La biblioteca de la Casa de las Conchas cumplía el pasado mes de noviembre 30 años y, como uno es despistado y un poco perezoso por naturaleza, se nos olvidó felicitar a tiempo por la venturosa y feliz onomástica, que por otro lado supe que tuvo sus interesantes mesas redondas, sus conciertos, sus recitales y sus conferencias, es decir, una programación acorde con tal aniversario y con el espíritu cultural que se viene respirando en el lugar desde su inauguración entre las gentes que la visitan y los que en ella trabajan.

Percibiendo lo volátil que resulta ser cualquier institución cultural en esta ciudad, sobrevivir 30 años prestando un servicio tan fundamental y necesario como el que cumple cualquier biblioteca y hacerlo desde un edificio tan hermoso y emblemático como la Casa de las Conchas, no debería pasar inadvertido para ningún salmantino pero mucho menos para cualquiera de los muchos lectores que a lo largo de tantísimos años nos acercamos con frecuencia en busca de un alimento tan elemental y básico como un buen libro.

Es curioso, pero como el aire que respiramos gratuita y libremente, tal vez no seamos muy conscientes de la suerte y el festín que supone poder acercarnos cualquier día a esa u otras maravillosas bibliotecas que existen en esta ciudad y perdernos libremente por los varios pisos y secciones para elegir con absoluta libertad, a veces guiados por las recomendaciones que los propios bibliotecarios, un libro de entre todos los que ponen a nuestro alcance.

Tampoco solemos concederle la misma importancia a este hecho, como a acudir a cualquier auditorio a disfrutar de un concierto, o a una sala de cine a ver una película o al teatro donde se estrena una función, pero también estoy seguro que lo valoraríamos mucho más si no fuera tan sencillo, gratuito y cotidiano como resulta acercarnos a la biblioteca en busca de un libro hermoso y emocionante. Con la particularidad añadida, como bien sabemos todos los buenos lectores, que probablemente ese libro elegido que nos acompañará un par de semanas, nos dejará con frecuencia un poso bastante más sólido, perenne y sustancial que nos dejó el concierto, la película o la función.

Así que sí, desde aquí y antes de que terminé el año en que se convirtió en treintañera, vaya nuestra más entusiasta felicitación a la Biblioteca de la Casa de Las Conchas y a la gente amable y simpática que en ella trabajan, nuestro más sincero agradecimiento.

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