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Corina es una Comunicadora Social de treinta años que vio su vida desmoronarse frente a sus ojos por la adicción al Streaming. Le agradezco por compartir su historia con nosotros y sin más preámbulos los dejo con ella:

Déjame contarte, estaba enredada hasta el cuello en el universo del streaming. No es que disfrutara de vez en cuando una buena película o serie, no, era una adicción en toda regla. Mis noches se convertían en maratones interminables, al día siguiente la falta de sueño me pasaba la factura de cobro y era un ente inanimado en mi trabajo. Me tocaba hacer un esfuerzo enorme para poder responder de manera mediocre a las tareas que mi jefe me encomendaba. Todo el tiempo estaba cansada y sin energía, y no veía la hora de tener un descanso o volver a casa para conectarme a la luz tenue de la pantalla de cualquiera de mis dispositivos.

Al principio, todo estaba bien, ¿quién no disfruta de una buena dosis de entretenimiento? Pero poco a poco, mi vida real se volvió monótona, aburrida y cargosa, más un complemento de las historias que veía que mi propia historia. Añoraba el romance y el éxito que veía en las series, pero vivía encerrada, aislada y a oscuras. Las relaciones personales se volvieron secundarias, y mis emociones reales eran eclipsadas por las que veía en la pantalla. Me convertí en una espectadora de mi propia vida, y poco a poco fui entrando en depresión. ¡No me gustaba mi vida!

Me preguntaba por qué mi vida no era cómo la de los protagonistas de las series que veía. Añoraba que un príncipe azul me rescatara de mi vida mediocre. Me preguntaba por qué no se me ocurría una idea genial que me trajera millones, como las películas o documentales inspiradores que veía. Todo lo que hacía era ver y desear, pero no hacía nada por mí. La diferencia entre la realidad que vivía y la realidad de fantasía que añoraba era un abismo imposible de superar.

Recuerdo una noche de fin de semana en particular, estaba absorta en una serie encerrada y aislada como de costumbre, ignorando llamadas de amigos y mensajes familiares importantes. Cuando apagué la pantalla y miré a mi alrededor, me di cuenta de que me estaba perdiendo de verdad. Sólo vi oscuridad, soledad, desorden y paquetes de comida chatarra. Mi vida social estaba más seca que un desierto y mi capacidad para comunicarme fuera de las redes sociales se había acabado. Por primera vez pensé en la cantidad de horas que desperdiciaba frente a la pantalla entre series, películas, videos, shorts y reels, y me dio la asombrosa cifra de más de sesenta horas a la semana. ¡Fue un golpe de conciencia!

Por eso estaba tan cansada todo el tiempo. Hubiera podido hacer una maestría o tener un segundo trabajo y no estaría tan cansada. Fue entonces cuando decidí que tenía que hacer algo al respecto. Busqué ayuda profesional, y admito que al principio fue difícil. Pero con ayuda entendí que el streaming no era solo un escape, sino una fuga de la realidad que estaba afectando mi bienestar.

Después de unas cuantas sesiones, comencé a cambiar mis hábitos. Al principio corté todas las plataformas de streaming y me desconecté de las redes sociales. ¡No te imaginas la cantidad de tiempo libre que tenía! Descansé mucho y dormí mucho, pero también me aburría. Poco a poco comencé a salir a andar en bicicleta, a reencontrarme con mis amigos y, lo más importante, empecé a vivir mi vida en lugar de mirar cómo los demás vivían la suya en la pantalla. No fue fácil, pero cada paso fue una pequeña victoria.

Ahora, mi vida no está gobernada por el streaming. He recuperado viejas amistades, he creado nuevas experiencias y estoy redescubriendo lo maravilloso que es vivir en el mundo real. Tengo un novio de carne y hueso que me ha hecho sentir emociones mucho más intensas que las que me producían las películas románticas. La pantalla ya no es mi única ventana al mundo, y eso, te lo digo, se siente increíble. El mundo real es mejor que el Full HD. Viene con sensaciones tactiles, olores y sabores. ¡Además es en 3D!

La vida fuera del streaming es más rica, más vibrante, llena de conexiones reales con otros y, sobre todo, más mía.

Si sientes que estás dejando de disfrutar la vida por estar frente a una pantalla, no lo dudes. Busca ayuda. Te invito a vivir la vida con todas sus desnudeces. Es bella y vale la pena vivirla.

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Adicción al Streaming – La historia de Corina

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11.03.2024

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Corina es una Comunicadora Social de treinta años que vio su vida desmoronarse frente a sus ojos por la adicción al Streaming. Le agradezco por compartir su historia con nosotros y sin más preámbulos los dejo con ella:

Déjame contarte, estaba enredada hasta el cuello en el universo del streaming. No es que disfrutara de vez en cuando una buena película o serie, no, era una adicción en toda regla. Mis noches se convertían en maratones interminables, al día siguiente la falta de sueño me pasaba la factura de cobro y era un ente inanimado en mi trabajo. Me tocaba hacer un esfuerzo enorme para poder responder de manera mediocre a las tareas que mi jefe me encomendaba. Todo el tiempo estaba cansada y sin energía, y no veía la hora de tener un descanso o volver a casa para conectarme a la luz tenue de la pantalla de cualquiera de mis dispositivos.

Al principio, todo estaba bien, ¿quién no disfruta de una buena dosis de entretenimiento? Pero poco a poco, mi vida real se volvió monótona, aburrida y cargosa, más un complemento de las historias que veía que mi propia historia. Añoraba el romance y el éxito que veía en las series, pero vivía encerrada, aislada y a oscuras. Las relaciones personales se volvieron secundarias, y mis emociones reales eran eclipsadas por las que veía en la pantalla. Me convertí en una espectadora de mi propia vida, y poco a poco fui entrando en depresión. ¡No me gustaba mi vida!

Me preguntaba por qué mi vida no era cómo la de los protagonistas de las series que veía. Añoraba que un príncipe azul me rescatara de mi vida mediocre. Me preguntaba por qué no se me ocurría una idea genial que me trajera millones, como las películas o documentales inspiradores que veía. Todo lo que hacía era ver y desear, pero no hacía nada por mí. La diferencia entre la realidad que vivía y la realidad de fantasía que añoraba era un abismo imposible de superar.

Recuerdo una noche de fin de semana en particular, estaba absorta en una serie encerrada y aislada como de costumbre, ignorando llamadas de amigos y mensajes familiares importantes. Cuando apagué la pantalla y miré a mi alrededor, me di cuenta de que me estaba perdiendo de verdad. Sólo vi oscuridad, soledad, desorden y paquetes de comida chatarra. Mi vida social estaba más seca que un desierto y mi capacidad para comunicarme fuera de las redes sociales se había acabado. Por primera vez pensé en la cantidad de horas que desperdiciaba frente a la pantalla entre series, películas, videos, shorts y reels, y me dio la asombrosa cifra de más de sesenta horas a la semana. ¡Fue un golpe de conciencia!

Por eso estaba tan cansada todo el tiempo. Hubiera podido hacer una maestría o tener un segundo trabajo y no estaría tan cansada. Fue entonces cuando decidí que tenía que hacer algo al respecto. Busqué ayuda profesional, y admito que al principio fue difícil. Pero con ayuda entendí que el streaming no era solo un escape, sino una fuga de la realidad que estaba afectando mi bienestar.

Después de unas cuantas sesiones, comencé a cambiar mis hábitos. Al principio corté todas las plataformas de streaming y me desconecté de las redes sociales. ¡No te imaginas la cantidad de tiempo libre que tenía! Descansé mucho y dormí mucho, pero también me aburría. Poco a poco comencé a salir a andar en bicicleta, a reencontrarme con mis amigos y, lo más importante, empecé a vivir mi vida en lugar de mirar cómo los demás vivían la suya en la pantalla. No fue fácil, pero cada paso fue una pequeña victoria.

Ahora, mi vida no está gobernada por el streaming. He recuperado viejas amistades, he creado nuevas experiencias y estoy redescubriendo lo maravilloso que es vivir en el mundo real. Tengo un novio de carne y hueso que me ha hecho sentir emociones mucho más intensas que las que me producían las películas........

© El Tiempo


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