En estos últimos días del año, que propician encuentros y reencuentros con amigos y familiares a los que uno no ve con frecuencia, he pensado mucho en algo que dice Tim Urban.

Urban es un escritor conocido por ‘Wait But Why’, un blog de culto, con más de cuatro millones de visitas mensuales. En contravía de lo que enseñan los gurús de la creación de contenido, que recomiendan producir textos y videos cortos, fácilmente viralizables, Urban publica artículos en profundidad, con datos y diagramas, sobre temas diversos, desde el yihadismo de Isis hasta la inteligencia artificial, famosamente ilustrados con hombrecillos de palo que parecen hechos por un niño de siete años.

En uno de esos textos, llamado ‘La cola’ (‘The Tail End’), Urban insta a que estemos más atentos a la frecuencia de ciertos episodios en nuestras vidas, incluso a que los contemos. Es un ejercicio que puede abrirnos los ojos.

Por ejemplo: este año, el equipo de mi ciudad natal ganó la final del fútbol colombiano, su décima estrella. Junior ha competido continuamente en la liga profesional desde 1966, lo que significa que ha ganado una copa en promedio cada seis años. Yo tengo 48, de modo que, si alcanzo la esperanza de vida de un hombre colombiano, que son 74 primaveras, el triunfo tiburón es un acontecimiento que podría volver a ver unas 4 veces en mi vida.

Una ‘millennial’ de cuarenta años que lee juiciosa un libro al mes puede aspirar a leer menos de 450 volúmenes en lo que le resta de vida. Un número respetable, seguro, pero ínfimo ante la cantidad de cosas que vale la pena leer. Y la mayoría de los colombianos morirán lejos de alcanzar esa cifra, pues el promedio nacional es de 2,7 por año.

Lo verdaderamente revelador, sin embargo, es contar encuentros. Por sus estudios o trabajo, muchas personas viven lejos de sus padres. Quizá los ven cinco o seis fines de semana al año, 10 o 12 días en total. Si a los padres les quedan 30 años de vida, el número de días que un hijo o hija en esa situación podrá disfrutar de ellos está entre 300 y 360. A esa hija le queda, en otras palabras, un año presencial con sus progenitores, a lo sumo, sin considerar que a partir de cierto momento los encuentros estarán progresivamente marcados por las enfermedades y el desgaste natural de la vejez.

Hay seres importantes con quienes tenemos los días aún más contados. Los antiguos amigos que viven en otros países, por ejemplo, a quienes las relaciones, los hijos, los compromisos y las ocupaciones mutuas nos permiten ver cada vez menos, quizá una vez cada tres o cuatro años. ¿Cuántas cenas entrañables con ellos nos esperan en lo que queda de vida? Suponiendo, esto es, que en los años intermedios ninguno muera antes de tiempo o sea presa temprana de algún deterioro físico o mental que le entorpezca la vida social.

¿Cinco, seis, diez ocasiones, como mucho, antes de timbrar la tarjeta de salida? ¿Dos o tres conversaciones finales con aquel antiguo jefe, mentor o profesor que contribuyó a hacernos quienes somos?

En estos días finales del año tuve la suerte de volver a ver a personas que alguna vez hacían parte casi cotidiana de mi vida y hoy, si acaso, veo cada seis o doce meses. También me perdí de otras reuniones por estar ocupado o distraído –porque la distancia también se vuelve un hábito–, cosa que me reprocho. Pues en algún Excel ultramundano ya está tabulado el número inaplazable de encuentros que me restan con cada una de esas personas. Y cada oportunidad perdida es una silla vacía en un teatro, una entrada que no se usó para una función que no se repite.

Para todos los lectores de este espacio, les deseo un venturoso 2024, lleno de gratos encuentros y reencuentros. Agárrenlos, aprésenlos, exprímanlos. Quedan menos de los que uno cree.

THIERRY WAYS

(Lea todas las columnas de Thierry Ways en EL TIEMPO aquí)

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Contadas veces

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31.12.2023

En estos últimos días del año, que propician encuentros y reencuentros con amigos y familiares a los que uno no ve con frecuencia, he pensado mucho en algo que dice Tim Urban.

Urban es un escritor conocido por ‘Wait But Why’, un blog de culto, con más de cuatro millones de visitas mensuales. En contravía de lo que enseñan los gurús de la creación de contenido, que recomiendan producir textos y videos cortos, fácilmente viralizables, Urban publica artículos en profundidad, con datos y diagramas, sobre temas diversos, desde el yihadismo de Isis hasta la inteligencia artificial, famosamente ilustrados con hombrecillos de palo que parecen hechos por un niño de siete años.

En uno de esos textos, llamado ‘La cola’ (‘The Tail End’), Urban insta a que estemos más atentos a la frecuencia de ciertos episodios en nuestras vidas, incluso a que los contemos. Es un ejercicio que puede abrirnos los ojos.

Por ejemplo: este año, el equipo de mi ciudad........

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