Me espeluznó el otro día la noticia de un incendio con víctimas en Villajoyosa, en el que un niño pequeño murió abrazado a su perro. Me dejó tan mal cuerpo aquella imagen, que –al volver a casa– me pasé toda la tarde abrazando al mío por lo que pudiera pasar.

Él, por descontado, no entendía nada y, aunque durante unos minutos se dejó apresar, después parecía estar adiestrado en nociones de escapismo y procuró evitarme yéndose a la habitación más lejana de la casa. Una casa de 60 metros, no tenía mucho escondite, a decir verdad. Cuando nos cruzábamos por el pasillo, me miraba desconcertado y echaba a correr en cuanto yo extendía los brazos.

No ahondaré en la inocencia y la fidelidad de los animales, pero sí en la gran compañía que hacen sin darse uno demasiada cuenta. Algunas tardes dejo al perro en casa de mis padres (como si fuera aquel nieto que no tienen) y, aunque dudo mucho que jueguen con él y lo entretengan, sé que basta con que esté ahí, sentado, muchas veces incluso durmiendo, para que se sientan acompañados.

Sabido es que etimológicamente la palabra compañía procede de ‘el que comparte un mismo pan’ y con mi perro otra cosa no puede hacerse porque es un glotón de cuidado: compartes el mismo pan, las mismas pechugas, las mismas croquetas...

Aunque sea lloriqueando para llamar la atención o haciendo las tres gracietas que sabe (de dar la pata y media vuelta, tampoco ha salido acróbata), el caso es que su voracidad sólo es comparable con el cariño que brinda y las ganas de abrazarlo que produce. Que San Antón bendiga y cuide mucho años de estos animales, que acompañan hasta el final y ofrecen alivio en los peores momentos.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Christian Peribáñez en HERALDO)

QOSHE - La pata y el currusco - Christian Peribáñez
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La pata y el currusco

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08.03.2024

Me espeluznó el otro día la noticia de un incendio con víctimas en Villajoyosa, en el que un niño pequeño murió abrazado a su perro. Me dejó tan mal cuerpo aquella imagen, que –al volver a casa– me pasé toda la tarde abrazando al mío por lo que pudiera pasar.

Él, por descontado, no entendía nada y, aunque durante unos minutos se dejó apresar, después parecía estar adiestrado en nociones de escapismo y procuró evitarme yéndose a la........

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