En mi época de estudiante había un cuento tan repetido que se convirtió en una leyenda urbana, de esas cuyo protagonista cambia según el auditorio, pues el original se ha olvidado después de tantas iteraciones.

Un tipo estaba a medio desvestir y en situación de horizontalidad con una amiga en el sofá de la casa cuando de repente su novia irrumpió en la sala. Viéndose acorralado, el tipo se abotonaba rápidamente, miraba a la una, miraba a la otra y, encogiendo los hombros a la vez que levantaba las manos en gesto de resignación, exclamaba:

–Bueno... ¡se supo!

Del presidente Petro el país sabía ciertas cosas, mientras que otras las intuía o sospechaba de manera aproximativa, como dándole al mandatario un extenso beneficio de la duda. Después de esta semana, sin embargo, será imposible ignorarlas. En los últimos días asistimos a un “se supo” presidencial.

Lo primero fue que Petro reconociera, en entrevista con el director de EL TIEMPO, Andrés Mompotes, que se considera socialista. Esa es una afirmación que poco sorprende, pues sus inclinaciones ideológicas eran evidentes. Pero, fiel a su verbo lioso, nunca lo había admitido de manera directa. Esta vez sí.

Olvidémonos, pues, de que al mandatario le interesa un capitalismo reformado, regulado o “consciente”, como se dice ahora. Si por él fuera, la libertad económica se reduciría a su mínima expresión y quedaríamos, como se hizo en Cuba y se quiso hacer en Venezuela, a merced del Estado para todo. Lo cual explica el meollo de todos sus proyectos y pronunciamientos.

Explica, por ejemplo, las ganas que evidencia de regular los medios privados de comunicación, como RCN y Caracol, a los que califica de “embrutecedores”; e incluso su desaprobación por ciertos gustos musicales, pues hay géneros, afirmó esta semana, que no dicen nada y, para colmo, son “uribistas”. Pensar que muchos de los artistas que Petro acusa de embrutecer al pueblo apoyaron su campaña. Pero sigamos.

Todo esto sucedía al tiempo que el Presidente promovía su última ocurrencia, que en realidad es un viejo anhelo: una asamblea nacional constituyente para reformar la Constitución. Solo que esta no sería, dijo, desafiando la lógica, para reformarla, sino para hacerla cumplir. Bueno, y tampoco sería una asamblea constituyente, dijo después, sino un “proceso constituyente”.

Traducido, significa que el Presidente busca crear un escenario de excepción que propicie la inserción de sus fallidas e impopulares reformas en el ordenamiento jurídico del país a como dé lugar. Saltándose cortes y Congreso.

A fin de crear ese escenario, azuzará a sus bases para agudizar la polarización y la confrontación política. Prueba de ello es que su retórica ya aumentó las revoluciones. Acusó a la Federación de Cafeteros de robarse el café de los campesinos, llamó “mentirosa” a la periodista Vicky Dávila y, en un discurso en Apartadó, Antioquia, usó repetidamente al barrio El Poblado, de Medellín, como metonimia del empresariado paisa, para atizar al auditorio.

Resumamos en una oración, pues, lo que confirmamos esta semana. El presidente de los colombianos, que está dispuesto a emplear mecanismos extraconstitucionales para forzar las reformas que no ha podido pasar por el Congreso, cuya finalidad es la concentración de poder en un Estado enemistado con la iniciativa privada, piensa profundizar la división de la sociedad, aplicando el libreto socialista de la lucha de clases, para promover un clima de conflictividad favorable a sus objetivos.

No estuvo explícito en sus pronunciamientos, pero es de esperarse que otra meta de esa ruptura institucional sea la prolongación indefinida de su proyecto político en el poder.

Eso es lo que se supo esta semana. Lo que ya nadie puede pretender ignorar.

THIERRY WAYS

En X: @tways

tde@thierryw.net

(Lea todas las columnas de Thierry Ways en EL TIEMPO aquí)

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Se supo

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24.03.2024
En mi época de estudiante había un cuento tan repetido que se convirtió en una leyenda urbana, de esas cuyo protagonista cambia según el auditorio, pues el original se ha olvidado después de tantas iteraciones.

Un tipo estaba a medio desvestir y en situación de horizontalidad con una amiga en el sofá de la casa cuando de repente su novia irrumpió en la sala. Viéndose acorralado, el tipo se abotonaba rápidamente, miraba a la una, miraba a la otra y, encogiendo los hombros a la vez que levantaba las manos en gesto de resignación, exclamaba:

–Bueno... ¡se supo!

Del presidente Petro el país sabía ciertas cosas, mientras que otras las intuía o sospechaba de manera aproximativa, como dándole al mandatario un extenso beneficio de la duda. Después de esta semana, sin embargo, será imposible ignorarlas. En los últimos días asistimos a un “se supo” presidencial.

Lo primero fue que Petro reconociera, en entrevista con el director de EL TIEMPO,........

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