Estos días en que ha comenzado la incursión terrestre del ejército israelí en Gaza con un apagón informativo que hace presagiar lo peor, parece que se corroboran las sospechas de que esta guerra, que prevén larga y dura, no es una respuesta emocional atacando de manera terrible a un terrible ataque. Es la guerra como instrumento para conseguir el objetivo político por excelencia del Gobierno israelí, quedarse con los Territorios Ocupados de Palestina, eliminando o expulsando a quienes no les permiten hacerlo.

Todo indica que estamos ante un ejemplo arendtniano en cuanto a su teoría de la banalidad del mal, por la que podemos actuar cumpliendo, aceptando y normalizando órdenes, consignas y propuestas que tienen implícita una violencia extrema, sin cuestionar ni reflexionar sobre la moralidad de nuestros actos. Esto puede ser lo que estén haciendo gobernantes, políticos, militares, fabricantes de armas, líderes de opinión, periodistas y personas normales y corrientes, entre las que nos podemos encontrar cualquiera de nosotros.

Un plan malvado

En política hay poco espacio para la improvisación. Ni el ministro de Defensa Yopav Gallant improvisó los primeros días de la masacre cuando ordenó un asedio total sobre la Franja de Gaza un plan que incluía que no habría “electricidad, ni alimentos, ni gas”. Ni lo hizo el presidente eatadounidense, Joe Biden, en su declaración institucional durante su visita a Tel Aviv, en la que dio el visto bueno a lo que parece que va a pasar los próximos meses.

Su tímido comentario sobre los errores en la respuesta tras el 11-S de su país para alertar de lo que pudiera cometer Israel tras el 7-O no parecía buscar evitar una guerra, sino alertar de que ésta aprendiera de los errores cometidos en Afganistán. El gobierno de Netanyahu ha interpretado estas palabras en el sentido opuesto al que han sido explicadas por los medios de comunicación, como que el error quizá fue no haber sido lo suficientemente contundente, no haber eliminado el enemigo de tal manera que no pueda resurgir. Puede que la declaración de Gallant de que “estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia» no sea tan sólo una declaración en caliente, fruto de la ira, sino una calculada advertencia de lo que estaba por venir.

El gobierno extremista de Netanyahu es, además, rehén de su relato, se ve obligado a mantener coherencia con su narrativa de que lo que ha provocado la muerte de 1.300 israelíes a manos de Hamás no tiene nada que ver con sus políticas de ocupación y apartheid en la Franja de Gaza y Cisjordania. Lo más terrible es que los predecesores a Netanyahu han hecho prácticamente lo mismo, con lo que una propuesta política alternativa que surja internamente es poco probable. El Gobierno de Israel actual necesita justificar sus palabras y sus actos volviendo con un botín que “compense” el sacrificio. Esta compensación bien podría ser la anexión de facto de un nuevo territorio. Para lo que necesita no sólo la movilización y consentimiento internas, sino el apoyo económico, político y militar de sus aliados exteriores.

Complicidad eichmaniana

Las responsabilidades del genocidio en ciernes son compartidas. El deleznable objetivo que aparentemente tiene el actual Gobierno israelí no puede ser conseguido sin la cobardía de quienes perpetran sobre el terreno los crímenes dictados. La sociedad israelí es probablemente la más militarizada del mundo, está preparada para la ocupación militar y para la guerra. Cuenta para ello con un extenso servicio militar obligatorio para hombres y mujeres, la obligación de prestarlo en los territorios ocupados y el continuo entrenamiento militar de sus reservistas. Los miles de bombardeos son llevados a cabo por militares que, si bien son manipulados, adoctrinados y entrenados para cumplir órdenes, también son responsables de lo que sucede. La maldad de quienes cumplen las órdenes de bombardear, sin sufrir el menor riesgo, con el fin de eliminar la población gazatí objeto de sus ataques, no es menor que la de Eichmann, cuando afirmaba que tan sólo cumplía órdenes, que no era corresponsable del genocidio nazi del pueblo judío.

Pero quienes perpetran la violencia en primera línea no podrían hacer nada sin los cómplices de Netanyahu, Gallap y quienes hoy comandan Israel. El primero, el Gobierno de Estados Unidos, que no ha dudado en enviar al Mediterráneo dos buques de guerra, aviones de combate y 2.000 marines para apoyar militarmente a Israel y disuadir a quienes pretendieran apoyar militarmente a Hamás.

La complicidad de Europa es también clave. La tibia demanda de “pausas humanitarias” de la Unión Europea no es más que un cheque en blanco para la ofensiva militar del ejército israelí, que pide con la boca demasiado pequeña el respeto del Derecho Internacional Humanitario.

El Gobierno español, por su parte, mantiene un cómplice posicionamiento legitimador de la violencia israelí en Gaza, ya que no ha tomado ninguna medida que demuestre una mínima distancia con los crímenes que se están cometiendo en la Franja de Gaza. Una complicidad que seguirá vigente mientras no suspenda toda relación militar con Israel, lo que incluye un embargo de armas, dejar de exportar material de defensa y doble uso a Israel, pero también dejar de comprar armas y componentes y equipamientos militares a una industria israelí que necesita ingresos para mantener la viabilidad económica de la militarización del país.

Lo correcto y lo deseable

El shock que el 7–O ha generado en la sociedad israelí –y, en cierto modo, en el resto del mundo– pretende ser aprovechado por Netanyahu como única vía de supervivencia de su gobierno, acelerando su agenda colonizadora de Gaza y Cisjordania con una agresiva ofensiva militar que acabará con la vida de miles de inocentes. Todo ello contribuirá además a construir un mundo post 7-O más inseguro. Es lo que ha conseguido la presidenta de la Comisión Europea Von der Leyden con su particular foto de las Azores, poniendo a la ciudadanía europea en el punto de mira de quienes, por desgracia, elijan la violencia para mostrar su rechazo al genocidio que se perpetra en Palestina.

Afortunadamente, no todo es complicidad con la violencia extrema que estamos viendo en la Franja de Gaza. El secretario de Naciones Unidas, el presidente brasileño, algunos políticos coherentes, ONG, movimientos de solidaridad con el pueblo palestino, movimientos pacifistas, el mundo de la cultura, académicos, y hasta organizaciones y colectivos judíos en Israel, EEUU y otros países eligen estar en el lado correcto de la Historia. No nos queda más que confiar en que los muchos manifiestos, declaraciones, artículos, actos públicos, concentraciones y manifestaciones contra la violencia, la guerra y en solidaridad con las víctimas de este conflicto, ayuden a ver la maldad implícita en cada una de las acciones que contribuyen al exterminio que se pretende llevar a cabo en la Franja de Gaza y, lo que es más importante, a pararlo. Es lo deseable para vivir en paz no sólo en la Franja de Gaza y demás territorios palestinos, sino también en Israel y el resto del mundo. ¿Elegiremos hacer lo correcto?

Jordi Calvo es coordinador e investigador en el Centre Delàs d’Estudis per la Pau.

La entrada Elegir hacer lo correcto por Palestina se publicó primero en lamarea.com.

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Elegir hacer lo correcto por Palestina

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02.11.2023

Estos días en que ha comenzado la incursión terrestre del ejército israelí en Gaza con un apagón informativo que hace presagiar lo peor, parece que se corroboran las sospechas de que esta guerra, que prevén larga y dura, no es una respuesta emocional atacando de manera terrible a un terrible ataque. Es la guerra como instrumento para conseguir el objetivo político por excelencia del Gobierno israelí, quedarse con los Territorios Ocupados de Palestina, eliminando o expulsando a quienes no les permiten hacerlo.

Todo indica que estamos ante un ejemplo arendtniano en cuanto a su teoría de la banalidad del mal, por la que podemos actuar cumpliendo, aceptando y normalizando órdenes, consignas y propuestas que tienen implícita una violencia extrema, sin cuestionar ni reflexionar sobre la moralidad de nuestros actos. Esto puede ser lo que estén haciendo gobernantes, políticos, militares, fabricantes de armas, líderes de opinión, periodistas y personas normales y corrientes, entre las que nos podemos encontrar cualquiera de nosotros.

Un plan malvado

En política hay poco espacio para la improvisación. Ni el ministro de Defensa Yopav Gallant improvisó los primeros días de la masacre cuando ordenó un asedio total sobre la Franja de Gaza un plan que incluía que no habría “electricidad, ni alimentos, ni gas”. Ni lo hizo el presidente eatadounidense, Joe Biden, en su declaración institucional durante su visita a Tel Aviv, en la que dio el visto bueno a lo que parece que va a pasar los próximos meses.

Su tímido comentario sobre los errores en la respuesta tras el 11-S de su país para alertar de lo que pudiera cometer Israel tras el 7-O no parecía buscar evitar una guerra, sino alertar de que ésta aprendiera de los errores cometidos en Afganistán. El gobierno de Netanyahu ha interpretado estas palabras en el........

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