El biólogo Richard Dawkins, estrella del ateísmo, ídolo de listos y faro de centristas, se ha reconocido «cristiano cultural».

Tan acostumbrados estamos a la figura que algunos han querido ver un cambio de chaqueta en Dawkins, que ya había dicho esto años antes. Lo que sí puede ser nuevo es la aceptación pública de sus palabras, la mayor sensibilidad hacia ellas. El centrismo progresista ateo, el secularismo político, la ideología de los neuronales (apoyada en una idealizada versión del republicanismo francés) empieza a considerar de otro modo las cosas.

No es Dawkins, sino la recepción de lo que dice Dawkins lo que resulta sintomático.

Lo que dice no dista mucho, en realidad, del conservadurismo de la declaración de París, por ejemplo. Es en Europa, en la cuestión europea, donde estas cosas se debaten. Es curioso, las raíces son debatidas por las élites. Lo de abajo, arriba.

En palabras de Paul Valery: «Toda raza y toda tierra que ha sido sucesivamente romanizada, cristianizada y sometida, en lo que respecta al espíritu, a la disciplina de los griegos, es absolutamente europea».

La trinidad europea está clara: Grecia, Roma y el Cristianismo. Nosotros somos romanamente griegos, cristianamente romanos, romanamente cristianos y españolamente romanos, de modo que Europa es nuestra españolidad. Una Europa que rebaje el vino de la españolidad será antieuropea. Y en eso se está. Los «valores europeos» institucionalizados en la temible UE son muy poco europeos. La Von der Leyen y los de la banderita azul son okupas de valores y están dando el timo del milenio (transplantando raíces ajenas y muertas a lo europeo, dando un cambiazo axial).

Dawkins tiene algo de sabio idiota. Sabio con algo tonto, inconsecuente. A la vez que se alegra de que haya cada vez más ateos, se siente bien en el cristianismo frente a un Islam que considera «indecente» por cómo trata a los gais y las mujeres. Tom Holland ha dicho, en imagen de dibujos animados, que Dawkins se empeña en serrar la rama sobre la que está sentado. Le gusta lo cristiano residual como espacio cómodo, confortable, seguro y a la vez se alegra de que cada vez haya menos cristianos. Lo cristiano sería la sala VIP de un aeropuerto, una zona amable y transitoria con comodidades donde estar razonablemente bien, aun no deshumanizada pero sin graves exigencias, donde disfrutar del catering (para celíacos, también kosher y halal) protegido de la barbarie turista y poder ser gay, mujer liberada o intelectual ateo pesado. No se quema a nadie, y se puede creer o no creer. Es más, se estimula lo segundo. Pero Dawkins, tan listísimo, parece no querer entender. Una religión sin vigor, sin fervor e incluso sin miedo pierde su fuerza y perdido el orden espiritual, solo queda sostener el político. Su manera de hablar del Islam produce un efecto extraño: se parece tanto a la forma en la que hace nada hablaban del cristianismo que lleva a simpatizar instintivamente con ese culto.

Los tiempos cambian, Dawkins será imitado y en la medida en que lo permitan los partidos, veremos pronto un reguero de centristas hacia lo bíblico, cogiendo la bandera, en transición de «lo ilustrado» a lo «cristiano cultural»: las iglesias románicas en fin de semana, las «raíces judeocristianas» de Ayuso, las yemas de Santa Teresa, que están tan buenas, o el aprecio de la solemnidad festiva de la Semana Santa (¿ha habido este año el habitual artículo de «lo mío es Bach«) en cuya estética ahora se descubre nada menos que a Sorrentino, algo solo superable por el momento en que alguien, a no mucho tardar, diga que los pasos de Semana Santa le recuerdan las carrozas del Orgullo.

El cristianismo cultural suena un poco a esos anuncios navideños de embutidos cuando dicen «que no nos quiten lo nuestro».

Los centristas dawkinianos seguirán los pasos dubitativos dados en política con su defensa del «constitucionalismo», ahora en manos huéspedes del PP. El constitucionalismo, incluso si la Constitución fuera buena y no un dispositivo desastroso antiespañol, no puede nada sin el sedimento histórico y cultural que la fundamenta. La Constitución importante y que garantiza lo constitucional es la no escrita. Es lo no escrito en la Constitución lo que la hace posible. No se trata solo del fundamento o preexistencia de la nación, es el fundamento geográfico, demográfico, cultural y religioso que la levanta. Los cuatro han sido debilitados hasta el riesgo general de desplome.

Los dawkinianos españoles irán haciendo su aproximación al «cristianismo cultural», y conociendo su furor llegarán días en que creamos estar en pleno No-Do, pero será como el reconocimiento nostálgico a los buenos tiempos en una casa familiar amenazada de ruina. Constitucionalismo sin su fundamento y cristianismo cultural sin orden espiritual parecen poca cosa. Se necesitan constitucionalistas de lo no escrito y cristianos espirituales. O por lo menos, gente humilde. Que cada cual aporte lo que pueda.

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Ser cristiano cultural

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02.04.2024

El biólogo Richard Dawkins, estrella del ateísmo, ídolo de listos y faro de centristas, se ha reconocido «cristiano cultural».

Tan acostumbrados estamos a la figura que algunos han querido ver un cambio de chaqueta en Dawkins, que ya había dicho esto años antes. Lo que sí puede ser nuevo es la aceptación pública de sus palabras, la mayor sensibilidad hacia ellas. El centrismo progresista ateo, el secularismo político, la ideología de los neuronales (apoyada en una idealizada versión del republicanismo francés) empieza a considerar de otro modo las cosas.

No es Dawkins, sino la recepción de lo que dice Dawkins lo que resulta sintomático.

Lo que dice no dista mucho, en realidad, del conservadurismo de la declaración de París, por ejemplo. Es en Europa, en la cuestión europea, donde estas cosas se debaten. Es curioso, las raíces son debatidas por las élites. Lo de abajo, arriba.

En palabras de Paul Valery: «Toda raza y toda tierra que ha sido sucesivamente romanizada, cristianizada y sometida, en lo que respecta al espíritu, a la disciplina de los griegos, es absolutamente europea».

La trinidad europea está clara: Grecia, Roma y el Cristianismo. Nosotros somos romanamente griegos, cristianamente romanos, romanamente cristianos y........

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