, para librarse de la esclavitud del tiempo, de vino, de poesía o de virtud. Con el espíritu de Baudelaire, Monnier dedicó su vida a la poesía: «Poesía es salir de la vida corriente, es quitarse la ropa de todos los días, sucia y arrugada, para ponerse la ropa de festivo: nueva o como nueva, de colores vivos o claros, de un negro bien negro, un blanco bien blanco. Los colores adquieren entonces todo su significado, que no puede expresarse con palabras, ni tan siquiera en ideas, solo en sentimientos profundos, como si el gran ser maternal manifestase tierna y poderosamente su presencia».

Me pregunto qué será eso que nace de fuera y de dentro como una fuerza superior e invisible. Te hace caminar ligero, como liberado del fardo del tiempo, sin necesidad de ir a ningún sitio, con la simple felicidad de estar allí, solo en busca de eso que produce la deliciosa sensación de estar en sintonía con la vida que se ofrece sin ningún esfuerzo en las jornadas felices. Estás plenamente en la vida corriente y, sin embargo, te has dejado llevar, y al volver la esquina entras en un lugar inesperado. Baudelaire lo llama «la recompensa de la oración asidua y del ardor espiritual». «Es cierto -dice el poeta- que una elevación constante del deseo, una tensión de las fuerzas espirituales hacia el cielo sería el régimen más adecuado para crear esta salud moral, tan brillante y gloriosa». Pero llega como un regalo, una respuesta a la oración y el deseo, «como un espejo mágico donde el hombre está invitado a verse hermoso, es decir, tal como debería y podría ser». Las librerías también actúan así. Sale uno de ellas siempre con la sensación de que no ha comprado un libro, sino de que se lo han regalado.

De esta manera, poesía y felicidad van unidas. Los días felices se ofrecen como imágenes reflejadas del deseo y promesas de una realidad invisible a punto de aparecer, la esperanza de una existencia verdadera.

A cambio de su realidad mágica, la poesía no exige apenas nada. Solo sentirse vivo y abierto, con todos los sentidos, a la observación de lo que la vida hace con nosotros por el efecto del amor.

El infinito por los caminos seguros, el acceso a una habitación en la que todo está coloreado, hasta el aire, y cuyas ventanas son creaciones del corazón. Como las librerías, que nunca cierran.

QOSHE - La facilidad de las librerías - Enrique Arroyas
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

La facilidad de las librerías

7 0
24.11.2023

Adrienne Monnier no escribía poesía, pero trataba con ella y sabía los efectos que produce en quienes la leen. Tuvo una librería en París, la mítica La Maison des Amis des Livres. Aunque ya no existe, pervive en los sueños compartidos de los amantes de la literatura como un invernadero «donde se abrían, se cambiaban, se diseminaban o se marchitaban las ideas en total libertad, en total hostilidad, en total promiscuidad, en total complejidad», tal como lo describió Prévert en un libro de memorias que recoge escritos de quienes conocieron a Monnier y parece hecho de la felicidad que brota de la vida corriente cuando ha sido transformada por el amor. Porque quien entraba allí, lo hacía atraído por el hechizo de los libros que, como diablillos buenos, incitan a los........

© La Opinión de Murcia


Get it on Google Play