Salió deprisa de casa para hacer la compra justo cuando empezaba a chispear. No se había peinado en condiciones, así que se puso la capucha de la sudadera para protegerse de las miradas y de la lluvia. Observó cómo una señora agarraba con fuerza su bolso al coincidir con él a la entrada del supermercado. El chaval, pacífico por naturaleza y convicción, pensó en cómo engañan las apariencias. Le recordó a aquella vez que paseaba con su madre y saludó a una anciana encantadora que se parecía a su abuela. Luego supo que se trataba de una prestigiosa catedrática de Matemáticas aspirante al premio Nobel. ¡Jamás lo hubiera pensado! Eso es tan prejuicioso como creer que los jóvenes, por el simple hecho de serlo, tienen la cabeza hueca. Tampoco se espera nadie que un jovencísimo japonés de ojos rasgados, con una gruesa gramática de aragonés bajo el brazo, le espete a Irene Vallejo en Kobe: "¡A plantar fuerte!". Y esa anécdota le ha pasado a la autora del ‘Infinito en un junco’.

Seguía inmerso en sus cavilaciones cuando se encontró depositando la pequeña compra en el lineal de la caja: un paquete de arroz, unos champiñones, queso parmesano y una botella de vino blanco. El dependiente se detuvo ante la bebida y le dijo:

- ¿Me enseñas tu DNI, por favor?

Sorprendido, salió de su ensimismamiento y sacó de inmediato su documento de identidad que demostraba que, aunque por poco, era mayor de edad. Esbozó una sonrisa y se despidió del cajero diciéndole:

- Entiendo que tienes que cumplir el protocolo, pero me voy a cocinar risotto, no de botellón. A veces, las apariencias engañan.

A la salida, cedió el paso a la mujer con la que había coincidido a la entrada, quien de nuevo reaccionó agarrando su bolso con firmeza.

(Puedes consultar aquí los artículos escritos por Nuria Casas)

QOSHE - El botellón y el risotto - Nuria Casas
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El botellón y el risotto

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13.03.2024

Salió deprisa de casa para hacer la compra justo cuando empezaba a chispear. No se había peinado en condiciones, así que se puso la capucha de la sudadera para protegerse de las miradas y de la lluvia. Observó cómo una señora agarraba con fuerza su bolso al coincidir con él a la entrada del supermercado. El chaval, pacífico por naturaleza y convicción, pensó en cómo engañan las apariencias. Le recordó a aquella vez que paseaba con su madre y saludó a........

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