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La primera vez que fui a cine la tengo clarísima: mis padres me llevaron a ver “Marcelino, pan y vino”, lo que no recuerdo es el teatro. Solo que era en el centro. ¿Tal vez el México? Eran funciones rotativas (para toda la familia, aclaro). Después vinieron todas las de Pedrito Fernández, desde la mochila azul, hasta la oreja rajada. Y de ahí quedé cautivada por las imágenes y por las historias.

Podría decirse que el séptimo arte ha sido mi escape. Tal vez por eso nunca consideré estudiar algo relacionado, porque si estudiaba dejaba de ser mi escape, para convertirse en mi realidad ¡No! No quiero eso. Entonces, ¿por qué me apasiona el cine? Creo que porque aparte de ser la excusa perfecta para devorar montañas de palomitas sin remordimientos, ha sido mi maestro más cautivador a lo largo de los años.

¿Qué lecciones me ha enseñado? A ver. Cada película es como un manual de vida en 3D: ¿Quién necesita autoayuda cuando tienes una buena película? Desde historias de superación personal hasta lecciones sobre el valor de la amistad y el amor, el cine tiene el poder de capturar la esencia misma de la vida y proyectarla en una pantalla gigante.

Y qué decir de los viajes sin salir de una silla: ¿Recuerdas esa vez que viajamos a la Tierra Media con Frodo y el anillo? ¿O cuando recorrimos la galaxia junto a Han Solo y Chewbacca? El cine tiene la capacidad mágica de transportarnos a mundos lejanos y vivir aventuras épicas sin mover un dedo. También es un maestro encubierto: ¿Quién dijo que aprender no puede ser divertido? Gracias al cine, he absorbido más datos que en una clase de historia. Desde dramas históricos hasta documentales, el cine no solo entretiene, sino que también educa de manera ingeniosa.

Hablemos del cine y el liderazgo

¿Queremos temas más serios? ¿Qué tal los refuerzos........

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