Hace muchos años, en los campos áridos y soleados de la Ribera Alta del Ebro, había una pequeña y hermosa villa llamada Pedrola. Sus calles y casas guardaban secretos que se entrelazaban con la historia de Aragón.

Pero fue en el siglo XVI cuando esta villa adquirió una relevancia inesperada gracias a un caballero andante y su fiel escudero. Don Quijote, ese soñador de armadura oxidada y corazón noble, había emprendido sus aventuras en los campos de La Mancha. En su periplo, llegó a Pedrola. No era un lugar famoso, pero tenía una belleza sencilla y una historia que resonaba en sus piedras. El palacio ducal de Villahermosa, con sus patios, fue el refugio temporal de nuestro caballero. Allí, entre tapices desgastados y candelabros de plata, Don Quijote descansó de sus batallas imaginarias. El duque y la duquesa, amantes de las letras y las artes, lo acogieron con hospitalidad. En esos salones nuestro hidalgo compartió historias de gigantes y doncellas, mientras los nobles sonreían condescendientes. Pero no solo el palacio dejó huella en Don Quijote. La iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, con campanario de piedra y vidrieras centelleantes, atrajo su atención. En la penumbra de la nave, rezó por la protección de su dama, Dulcinea. Los frescos parecían cobrar vida y el eco de sus pasos resonaba en los arcos góticos. Así, la villa de Pedrola se entrelazó con la epopeya de Don Quijote. Y aunque los siglos han pasado, el espíritu de aquel caballero sigue flotando en el aire buscando la gloria. ¡Que la memoria de Don Quijote y la villa de Pedrola perdure por siempre en la Ribera Alta del Ebro!

Agustín Sancho Cubero. PEDROLA (ZARAGOZA)

Me pareció reconocerlos en la distancia, aunque hacía tiempo que no coincidíamos en nuestros paseos junto al río. Pero aparte de las dudas por la lejanía, hubo algo que me confundió más. Por un momento detuvieron sus pasos lentos y él agachó la cabeza para darle un tierno beso, nunca había visto esa reacción en ellos. Nos cruzábamos muy a menudo, ellos hacían siempre mi mismo recorrido. Los veía caminar tranquilos y si alguno de los dos se adelantaba, esperaba con paciencia y en silencio al otro. Hasta reanudar el paseo juntos. Esta vez su paso era más ágil y caminaban a la par. Todavía hubo otra circunstancia que me intrigó. Los colores de la camisa, habitualmente pardos acorde con su avanzada edad, esta vez eran vivos y alegres. La incertidumbre me hizo acelerar el paso para acercarme y descubrir el enigma. Al llegar a su altura, comenté: es el mismo señor con idéntico perro, sólo que este mucho más joven. El hombre, sonriendo, me contestó: sí, este es todavía un cachorro, regalo de mis hijos, que no querían verme deprimido por la pérdida del anterior. La vida es así, unos vamos dejando paso a los siguientes me comentó. Les deseé que pudieran disfrutar durante mucho tiempo el uno del otro y me alejé pensando: para ellos también, hacia la luz y la vida, otro milagro de la primavera.

Nacho Barranco Sos. ZARAGOZA

El Ayuntamiento de un pueblo próximo a Zaragoza se ha hecho eco de la escasez de personal sanitario. La situación es dramática en algunas zonas y las listas de espera son escandalosas. Por ello, la corporación municipal ha decidido estudiar la posibilidad de implantar en el pueblo dos facultades, una de Enfermería y otra de Medicina. El personal de administración y servicios se cubriría con los vecinos de la localidad, naturalmente, habiendo superado las pruebas pertinentes. El alumnado sería seleccionado en virtud de sus méritos académicos. Para conseguir el mejor profesorado, se estudiará la posibilidad de colaborar con los profesores de las facultades ya en marcha en nuestra Comunidad. Algunos vecinos ya han ofrecido como espacio las eras, corrales y pajares sin uso, pero será necesario solicitar ayudas y financiación con fondos europeos. Aunque el proyecto requiere grandes inversiones, la Administración debe considerar seriamente esta oferta. El siguiente tema de debate, sobre la implantación de un aeropuerto en la localidad, se decide retrasarlo para una próxima reunión. De repente, me despierto y compruebo que todo era un sueño. Lástima. En cualquier caso me pasaré por las afueras del pueblo a ver si hay algún movimiento de tierras.

Jesús Fleta Zaragozano. ZARAGOZA

Se palpa en nuestra sociedad una creciente desvinculación de la vida y cultura ‘de barrio’. Los niños ya no quedan en el parque, ni chutan balones por la acera. Los centros comerciales han reemplazado los comercios locales y la gente parece no sentirse próxima a sus vecinos; cada vez se ven menos, y apenas tienen necesidad de interactuar. El desarrollo de la vida moderna parece ser desarraigado por naturaleza. Poco a poco nos vamos quedando sin nada a lo que aferrarnos en nuestro entorno. Enajenarse de lo que te rodea (un comportamiento típico de las metrópolis) nos permite no saludar a quienes pasan por la calle o ignorar el deterioro de tu barrio porque, realmente, no lo sientes como tuyo. Se pierde un aspecto valioso de nuestra identidad en pos de la efectividad de las grandes ciudades, que nos reducen a nómadas sin vínculo con los lugares donde vivimos.

Nicolás Morales Cardona. ZARAGOZA

Hace unos días se conmemoraba en multitud de plataformas, televisiones y radios el treinta aniversario de la muerte del líder del grupo de rock Nirvana, Kurt Cobain. Endiosaban a este cantante y compositor de rock alternativo, adalid y baluarte de la ‘generación X’, y que nutrió el tristemente famoso club de los 27 (artistas muertos a los 27 años). Cobain se descerrajó un tiro en la boca y dejó escrito en una carta de despedida que no era feliz con la música ni con el mundo en que vivía. En la autopsia hallaron trazas de heroína, hipnóticos, ansiolíticos, alcohol y otras sustancia psicotrópicas. Estando nuestra sociedad tan desnortada, nuestra juventud tan falta de referentes morales y modelos a seguir, les hacemos un flaco favor idolatrando y convirtiendo en semidioses, en seres de luz, a personajes como Cobain y otros similares del club de los 27, que teniéndolo todo decidieron no seguir luchando.

Miki Romanos Mur. ZARAGOZA

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas. cartas@heraldo.es

(Puede consultar aquí todas las cartas al director publicadas en HERALDO)

QOSHE - Cartas al director de HERALDO: Cuando Pedrola acogió a Don Quijote - Cartas Al Director
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Cartas al director de HERALDO: Cuando Pedrola acogió a Don Quijote

11 0
22.04.2024

Hace muchos años, en los campos áridos y soleados de la Ribera Alta del Ebro, había una pequeña y hermosa villa llamada Pedrola. Sus calles y casas guardaban secretos que se entrelazaban con la historia de Aragón.

Pero fue en el siglo XVI cuando esta villa adquirió una relevancia inesperada gracias a un caballero andante y su fiel escudero. Don Quijote, ese soñador de armadura oxidada y corazón noble, había emprendido sus aventuras en los campos de La Mancha. En su periplo, llegó a Pedrola. No era un lugar famoso, pero tenía una belleza sencilla y una historia que resonaba en sus piedras. El palacio ducal de Villahermosa, con sus patios, fue el refugio temporal de nuestro caballero. Allí, entre tapices desgastados y candelabros de plata, Don Quijote descansó de sus batallas imaginarias. El duque y la duquesa, amantes de las letras y las artes, lo acogieron con hospitalidad. En esos salones nuestro hidalgo compartió historias de gigantes y doncellas, mientras los nobles sonreían condescendientes. Pero no solo el palacio dejó huella en Don Quijote. La iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, con campanario de piedra y vidrieras centelleantes, atrajo su atención. En la penumbra de la nave, rezó por la protección de su dama, Dulcinea. Los frescos parecían cobrar vida y el eco de sus pasos resonaba en los arcos góticos. Así, la villa de Pedrola se entrelazó con la epopeya de Don Quijote. Y aunque los siglos han pasado, el espíritu de aquel caballero sigue flotando en el aire buscando la gloria. ¡Que la memoria de Don Quijote y la villa de Pedrola perdure por siempre en la Ribera Alta del Ebro!

Agustín........

© Heraldo de Aragón


Get it on Google Play