Verso a verso, proclamaba el poeta lejos de su hogar, y verso a verso se ha festejado el 30º aniversario de la Casa de las Conchas. De momento han pasado por ella estos días ilustres de la poesía como Antonio Colinas, Ben Clark, Asunción Escribano, Mari Ángeles Pérez López o Juan Antonio González Iglesias, pero sabemos que por ella pasarán otros más adelante, también escritores en prosa e intelectuales culturales. Esta semana participé en una reflexión sobre la Cultura, que iba desde su definición a las relaciones de ésta con el poder. Hay que recordarle al poder que la Cultura es un derecho constitucional, dije, y que tiene el deber de promoverla y tutelarla. Cada uno tiene una idea de lo que es Cultura y si acaso uniendo las ideas de todos podríamos alcanzar una definición de lo que es más allá de academicismos y aportaciones filosóficas. La Casa de las Conchas es un elemento cultural por su arte e historia, pero también es un contenedor cultural porque acoge libros y actos culturales, que ha vivido en las últimas décadas todo tipo de incertidumbres, incluidas las relacionadas con su estabilidad. Víctor López Cotelo y Carlos Puente, autores de la reforma que la convirtió en biblioteca, vivieron con la zozobra de que el edificio se viniese abajo por falta de cimentación. Se había advertido ya —don Gonzalo Torrente Ballester, entre otros—que cualquier día veríamos las conchas por los suelos. No fue así. Lo de biblioteca se planteó en 1962 y en 1967 lo de museo, de forma muy etérea. Luego vino el alquiler por una peseta, su condición de propiedad andaluza, más tarde fue moneda de cambio por un asunto fiscal de sus propietarios, permuta y feliz restauración. Carmen Alborch, ministra de Cultura, estuvo siempre muy pendiente de que saliera adelante el proyecto de biblioteca, nos lo decía siempre que venía, igual que le preguntábamos si era posible que Salamanca albergara el «Prado oculto», a lo que respondía ¿hay un Prado oculto?

La poesía es necesaria, como el pan de cada día, proclamaba Gabriel Celaya, porque vivimos a golpes, decía, así que la poesía esta semana ha sido balsámica en unos momentos en los que todos queríamos decir que somos quien somos, y el ruido que todo ello ha provocado ha sido formidable. Apenas escuchábamos al del al lado por el estruendo de los de más allá, y tengo la sensación de que todo va a continuar siendo así por lo menos esta semana que viene en la que probablemente tendremos que buscar sosiego, por ejemplo, en la Casa de las Conchas.

La Cultura también es un refugio. Ha estado aquí Ana Belén, haciendo de Julieta resucitada, y también Fernando Trueba y Javier Mariscal presentaron su extraordinario nuevo cómic; la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión sigue alumbrando tesoros y acogiendo talentos, como Daniel Cruz Sagredo, que presentó el viernes su novela «Las brujas de Zarapayas», que estos días comparto con la búsqueda de la tenebrosa casa galera de Salamanca, alumbrada por una iluminada sádica, Magdalena de San Jerónimo, que hubiese marcado a fuego a aquellas masonas salmantinas de las que habla María José Turrión en el libro que esta semana le ha abierto las puertas del Centro de Estudios Salmantinos. Magdalena —en realidad Beatriz de Zamudio—y el obispo Tomás Cámara, perseguidor de masonas, seguramente hubieran compartido chocolate y bizcochos. Se anuncia ahora a Rozalén en la Universidad de Salamanca, aunque antes hay una feria de libro infantil y juvenil con homenaje a los malos. Los malos también cuentan. Aquí sí que sabemos de malos. Acabo de citar a dos. Los malos suelen ser interesantes. Mae West decía que cuando era muy mala era mucho mejor. Malos tiernos, como aquellos «Malasombra» de mi infancia, malos de verdad, como una espina que sólo sabe pinchar y más malos que la quina. Aquí, que sabemos de malos, en ocasiones nos hemos equivocado al señalarlos y hemos puesto todo patas arriba, pero sí, nuestra historia ha tenido —y nuestra actualidad tiene—malos malísimos, que no quiera usted saber.

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Como el pan de cada día

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12.11.2023

Verso a verso, proclamaba el poeta lejos de su hogar, y verso a verso se ha festejado el 30º aniversario de la Casa de las Conchas. De momento han pasado por ella estos días ilustres de la poesía como Antonio Colinas, Ben Clark, Asunción Escribano, Mari Ángeles Pérez López o Juan Antonio González Iglesias, pero sabemos que por ella pasarán otros más adelante, también escritores en prosa e intelectuales culturales. Esta semana participé en una reflexión sobre la Cultura, que iba desde su definición a las relaciones de ésta con el poder. Hay que recordarle al poder que la Cultura es un derecho constitucional, dije, y que tiene el deber de promoverla y tutelarla. Cada uno tiene una idea de lo que es Cultura y si acaso uniendo las ideas de todos podríamos alcanzar una definición de lo que es más allá de academicismos y aportaciones filosóficas. La Casa de las Conchas es un elemento cultural por su arte e historia, pero también es un contenedor cultural porque acoge libros y actos culturales, que ha vivido........

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