Dar respuesta en el rigor de la contienda a tantas imágenes que degradan nuestro estado de derecho, resulta en ocasiones hasta desagradable. El ejemplo y la conclusión es recurrente: una sociedad que inexorablemente pierde valores que durante cuarenta años cultivó para equilibrar un pasado que hoy amenaza volverse condición arrojadiza. Es a lo que conduce la vanidad del político, acompañada de dosis de incompetencia y atrevimiento. Eso sí: las palabras, enormes. Bajo ellas fluye su Luis XIV disfrazado de pactos, colaboración, foros, equipo… palabras que nacen muertas. Con la misma facilidad que salen, el viento se las lleva sin dejar poso alguno. Promesas incumplidas, dicen algunos. Yo hablo de mentiras. Y de mentirosos. De esto iba Luis XIV: “el Estado sólo soy yo”.

Me pregunto cuántos correligionarios harán público su descontento, siquiera por coherencia, con la desagradable escalada y pérdida de valores que el ‘sanchismo’ está ocasionando a nuestra sociedad. Es la erosión más vil de nuestro sistema democrático. Cuántos protestarán por sus decisiones, por el compadreo a que condujo al genuino socialismo. O por la gestión internacional que ya dimensiona la crisis de nuestro estado de derecho. O el despilfarro de un gobierno que bate récord de ministros, secretarías y subsecretarías. O el nombramiento de cargos a dedo en un poder judicial que aspira conquistar y le rinda pleitesía. ¿alguien levantará la mano?

Promesas vacías, populismo, demagogia superficial. Nunca vivimos una sociedad honesta. El desempeño de puestos de autoridad desemboca en egoísmo y falta de sensibilidad. Pero nada comparable a esto. Decía Nikita Kruschev que “los políticos son siempre iguales. Prometen construir un puente incluso donde no hay río”. Hoy más que nunca, es fundamental formar una opinión crítica frente a desmanes de toda clase y condición.

Por ello, alguien debería enseñar la condición de estadista. Tocaba demostrarlo en el debate de la ley de amnistía, otra quiebra en el ordenamiento jurídico que vuelve a demostrar el cinismo y la falta de convicción de la bancada socialista. ¿Todos pensaron que era inconstitucional antes de elecciones y ahora todos convencidos de su legalidad? ¿Ninguno duda? ¿Puede más la disciplina de voto que sus ideas? ¿Quizá el sueldo a fin de mes? ¿Fraude electoral, como anunció Feijóo ante un hemiciclo donde no estuvo Sánchez, en la enésima demostración de que le importa un bledo el parlamento? Peor aún: somos los españoles quienes le importamos un bledo. Al menos, la mayoría ganadora de las elecciones. Aún no ha tenido la decencia de dirigirse a ella, de decir que también gobierna para ellos. Claro. Semejante afirmación sería añadir una mentira más a su extenso curriculum.

Me decía mi padre que tratara de evitar apoyar políticos que cada cuatro años quisieran inventar un país. Me gustaba éste que recibí de mis padres. El que dejo, ya no lo reconozco. Espero hoy más que nunca que aquello del péndulo de la historia no sea cierto. Por nuestro bien, que no sea cierto. Este país no lo soportaría.

QOSHE - El Estado soy yo - Juan Pablo Luque Martín
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El Estado soy yo

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15.12.2023

Dar respuesta en el rigor de la contienda a tantas imágenes que degradan nuestro estado de derecho, resulta en ocasiones hasta desagradable. El ejemplo y la conclusión es recurrente: una sociedad que inexorablemente pierde valores que durante cuarenta años cultivó para equilibrar un pasado que hoy amenaza volverse condición arrojadiza. Es a lo que conduce la vanidad del político, acompañada de dosis de incompetencia y atrevimiento. Eso sí: las palabras, enormes. Bajo ellas fluye su Luis XIV disfrazado de pactos, colaboración, foros, equipo… palabras que nacen muertas. Con la misma facilidad que salen, el viento se las lleva sin dejar poso alguno. Promesas incumplidas, dicen algunos. Yo hablo de mentiras. Y de mentirosos. De esto iba Luis XIV: “el Estado sólo soy........

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