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Soy Fausto, tengo un problema de adicción a las noticias. Por lo demás, soy un hombre normal, como muchos otros: Tengo cuarenta años y tengo mi propio negocio que nos sostiene a mí y a mi familia.

Quiero contarles que sin darme cuenta, había caído en la trampa de ser adicto a las noticias. Mi día solía comenzar y terminar con la misma rutina: abrir mi teléfono y sumergirme en un mar interminable de titulares y artículos sobre todo, desde política hasta deportes. No importaba si estaba en una reunión de negocios o en la mesa de la cena con mi familia, mi mente siempre estaba vagando hacia las últimas noticias.

Al principio, pensé que estar bien informado era una virtud, que me ayudaría a tomar decisiones para mi negocio, a anticiparme a los acontecimientos… pero pronto me di cuenta de que mi hábito estaba consumiendo mi tiempo y mi energía de una manera insostenible. Mis horas de trabajo se desvanecían mientras caía en espirales de información sin fin, y mis relaciones personales comenzaron a resquebrajarse bajo el peso de mi obsesión.

Todas las noticias eran iguales. Sólo me generaban malestar. Había unas pocas buenas, pero la mayoría eran malas noticias. Sin embargo, no podía controlar mi obsesión. Quería profundizar sobre cada acontecimiento. Leía lo que habían escrito los diferentes medios en el mundo. Cómo lo veían en Estados Unidos y en Europa. Cómo lo relataban. En qué detalles se enfocaban de acuerdo a sus intereses. Leía la misma noticia relatada por diferentes actores, un millón de veces.

Recuerdo una noche en la que me encontraba solo en mi oficina, con la luz de la pantalla del ordenador reflejándose en mi rostro cansado. Me di cuenta de que había pasado horas leyendo noticias sin realmente absorber nada de valor. Me sentí vacío, como si estuviera perdiendo el tiempo y la oportunidad de vivir una vida plena. Mi esposa y mi hijo me esperaban en casa, y pensaban que yo estaba trabajando.

Fue en ese momento que supe que necesitaba un cambio. Me propuse limitar mi consumo de noticias a momentos específicos del día y a fuentes confiables. Además, busqué ayuda profesional para entender por qué me sentía tan atraído por la constante avalancha de información. Le pusimos nombre a mi problema: “Adicción a las noticias”. Al abordarlo como una adicción, pude, con ayuda, comenzar a hacer algo al respecto. Descubrí que era una forma de evadirme de la vida y de no pensar en mis propios problemas. Al concentrarme en la lectura, me olvidaba de mí mismo.

Con el tiempo, logré encontrar un equilibrio. Comencé a dejar de llamarlas “las noticias”. Ahora las llamo “las malas noticias”. Descubrí que al desconectarme del ciclo de noticias, podía dedicar más tiempo a mis seres queridos y a mi negocio. Que no quedaba desinformado ni vulnerable. Si hay una noticia de la que me tengo que enterar, me llegará.

Ahora, mi vida está más centrada en lo que realmente importa, y aunque todavía me mantengo informado, ya no dejo que las noticias dominen mi existencia. Miro las noticias cuando quiero, no estoy indefenso ante todas las notificaciones que me llegan permanentemente, dominan mi tiempo y deciden por mí.

Aprendí a priorizar mi tiempo y a disfrutar de los momentos presentes, y eso, créeme, ha hecho toda la diferencia.

Si deseas compartir tu opinión, experiencia, fortaleza y esperanza acerca del manejo de alguna adicción, siéntete libre de hacer un comentario o escríbeme a calderon.ramiro@gmail.com

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Adicción a las noticias – La historia de Fausto

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26.03.2024

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Soy Fausto, tengo un problema de adicción a las noticias. Por lo demás, soy un hombre normal, como muchos otros: Tengo cuarenta años y tengo mi propio negocio que nos sostiene a mí y a mi familia.

Quiero contarles que sin darme cuenta, había caído en la trampa de ser adicto a las noticias. Mi día solía comenzar y terminar con la misma rutina: abrir mi teléfono y sumergirme en un mar interminable de titulares y artículos sobre todo, desde política hasta deportes. No importaba si estaba en una reunión de negocios o en la mesa de la cena con mi familia, mi mente siempre estaba vagando hacia las últimas noticias.

Al principio, pensé que estar bien informado era una virtud, que me ayudaría a tomar decisiones para mi negocio, a anticiparme a los acontecimientos… pero pronto me di cuenta de que mi hábito estaba consumiendo mi tiempo y mi energía de una manera insostenible. Mis horas de trabajo se desvanecían mientras caía en espirales de información sin fin, y mis relaciones personales comenzaron a resquebrajarse bajo el peso de mi obsesión.

Todas las noticias eran iguales. Sólo me generaban malestar. Había unas pocas buenas, pero la mayoría eran malas noticias. Sin embargo, no podía controlar mi obsesión. Quería profundizar sobre cada acontecimiento. Leía lo que habían escrito los diferentes medios en el mundo. Cómo lo veían en Estados Unidos y en Europa. Cómo lo relataban. En qué detalles se enfocaban de acuerdo a sus intereses. Leía la misma noticia relatada por diferentes actores, un millón de veces.

Recuerdo una noche en la que me encontraba solo en mi oficina, con la luz de la pantalla del ordenador reflejándose en mi rostro cansado. Me di cuenta de que había pasado horas leyendo noticias sin realmente absorber nada de valor. Me sentí vacío, como si estuviera perdiendo el tiempo y la oportunidad de vivir una vida plena. Mi esposa y mi hijo me esperaban en casa, y pensaban que yo estaba trabajando.

Fue en ese momento que supe que necesitaba un cambio. Me propuse limitar mi consumo de noticias a momentos específicos del día y a fuentes confiables. Además, busqué ayuda profesional para entender por qué me sentía tan atraído por la constante avalancha de información. Le pusimos nombre a mi problema: “Adicción a las noticias”. Al abordarlo como una adicción, pude, con ayuda, comenzar a hacer algo al respecto. Descubrí que era una forma de evadirme de la vida y de no pensar en mis propios problemas. Al concentrarme en la lectura, me olvidaba de mí mismo.

Con el tiempo, logré encontrar un equilibrio. Comencé a dejar de llamarlas “las noticias”. Ahora las llamo “las malas noticias”. Descubrí que al desconectarme del ciclo de noticias, podía dedicar más tiempo a mis seres queridos y a mi negocio. Que no quedaba desinformado ni vulnerable. Si hay una noticia de la que me tengo que enterar, me llegará.

Ahora, mi vida está más centrada en lo que realmente importa, y aunque todavía me mantengo informado, ya no dejo que las noticias dominen mi existencia. Miro las noticias cuando quiero, no estoy indefenso ante todas las notificaciones que me llegan permanentemente, dominan mi tiempo y deciden por mí.

Aprendí a priorizar mi tiempo y a disfrutar de los momentos presentes, y eso, créeme, ha hecho toda la diferencia.

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