Hay pocas personas, en la izquierda y en la derecha, que no defiendan la libertad de expresión. Sin duda es la base de la democracia, y su vulneración es la primera señal de alerta ante intentos de imponer gobiernos autoritarios. Pero a veces las cosas se complican y los límites se hacen difusos.

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En el marco de un debate en el Senado, el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, dijo: “Estamos jugando con la vida de los colombianos. No podemos ser factor de experimentación. Todos los que estamos vacunados hoy, con excepción de los que cogimos Sinovac, yo tengo Sinovac, toda la nueva tecnología y todas las vacunas entraron aquí sin permiso”. Y más adelante añadió: “No podemos seguir experimentando con la comunidad colombiana, y menos con los indígenas, los negros y los más pobres de este país”. Unos días después rectificó, pero el mensaje ya había sido enviado. Para justificar reclamos que le hacían a su gestión, acusó al gobierno anterior de experimentar con los más oprimidos para beneficio de los “grandes capitales internacionales”.

Lo que dijo es falso. Se puede verificar la expedición de licencias en Colombia, y el uso de miles de millones de dosis en todo el mundo. Pero además, es peligroso. Desconoce un avance científico extraordinario y un logro no visto antes en salud, soporta teorías conspiratorias oscuras, que abundan, y promueve el resentimiento de poblaciones que tras estas afirmaciones deben sentirse utilizadas y perseguidas ¿El principio de libre expresión le da validez a esa declaración?

Se ha demostrado que las noticias falsas y picantes se dispersan mucho más rápida y ampliamente que las verdades aburridas.

Al mismo tiempo, el senador Iván Cepeda presentó un proyecto de ley que tipifica el delito de “obstrucción a la paz” y le establece penas de prisión. En su presentación señaló que “esta iniciativa tipifica los crímenes contra la paz, que son aquellos que cometen quienes obstruyen, restringen, limitan de manera dolosa un proceso de paz en cualquiera de sus estadios”. La reacción fue fuerte y él retiró el proyecto, pero anunció que regresaría con modificaciones. Muy pocos ciudadanos leen con cuidado las leyes, y muchos menos están en la capacidad de interpretar sus sutilezas. El mensaje para el público general es unívoco: ‘Más bien absténgase de decir o manifestar algo que pueda interpretarse como obstrucción a la paz’.

Simultáneamente caímos en los dos extremos. Uno que abusa de la libertad de expresión con falsedad y causando posibles efectos graves sobre las actitudes de los ciudadanos en futuras campañas de salud, y el otro que intimida a quienes tienen posiciones contrarias a la oficial.

En el tiempo de los optimismos creímos que esos dilemas se resolvían fácilmente. Por un lado, la gente se iba a autocontrolar y no difundiría noticias falsas a sabiendas (errores siempre habrá). Por el otro lado, confiábamos en que, a la larga, la verdad se impondría. En 1919 el juez Oliver Wendell Holmes, en Estados Unidos, emitió una sentencia famosa en la que decía que “gritar falsamente fuego en un teatro lleno no es un hecho protegido por el derecho a la libre expresión”: señaló límites en caso de un daño extremo y malintencionado.

Hoy, las redes sociales han cambiado la situación. Son el ámbito natural de la expresión libre; se puede decir lo que se quiera. Pero se ha demostrado que las noticias falsas y picantes se dispersan mucho más rápida y ampliamente que las verdades aburridas. Se ha demostrado también que grupos (a veces contratados) ejercen bullying e intimidación, interfiriendo con la libre expresión, causando a veces depresiones y suicidios, y en ciertos casos interviniendo con engaños en la política, incluso en países extranjeros. Estamos ante un tema de reflexión y una nueva ‘negociación’ de límites que interfieran poco con la libertad y no causen mucho daño.

MOISÉS WASSERMAN
@mwassermannl

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Dilemas de la libre expresión

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08.12.2023

Hay pocas personas, en la izquierda y en la derecha, que no defiendan la libertad de expresión. Sin duda es la base de la democracia, y su vulneración es la primera señal de alerta ante intentos de imponer gobiernos autoritarios. Pero a veces las cosas se complican y los límites se hacen difusos.

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En el marco de un debate en el Senado, el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, dijo: “Estamos jugando con la vida de los colombianos. No podemos ser factor de experimentación. Todos los que estamos vacunados hoy, con excepción de los que cogimos Sinovac, yo tengo Sinovac, toda la nueva tecnología y todas las vacunas entraron aquí sin permiso”. Y más adelante añadió: “No podemos seguir experimentando con la comunidad colombiana, y menos con los indígenas, los negros y los más pobres de este país”. Unos días después rectificó, pero el mensaje ya había sido enviado. Para justificar reclamos que le hacían a su gestión,........

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