El maestro Bretón, Tomás Bretón, es mucho más que la Verbena de la Paloma, parafraseando la exposición que desde la Biblioteca Nacional viene a Salamanca y podremos ver desde hoy en la Torre de los Anaya, no muy lejos de la plaza que acogió el primer monumento a su memoria, la Plaza de San Justo. Fue una chapuza y un despropósito, porque su emplazamiento natural era el más cercano a su casa natal –lo reclamaron los vecinos, entonces—y al teatro que llevaba su nombre. El escaso dinero para el monumento fue rebajando las expectativas, incluidos los relieves con escenas de la propia verbena de la Paloma y «La Dolores» que no estaban el día de la inauguración, el 9 de septiembre de 1925. El busto del maestro, pieza estelar del monumento, fue de allá para acá desde entonces: Plaza de Anaya, Plaza de Bretón, Azafranal, vuelta a la Plaza de Bretón y desdoblamiento del «santo». Un busto de bronce a la Plaza de Bretón y otro de piedra al parque que se le dedica en Puente Ladrillo. El monumento de su plaza, por cierto, tiende a simplón a pesar de la dimensión del personaje, un pedestal y el busto en bronce.

A lo largo de los cien años trascurridos desde su muerte, Bretón ha recibido homenajes y sin ir más lejos este año su ciudad ha celebrado su centenario de esa manera, pero lo ha festejado, menos mal, aunque en estas celebraciones no hemos sido capaces de mejorar el monumento ni su entorno, del que desapareció, como ha visto, el ilustre teatro que llevaba su nombre, que ha sido sustituido por… nada. Vaya. Uno de esos edificios que echamos de menos y dan forma a la Salamanca desaparecida, como aquel Museo de la Ciudad en el Palacio Episcopal que exhibía objetos del maestro, heredados del embrión de museo que estuvo en el Patio de Escuelas Menores, en forma de nuevo Archivo Municipal, en 1962, y que dirigió Salvador Llopis, el último cronista oficial de Salamanca. Allí estuvo la partitura original del Poema Sinfónico a Salamanca. Así hemos llegado a las vísperas de su aniversario, que será el 2 de diciembre, y se cumplirán cien años de su muerte, si es que los genios cuya obra perdura mueren, que es una duda con la que cargo. Creo que no. Llega ahora su exposición, y están previstos algunos conciertos más, y el homenaje que los vecinos de su barrio le hacen. Participé en uno y me pareció emocionante, con su música y el olor en el aire de castañas asadas que se repartieron al final, mientras la parroquia pegaba la hebra.

Las castañas de don Tomás, que son tan castizas o más que las de La Colmena, de Camilo José Cela. Y a partir de aquí, seguramente, Bretón recaiga en el olvido, sepultado por otros aniversarios que nos traerá el nuevo año. Quizá si el Ayuntamiento decidiese fundar el día de Bretón e incluir su música en el programa cultural de la ciudad… Lo importante hoy es que llega a Salamanca esta muestra de la Torre de los Anaya proclamando que Bretón es más que su conocida y reconocida verbena, de la que todos sabemos, sí, el dónde vas con mantón de Manila.

Continúa vigente, muy vigente, aquello de que hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, que es una barbaridad. La Inteligencia Artificial nos puede suplantar en cualquier momento y todo apunta a que hará las cosas mejor que nosotros, pero ya veremos. Una de las preocupaciones de las ciencias de hoy es la climática, y se analiza en Salamanca cómo adaptar a ésta y otras ciudades patrimonio de la Humanidad al cambio climático. Aquí hemos apostado por lo verde rebajando el granito tan propio de nuestras calles, y ese verde ha hecho a Salamanca más confortable y hermosa, aunque puede que no sea suficiente. También se ha conseguido que el Tormes, que dividía, forme parte de la Ciudad y sea un parque fantástico en el que aliviar los calores cada vez más extremos y duraderos, aunque puede que no sea suficiente. Así que bien por las ciencias si siguen dándole al magín y avanzando, que es una barbaridad, como dice el libreto de Ricardo de la Vega, que pone voz a la Verbena de la Paloma.

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Más que una verbena

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08.11.2023

El maestro Bretón, Tomás Bretón, es mucho más que la Verbena de la Paloma, parafraseando la exposición que desde la Biblioteca Nacional viene a Salamanca y podremos ver desde hoy en la Torre de los Anaya, no muy lejos de la plaza que acogió el primer monumento a su memoria, la Plaza de San Justo. Fue una chapuza y un despropósito, porque su emplazamiento natural era el más cercano a su casa natal –lo reclamaron los vecinos, entonces—y al teatro que llevaba su nombre. El escaso dinero para el monumento fue rebajando las expectativas, incluidos los relieves con escenas de la propia verbena de la Paloma y «La Dolores» que no estaban el día de la inauguración, el 9 de septiembre de 1925. El busto del maestro, pieza estelar del monumento, fue de allá para acá desde entonces: Plaza de Anaya, Plaza de Bretón, Azafranal, vuelta a la Plaza de Bretón y desdoblamiento del «santo». Un busto de bronce a la Plaza de Bretón y otro de piedra al parque que se le dedica en Puente Ladrillo. El monumento de su plaza, por........

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