Es el subtítulo de un artículo publicado por Daron Acemoglu en la revista de Finanzas y Desarrollo del Fondo Monetario Internacional en marzo de 2021. El objetivo central del documento es plantear una propuesta para rehacer el mundo pos-Covid a la luz de las nuevas tecnologías en curso. Su conclusión central es que se debe guiar y regularla desde el Estado, así como eliminar distorsiones tributarias.

El autor es de origen turco, residente en los EE.UU, que se desempeña como profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), probablemente una de las universidades más prestigiadas del mundo. Su libro más famoso fue porqué fracasan los países (2012).

Antecedentes
Acemoglu plantea que el mundo industrializado, y en especial Estados Unidos, ya padecía graves males económicos antes de la pandemia de Covid-19. Si no los reconocemos ya, será complicado encontrar soluciones. El mayor de los males es que el crecimiento económico desde la década de 1980 se ha ido haciendo mucho menos compartido.

Señala que la notable desigualdad en gran parte del mundo industrializado; la desaparición de empleos buenos, bien remunerados y duraderos, y la contracción de los salarios reales de los trabajadores menos cualificados en Estados Unidos son todas aristas del problema del crecimiento no compartido, que ha agudizado el descontento y generado protestas, tanto de la izquierda como de la derecha.

Origen problema
Acemoglu y su coautor Restrepo, revelan que buena parte de este retroceso del crecimiento compartido es atribuible a la automatización, así como a otros factores como la globalización y el decreciente poder de la mano de obra frente al capital.

Con el impulso del aprendizaje automático y la inteligencia artificial (IA), la siguiente fase de la automatización está avanzando a paso firme y poniendo a las economías del mundo en una encrucijada. La IA podría exacerbar aún más la desigualdad. O, si se la aprovecha y canaliza bien con políticas públicas, podría contribuir al retorno del crecimiento económico compartido.

Automatización
Acemoglu señala que en el pasado la automatización era solo un aspecto de una amplia plataforma tecnológica, y su posible incidencia negativa en la mano de obra estaba contrarrestada por otras tecnologías que favorecían la productividad humana y las oportunidades de empleo, pero esto ya no sucede.

Ahora será más disruptiva, con obvios efectos positivos, pero si se utiliza solo para automatizar, eliminando puestos de trabajo, también podría agravar las pérdidas de empleos y los trastornos económicos. Asimismo, la pandemia, ha dado a los empleadores más razones para tratar de reemplazar a los trabajadores con máquinas, y hay datos recientes que parecen confirmarlo.

Desaceleración productividad
Acemoglu anota que pese a la asombrosa gama de nuevos aparatos y algoritmos que nos rodean, la economía estadounidense hoy en día genera un muy escaso crecimiento de la productividad total de los factores. Concretamente, la productividad total de los factores ha aumentado mucho menos en los últimos 20 años que durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Las tecnologías informáticas y de comunicación han avanzado rápidamente y se aplican en todos los sectores de la economía, pero las industrias que más las usan no han logrado mejorar el crecimiento de la productividad total de los factores, el producto o el empleo. El autor plantea la existencia de una automatización excesiva que van más allá de la mera reducción de los costos de producción, y porque estas tecnologías tienen costos sociales dado que disminuyen el empleo y los salarios.

En nuestras palabras, que no generan encadenamientos de producción y empleo suficientes; y no tienen una capacidad de arrastre significativa respecto de otras transformaciones tecnológicas previas. Al respecto, el ejemplo típico es la revolución tecnológica basada en el ferrocarril de mediados del siglo XIX que tuvo mayores efectos expansivos que la ola más reciente de las tecnologías de la información y comunicaciones.

Automatización excesiva
En primer lugar, según el autor, cuando se piensa en reemplazar a los trabajadores con máquinas, los empleadores no tienen en cuenta el trastorno social que provoca la pérdida de empleos, sobre todo si son buenos empleos. Esto crea un sesgo hacia la automatización excesiva.

La visión de estas empresas, centrada en sustituir a los humanos con algoritmos, influye no solo en su propio gasto, sino también en las prioridades de otras compañías y en las aspiraciones y los intereses de cientos de miles de jóvenes estudiantes e investigadores especializados en informática y datos.

Las empresas exitosas están en todo su derecho de perseguir su propia visión, dice Acemoglu, pero si esa visión se torna hegemónica, hay que prestar atención. En el pasado, los éxitos tecnológicos, por lo general, han sido producto de una diversidad de perspectivas y enfoques. Si se pierde esta diversidad, también se pone en riesgo la ventaja tecnológica.

Señales equivocadas
Para Acemoglu la política pública fomenta exageradamente la automatización, sobre todo a través del código tributario. El sistema tributario estadounidense siempre ha tratado al capital más favorablemente que a la mano de obra, incentivando a las empresas a reemplazar trabajadores con máquinas, aun si los trabajadores son más productivos.

La tasa efectiva de impuesto aplicada a la mano de obra en nómina y a nivel federal es de más de 25%. Hace 20 años, el capital tributaba menos que la mano de obra, con tasas de aproximadamente 15% sobre la inversión en equipos y software. El diferencial ha aumentado gracias a reducciones de impuestos sobre los ingresos altos, la conversión de muchas empresas a corporaciones tipo “S” de pocos accionistas que están exentas del impuesto a la renta y generosas desgravaciones por depreciación.

Así, hoy en día las inversiones en software y equipos pagan tasas de menos de 5%, y algunas empresas hasta pueden obtener subsidios netos cuando invierten en capital. Esto crea un poderoso incentivo para la automatización excesiva.

Corregir rumbo
Que el futuro de la tecnología se centre en la automatización no es algo que esté predestinado señala Acemoglu. Es consecuencia de decisiones tomadas por investigadores que se fijan en la automatización a expensas de otros usos de la tecnología y por empresas que formulan modelos de negocio con la idea de automatizar y reducir costos laborales más que de aumentar la productividad de forma amplia.

Se puede tomar decisiones distintas; pero esta corrección de rumbo exige un esfuerzo concertado para reorientar el cambio tecnológico, lo cual solo puede suceder si los gobiernos desempeñan un papel central en la regulación de la tecnología. Al respecto, el autor aclara que no está insinuando que el gobierno deba bloquear la tecnología y frenar el avance tecnológico.

Más bien, el gobierno debe incentivar una innovación menos centrada en la automatización y más en tecnologías compatibles con los seres humanos y que generen oportunidades de empleo, sobre todo buenos trabajos, y una prosperidad económica más compartida. Hay que potenciar la contribución de estas tecnologías, por ejemplo, a la educación, a la salud y la manufactura moderna.

Intervención gubernamental
Acemoglu anota que los gobiernos siempre han influido en el rumbo de la tecnología, y ya se sabe cómo crear instituciones que pueden hacerlo de forma más beneficiosa para la sociedad. Recuerda que en todo el mundo los gobiernos inciden de forma rutinaria en la dirección de la tecnología con políticas tributarias y apoyo a investigaciones en las empresas y a universidades.

En primer lugar, los gobiernos deben corregir este desequilibrio tributario, que ayudaría mucho pero no sería suficiente. Se puede hacer mucho más, por ejemplo, subsidiando la I+D de tecnologías específicas que favorezcan la productividad humana e incrementen la demanda de mano de obra.

Las tecnologías revolucionarias del siglo XX, como antibióticos, sensores, motores modernos e Internet, no habrían sido posibles sin el apoyo y la iniciativa del gobierno. Y tampoco habrían prosperado sin las generosas adquisiciones públicas. Quizás un ejemplo más pertinente por reorientar la tecnología más hacia el ser humano es el de la energía renovable que antes era prohibitiva y ahora no lo es. En EE.UU. los factores principales de esta reorientación han sido modestos subsidios públicos a favor de las tecnologías verdes y el cambio de normas para los consumidores.

Reconocer desequilibrios
Este mismo enfoque, según el autor, puede servir para lograr un equilibrio entre la automatización y las tecnologías más compatibles con los seres humanos. Al igual que con la energía renovable, el cambio tiene que empezar con un reconocimiento más amplio en la sociedad de que nuestras decisiones en cuanto a tecnología están muy desequilibradas y tienen múltiples secuelas sociales negativas.

El gobierno federal debe comprometerse firmemente a corregir algunos de estos desequilibrios. También debería abordar el predominio de unas pocas enormes empresas tecnológicas en los mercados y la dirección de la tecnología en el futuro. Esto sin duda, según Acemoglu, también ayudaría a garantizar una mayor competencia y la protección de la privacidad.

Contra libertarios
Acemoglu señala que la principal objeción a sus propuestas es de carácter político e ideológico, y es la misma que planteó Hayek con respecto al desarrollo del Estado de bienestar en Gran Bretaña donde advirtió que su ascenso aplastaría a la sociedad y sus libertades.

La preocupación de Hayek era comprensible, pero a la larga resultó estar equivocado dice Acemoglu. La libertad y la democracia no sufrieron ni en el Reino Unido ni en los países escandinavos que adoptaron similares programas de bienestar. Por el contrario, al garantizar las redes de protección social, estos sistemas multiplicaron las oportunidades para que florezcan las libertades individuales.

El plantea que el Estado de bienestar no puso en riesgo la libertad y la democracia por una razón aún más fundamental. Lo que mejor garantiza la democracia y la libertad no son constituciones ni ingeniosos mecanismos de separación de poderes, sino la movilización de la sociedad.

Equilibrio
Se necesita un equilibrio entre el Estado y la sociedad que sitúe al sistema de gobierno en el estrecho pasillo en el que la libertad florece y el Estado y la sociedad desarrollan juntos fuerza y capacidad. Si el Estado tiene que asumir mayores responsabilidades, la sociedad pueda experimentar una consolidación de la democracia y una mayor movilización afirma Acemoglu.

Para esto es necesario que los ciudadanos participen activamente en las elecciones informándose sobre los políticos sus programas (y sus infracciones), que se expandan las organizaciones de la sociedad civil y que los medios de comunicación ayuden a responsabilizar a políticos y burócratas. Esto es lo que ocurrió en gran parte del mundo.

Está por verse lo que la sociedad puede hacer para dar forma a un nuevo capítulo de nuestra historia. Un factor importante que complica esta tarea es que las nuevas tecnologías también han debilitado la democracia finaliza Acemoglu.

QOSHE - Hay que controlar estrictamente la automatización para revertir el aumento de la desigualdad - Germán Alarco
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Hay que controlar estrictamente la automatización para revertir el aumento de la desigualdad

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08.12.2023

Es el subtítulo de un artículo publicado por Daron Acemoglu en la revista de Finanzas y Desarrollo del Fondo Monetario Internacional en marzo de 2021. El objetivo central del documento es plantear una propuesta para rehacer el mundo pos-Covid a la luz de las nuevas tecnologías en curso. Su conclusión central es que se debe guiar y regularla desde el Estado, así como eliminar distorsiones tributarias.

El autor es de origen turco, residente en los EE.UU, que se desempeña como profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), probablemente una de las universidades más prestigiadas del mundo. Su libro más famoso fue porqué fracasan los países (2012).

Antecedentes
Acemoglu plantea que el mundo industrializado, y en especial Estados Unidos, ya padecía graves males económicos antes de la pandemia de Covid-19. Si no los reconocemos ya, será complicado encontrar soluciones. El mayor de los males es que el crecimiento económico desde la década de 1980 se ha ido haciendo mucho menos compartido.

Señala que la notable desigualdad en gran parte del mundo industrializado; la desaparición de empleos buenos, bien remunerados y duraderos, y la contracción de los salarios reales de los trabajadores menos cualificados en Estados Unidos son todas aristas del problema del crecimiento no compartido, que ha agudizado el descontento y generado protestas, tanto de la izquierda como de la derecha.

Origen problema
Acemoglu y su coautor Restrepo, revelan que buena parte de este retroceso del crecimiento compartido es atribuible a la automatización, así como a otros factores como la globalización y el decreciente poder de la mano de obra frente al capital.

Con el impulso del aprendizaje automático y la inteligencia artificial (IA), la siguiente fase de la automatización está avanzando a paso firme y poniendo a las economías del mundo en una encrucijada. La IA podría exacerbar aún más la desigualdad. O, si se la aprovecha y canaliza bien con políticas públicas, podría contribuir al retorno del crecimiento económico compartido.

Automatización
Acemoglu señala que en el pasado la automatización era solo un aspecto de una amplia plataforma tecnológica, y su posible incidencia negativa en la mano de obra estaba contrarrestada por otras tecnologías que favorecían la productividad humana y las oportunidades de empleo, pero esto ya no sucede.

Ahora será más disruptiva, con obvios efectos positivos, pero si se utiliza solo para automatizar, eliminando puestos de trabajo, también podría agravar las pérdidas de empleos y los trastornos económicos. Asimismo, la pandemia, ha dado a los empleadores más razones para tratar de reemplazar a los trabajadores con máquinas, y hay datos recientes que parecen confirmarlo.

Desaceleración productividad
Acemoglu anota que pese a la........

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