Hace unos pocos días la prensa internacional traía una noticia que acá no causó impresión: el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York cerró dos salas importantes que exhibían objetos de las culturas nativas de Norteamérica. Retiró objetos de su valiosa colección como la gran canoa de corteza de abedul del pueblo Menominee, la famosa muñeca Hopi de Arizona y dardos de más de 12.000 años, entre muchos más. El presidente del museo declaró que esa exhibición correspondía a “una era en la que museos como el nuestro no respetaban los valores, las perspectivas y la humanidad misma de los pueblos indígenas”.

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Similares medidas fueron tomadas por otros museos: el Field de Chicago suspendió varias exhibiciones; el de Arqueología y Etnología de Harvard retiró los objetos funerarios indígenas y el Metropolitano de Artes de Nueva York anunció que retiraría 20 objetos de su galería de instrumentos musicales.

Uno podría entender que, por respeto, haya que devolver a las comunidades restos humanos encontrados en excavaciones arqueológicas, aunque siempre quedaría la duda de si no se están devolviendo a quienes los mataron y no a sus descendientes. ¿A quién le van a devolver, por ejemplo, las cabezas reducidas del pueblo guerrero Shuar? ¿O la intención es que en el futuro no se sepa que existieron? Pareciera que nos quieren hacer creer que antes de 1492 no hubo en las Américas desplazamientos, guerras ni invasiones.

Difícil comprender por qué les parece virtuoso retirar objetos que han servido para estudiar las culturas indígenas y admirar sus desarrollos. Si predominara esa tendencia, en el futuro podríamos exhibir en la sala de instrumentos de la Luis Ángel Arango un clavicordio pero no una marimba, y unos cornos franceses e ingleses, pero no una gaita costeña.

Difícil comprender por qué les parece virtuoso retirar objetos que han servido para estudiar las culturas indígenas y admirar sus desarrollos.

Entre 2003 y 2006 participé en el comité CFRS del Icsu (Comité para la libertad y la responsabilidad en la ciencia del Consejo Internacional de Uniones Científicas). Era un comité de pocos miembros, me tocó ser ‘el de América Latina’. Nuestra tarea era producir un documento con la redacción y el sustento de su “Estatuto 5”, que define el “Principio de Universalidad de la Ciencia”. Este, basado en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, postula que el conocimiento debe ser propiedad de toda la humanidad.

En aquella época el Icsu reunía principalmente a organizaciones de las ciencias naturales, pero se transformó en el ICS, que reúne también a las ciencias sociales y las humanidades. El principio fue acogido; es una aspiración irrenunciable de la academia mundial. Mantener esa visión ha sido un motor para la acción y un sustento ético.

Los humanos navegamos entre contradicciones. Al tiempo que unos luchan por que el patrimonio cultural sea universal, otros lo hacen para que sea exclusivo de un grupo (y además se sienten virtuosos luchadores contra la opresión).

Esa lucha contra lo que dieron en llamar “apropiación cultural” pretende, en realidad, imponer fronteras infranqueables entre culturas. Se ha llegado a situaciones ridículas como descalificar a cocineros que introducen en sus menús platos de una cultura que no es la suya, o a músicos que ejecutan obras que no surgieron dentro de su etnia (o como vemos, cerrar salas de museos).

Quienes defienden las ‘propiedades culturales’ no han tenido inconveniente de hacerlo usando el internet, con smartphones y en aulas de universidades, inventadas hace mil años en Occidente. Las colecciones de arte europeo no van a ser retiradas; es que las reglas de ‘justicia histórica’ son de aplicación selectiva.

Esa “apropiación cultural” es una gran estupidez. La historia de la cultura humana es la de una permanente fecundación cruzada, a veces con dolor.

MOISÉS WASSERMAN@mwassermannl

(Lea todas las columnas de Moisés Wasserman en EL TIEMPO, aquí)

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¿Quién es el dueño de la cultura?

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09.02.2024

Hace unos pocos días la prensa internacional traía una noticia que acá no causó impresión: el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York cerró dos salas importantes que exhibían objetos de las culturas nativas de Norteamérica. Retiró objetos de su valiosa colección como la gran canoa de corteza de abedul del pueblo Menominee, la famosa muñeca Hopi de Arizona y dardos de más de 12.000 años, entre muchos más. El presidente del museo declaró que esa exhibición correspondía a “una era en la que museos como el nuestro no respetaban los valores, las perspectivas y la humanidad misma de los pueblos indígenas”.

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Similares medidas fueron tomadas por otros museos: el Field de Chicago suspendió varias exhibiciones; el de Arqueología y Etnología de Harvard retiró los objetos funerarios indígenas y el Metropolitano de Artes de Nueva York anunció que retiraría 20 objetos de su galería de instrumentos musicales.

Uno podría entender que, por respeto,........

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