Esta fue mi pregunta sobre el resultado de las elecciones del 29 de octubre. Dónde terminaron los votos de opinión, los votos del bloque antiestablecimiento, los del Pacto Histórico, los de María Mulata. A todos les fue picho contra la eterna maquinaria que desapareció las huestes votantes para el tractor Dau, y dónde quedaron los seguidores de las redes sociales, que en mi caso llegaron a más de 172.000 cuentas alcanzadas y varios miles de likes.

(También le puede interesar: La política de la antipolítica)

Pero déjenme contarles cómo fue este viaje en la política, de la que me había mantenido alejado por más de 50 años. Confieso que después de más de cinco décadas de vivir en Colombia nunca me había interesado un proyecto político, una rara especie de esnobismo que nos tiene alejados a los colombianos de la casa del poder por pensar que somos mejores que ellos. Pero cuando me consultaron de Fuera Malandrines, un grupo de activistas, ninguno de ellos político de profesión, consideré que había llegado el momento de devolver a Colombia todo el bien que me había proporcionado en este medio siglo. Y acepté liderar con el número uno la lista para el Concejo de Fuera Malandrines.

Mis proyectos de vida en el Concejo eran el seguimiento de una guerra que tenemos contra el hambre con mi socio el Indio, la reestructuración del Plan de Alimentación Escolar, que se ha vuelto un coto de cacería de los carroñeros que les roban la plata a nuestros hijos, que nos cobran pechugas de pollo a 40.000 pesos, que por razones de burocracia asesina pasan días sin proporcionar el almuercito a los niños, que más de una vez van al colegio solo para alimentarse por los menos una vez diaria.

No podemos concebir que una ciudad importante como es Cartagena, ciudad de reyes, de presidentes, de matrimonios millonarios, de fuegos artificiales, pueda admitir que la mitad de la población viva al límite de la pobreza y que haya centenares de millares de hermanos ciudadanos que están sufriendo el hambre más atroz.

Por eso nos metimos a políticos, pero la gente no nos siguió. Pudo más la compra de votos, pudieron más las promesas de los políticos que aparecen siempre cuando hay que elegir y que lo único que cumplen es pagar el voto para sus candidatos. Y cuando revisas los gastos electorales, te das cuentas de que la corrupción es obligatoria para que estos ‘personajes’ puedan recuperar las millonadas que han invertido para su bien particular, olvidándose del BIEN COMÚN.

SALVO BASILE

(Lea todas las columnas de Salvo Basile en EL TIEMPO, aquí)

QOSHE - ¿Y dónde están los votos? - Salvo Basile
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

¿Y dónde están los votos?

5 0
24.11.2023

Esta fue mi pregunta sobre el resultado de las elecciones del 29 de octubre. Dónde terminaron los votos de opinión, los votos del bloque antiestablecimiento, los del Pacto Histórico, los de María Mulata. A todos les fue picho contra la eterna maquinaria que desapareció las huestes votantes para el tractor Dau, y dónde quedaron los seguidores de las redes sociales, que en mi caso llegaron a más de 172.000 cuentas alcanzadas y varios miles de likes.

(También le puede interesar: La política de la antipolítica)

Pero déjenme contarles cómo fue este viaje en la política, de la que me había mantenido alejado por más de........

© El Tiempo


Get it on Google Play