Una vida, unas historias, algunos hechos, curiosas anécdotas, las más de las veces que de entrada parecen insignificantes dan pie a Sergi Pàmies (París, 1960) a hilvanar unos cuentos, convirtiendo dichas circunstancias en materia prima para el desarrollo de la ficción, que es lo que el escritor sitúa en el centro de gravedad de su quehacer. Ya en anteriores ocasiones puede verse este dispositivo de su quehacer en marcha (https://archivo.kaosenlared.net/sergi-pamies-padres-e-hijos/), si bien en la presente ocasión, sus relatos hacen franco honor a lo señalado: «A las dos serán las tres», editado por Anagrama….y una hora menos en Canarias, que dicen.

El escritor catalán es un observador nato que saca oro literario de debajo de las piedras, como un lúcido trapero -adoptando la metáfora cara a Walter Benjamin- que buscando, halla maravillas que para los demás resultarían puros desechos. Esta habilidad que Pàmies posee la combina con la incursión de la propia persona del narrador, lui-même, que se muestra o se desvanece según la conveniencia. Varios relatos, diez, se reúnen en el libro en los que la vida propia y algunas relaciones puntuales se codean en las líneas, ya sea con un objeto, una guitarra ( «Por qué no toco la guitarra»), que le sirve para sacar a la luz de algunas circunstancias existenciales en torno al instrumento musical mentado, con algún otro escritor admirado, Manuel Vázquez Montalbán, con quien coincidió ya en el viaje para asistir a un congreso literario, o también con el propio oficio de escribir («Ferias y congresos»). No faltan tampoco el basado en el relato del momento de acoger una entrega de un premio literario («Dos alpargatas»), y las circunstancias un tanto chirenes.

La prosa va acompañada de un humor, nada de estridencias, serio, ya que éste es un asunto a tomárselo como tal, sin ruidosas risas, ni estruendosas carcajadas, sino con sonrisas cómplices que surgen ante la sorna empleada por Pamiès sobre sí mismo y el mundo que le/nos rodea, sin que el ombliguismo se apodere, para nada, de sus historias, ni siquiera éste asome con timidez. Los disloques propios del escritor son desvelados sin recato hasta la desnudez, con un paso firme que avanza cual potente apisonadora, pero con suavidad y ternura. La mirada se acerca o se distancia como si un certero zoom sirviese al narrador para buscar la distancia y el enfoque precisos. A lo dicho hasta el momento, se ha de añadir la marca de la casapropia del autor de «El arte de llevar gabardina», que reside en la sencillez carente de cualquier manierismo o abalorio estilístico y pertrechado con el recurso a los saltos inesperados que pueden descolocar al lector que se guíe de manera excesiva por el orden y la grave seriedad impermeable a cierta diseminación, desorden y las inesperadas y casuales carambolas…sin obviar la mandarina como metáfora comparativa con respecto a la grandeza del acto de escribir.

A lo largo de la lectura es difícil que el lector no sienta cierta simpatía, y hasta complicidad, con el protagonista de las historias narradas, que reclama desde los cuentos iniciales esta sensación de complicidad y empatía risueña que surgen en su lectura: «Tres periodistas», «Díptico bivitelino», y «La narrativa breve»….y el tono de ironía seria, casa con la sencillez de algunos de los retazos expuestos con algunos otros que ahondan en asuntos más profundos y sesudos. No se priva, por otra parte, el escritor de considerar la escritura como un remedio eficaz frente al malestar existencial, en mayor medida que una terapia engorrosa o unos fármacos dañinos -sabido es que el pharmakon griego se definía a la vez como lo que sana y lo que mata-, y así su prosa se comporta sin sobresaltos, pero con una capacidad de deslizamientos que fluye con una inequívoca soltura por los entresijos de la vida, con una sinceridad que se aplica, sin paños calientes ni aspavientos, a la suya propia sin evitar algunos asuntos, que cierta mojigatería pudiera considerar como problemáticos, como el establecido en paralelo entre la pérdida de la virginidad sexual y la literaria, plasmada en el acto de escribir, etc., etc., etc., y…padres, abuelas, o los malentendidos en el seno de alguna pareja de comunicación equívoca.

QOSHE - La importancia de los detalles - Iñaki Urdanibia
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La importancia de los detalles

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06.05.2024

Una vida, unas historias, algunos hechos, curiosas anécdotas, las más de las veces que de entrada parecen insignificantes dan pie a Sergi Pàmies (París, 1960) a hilvanar unos cuentos, convirtiendo dichas circunstancias en materia prima para el desarrollo de la ficción, que es lo que el escritor sitúa en el centro de gravedad de su quehacer. Ya en anteriores ocasiones puede verse este dispositivo de su quehacer en marcha (https://archivo.kaosenlared.net/sergi-pamies-padres-e-hijos/), si bien en la presente ocasión, sus relatos hacen franco honor a lo señalado: «A las dos serán las tres», editado por Anagrama….y una hora menos en Canarias, que dicen.

El escritor catalán es un observador nato que saca oro literario de debajo de las piedras, como un lúcido trapero -adoptando la metáfora cara a Walter Benjamin- que buscando, halla maravillas que para los demás resultarían puros desechos. Esta habilidad que Pàmies posee la combina con la incursión de la propia persona del narrador, lui-même, que se muestra o se desvanece según la........

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