Cada mañana pasaba por la calle de los pajaritos. Sabía que su nombre real era el de un tal Galdeano, pero la había rebautizado porque los trinos le alegraban la mañana de camino al trabajo. Le parecía un milagro que en esa parte de la ciudad, a escasos metros de la puerta del Carmen, en el cogollo de la Zaragoza más ruidosa, se pudiera escuchar el canto de los gorriones de forma tan clara. Había leído en alguna parte que el 20% de los pájaros vive en las ciudades, pero no era frecuente oírlos con tanta nitidez, por encima del fragor de la batalla que se libra en las horas punta en la urbe. Por eso, cuando el pasado domingo hojeaba el HERALDO, se detuvo en seco ante el titular de un reportaje: "Cien años sin Zoel García de Galdeano". Lo leyó con fruición y supo así que este aragonés abrió en España las puertas de entrada a la matemática moderna. Y también se enteró de que, un siglo después de su muerte, sigue vigente el premio anual que instauró en su testamento, dotado con 500 pesetas (de las de entonces), "para un alumno brillante de la Facultad de Ciencias Exactas o Físicas". Además, se quedó impresionado por la magnitud de la figura del tal Galdeano: lo mismo dirigía la primera revista científica del país dedicada exclusivamente a la matemática que se licenciaba en Filosofía y Letras. Lo mismo jugaba al ajedrez con Santiago Ramón y Cajal en el Casino que hacía un donativo para la nueva iluminación de la basílica del Pilar.

Al leer el artículo, le llamó la atención su capacidad de tejer contactos con todo el mundo en una época en la que no había las actuales redes sociales, pero también su visión moderna de la enseñanza de las matemáticas: aprender entendiendo y de manera intuitiva. Desde el domingo, pasea más feliz todavía por la calle de los Pajaritos de Galdeano.

(Puede consultar aquí los artículos escritos por Nuria Casas en HERALDO)

QOSHE - Los pajaritos de Galdeano - Nuria Casas
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Los pajaritos de Galdeano

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10.04.2024

Cada mañana pasaba por la calle de los pajaritos. Sabía que su nombre real era el de un tal Galdeano, pero la había rebautizado porque los trinos le alegraban la mañana de camino al trabajo. Le parecía un milagro que en esa parte de la ciudad, a escasos metros de la puerta del Carmen, en el cogollo de la Zaragoza más ruidosa, se pudiera escuchar el canto de los gorriones de forma tan clara. Había leído en alguna parte que el 20% de los pájaros vive en las ciudades, pero no era........

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