Cuando el mundo parece tambalearse, no queda más que mirar adelante y reconstruir lo que ayer escapaba entre rendijas y vacíos. Parece mentira que comprar siete votos valga resquebrajar un país. Parece mentira que un sillón destruya un partido, que haya alguien que quiera pasar a la historia sólo por orgullo y soberbia, por el sinfín de insultos groseros a la razón. Como diría mi padre, gabinas de cochero… Abro el periódico y resulta que triunfa desobedecer resoluciones judiciales, atacar a la policía, quemar contenedores, hacer miembro de la corte al villano, gobernar desde la desigualdad que implica perdonar al condenado... cualquier cosa que afirme con rotundidad que el Norte, el de nuestras vidas y el de este país, hace tiempo lo perdimos y no supimos reencontrarlo.

Mientras tanto, la realidad de a diario, la que no aparece en fotografías ni teletipos, la que a sabiendas oculta un gobierno en funciones que hace tiempo perdió la vergüenza y hoy se aferra al poder, ya no preocupa. Nunca la podremos descubrir. Es la mayor batalla y más encarnizada batalla de lo que va de siglo. Y mientras dedican tiempo y sueldo a políticas de tan baja alcurnia, el problema sigue en las colas del paro, en la inflación, en una sociedad condenada a no entenderse, a deshacer el camino andado en cuarenta años, a un Norte y un Sur.

Aunque así amanecen los días, sigo dibujando y defendiendo una política digna. La política es digna. Trabajar por nuestra sociedad es digno. Pensar en clave de bienestar es lo más digno que la condición humana puede ofrecer. Lo que no es digno es pasar de lado por lo que debe importarnos, ocupar el cargo para trabajar en romper, en el silente ejercicio de una advocación pervertida por su mal uso. Me afea la conciencia cuando por estrategias de sillón hay quien condena la paz de un país y sus ciudadanos. Tiene un nombre: Pedro Sánchez. Y quienes viven de su suerte. Son muchos. Más de los que creímos. Procuran que una mano no sepa lo que hizo la otra. Me niego a pensar que quienes en sede socialista apoyan amnistía y perdón de la deuda, no son los mismos que en la barra del bar declaran que, a pesar de su militancia socialista, nunca comulgaron con eso. Que nunca subieron a ese barco. Salvo del uno al cinco de cada mes…

Decía Georg C. Lichtenberg que “cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. En esas nos vemos ahora. Esta sociedad pierde la razón. Y la cordura. Mientras no propongamos una nueva tarima para el encuentro, para recuperar el Norte, andaremos en la inseguridad de si merece o no la pena levantarse y aportar tu granito de arena. Ejemplos no faltan para quedarse, un día sí y otro también, en la cama. “Todas las madres quieren que sus hijos crezcan y se hagan presidentes, pero no quieren que mientras tanto se conviertan en políticos”. Lo dijo John F. Kennedy en 1963. Yo aún no había nacido. Pero para mí que fue ayer.

QOSHE - Lo que queda de dignidad - Juan Pablo Luque Martín
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Lo que queda de dignidad

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10.11.2023

Cuando el mundo parece tambalearse, no queda más que mirar adelante y reconstruir lo que ayer escapaba entre rendijas y vacíos. Parece mentira que comprar siete votos valga resquebrajar un país. Parece mentira que un sillón destruya un partido, que haya alguien que quiera pasar a la historia sólo por orgullo y soberbia, por el sinfín de insultos groseros a la razón. Como diría mi padre, gabinas de cochero… Abro el periódico y resulta que triunfa desobedecer resoluciones judiciales, atacar a la policía, quemar contenedores, hacer miembro de la corte al villano, gobernar desde la desigualdad que implica perdonar al condenado... cualquier cosa que afirme con rotundidad que el Norte, el de nuestras vidas y el de este país, hace........

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