Las noticias sirven para enterarnos de lo que pasa en el mundo, también en nuestro país, en la comunidad donde vivimos. Está mal no informarse de nada, uno tiene que saber dónde está parado. O esa solía ser la creencia predominante en el pasado. En un pasado que no sé situar. A lo mejor es más una cosa generacional. Leer noticias, dicen, es una cosa de viejos. De esas que hacemos los nacidos en otra época, como tomar notas con un bolígrafo en una libreta, y tener una agenda análoga, no una digital.

En eso, como en más y más cosas cada año, voy dejando de ser una persona joven. Y hoy he pensado, mientras leía el periódico impreso, como suelo hacer, sobre todo los domingos, que esta no es una costumbre juvenil. ¿O acaso han visto a alguien en sus veintes tomándose un café en una terraza mientras lee la prensa? Recuerdo mis primeros intentos (en mis veintes, por cierto) de leer cualquier diario. Me volvía un ocho. Me sentía ridícula, no conseguía doblar esas hojas enormes sin que la numeración de las páginas perdiera sentido. Hoy, en cambio, un domingo sin prensa impresa no es domingo.

Me pregunto si tendrá que ver con un rito de pasaje que se perdió. Quizá los jóvenes de ahora no ven en ese gesto de sentarse en un sillón con el diario una expresión de la madurez sosegada de quien se pregunta por el mundo y por los otros, que se interesa tanto por las noticias de actualidad como por las miradas editoriales que estas suscitan.

¿Pero para qué todo esto –me dirá más de uno– cuando las ediciones digitales se encuentran a un ‘click’? ¿Por qué adentrarse en un texto –argumentarán otros– si las redes sociales nos bombardean con titulares, fotografías de explosiones, videos de masacres y desastres? ¿Cuál es la lógica de leer con detenimiento cuando ese ‘shot’ de realidad, de actualidad, viene cargado de adrenalina y además es gratis? Mi respuesta es que quizá por eso mismo. Porque en esos disparos de adrenalina hay más ruido que nueces es por lo que necesitamos la mirada sosegada, pensada, masticada, de quien ha leído, ha hecho entrevistas, ha reflexionado y ha escrito un texto que será publicado en imprenta. Porque las redes solo nos lanzan humillaciones, escupitajos en estéreo, mentiras sonoras, promesas imposibles de cumplir.

El ruido lo hace Putin arrojando el cadáver de Navalni como quien exhibe un trofeo, o explicando su ofensiva, como si de un plan heroico se tratara. Es el ruido frentero, público, declarado, de Netanyahu en su asedio a Gaza, ese ruido que va cambiando la narrativa de lo atroz como clandestino, el horror como algo oculto, hacia el espanto publicado, promocionado en las vitrinas de las redes sociales y multiplicado una sentencia de veces.

Cada vez resulta más confuso entender quiénes son los héroes y quiénes los villanos. Y es que acaba de ser reelecto en Salvador con el 85 % de los votos Bukele, el hombre que ha sometido a pandilleros de las maras y se jacta de tener una cárcel de máxima seguridad donde no entra la luz del día, y los condenados tienen sentencias hasta de 700 años, todo esto mientras las fotos de este horror corren como agua fresca por las redes sociales. ¿Y qué decir de los soldados que suben videos de sus víctimas como enorgullecidos de su sevicia? Entramos al tercer año de guerra contra Ucrania, Corea del Norte amenaza con usar un arma nuclear, e Israel no cesa su ofensiva en Palestina…

Entonces se entiende eso de “leer la prensa impresa es cosa de viejos”, pero eso no me impide desear que la gente al menos no se alimente nada más que de histeria en pildoritas, de fanatismos en dos párrafos, de ‘fake news’ al servicio del populismo de turno. Porque son tiempos difíciles, justamente, no podemos limitarnos a enterarnos de la realidad a través de capsulitas de contenidos basura circulando como anfetaminas que nos enganchan, nos suben, nos bajan, pero nunca nos dan contexto, y mucho menos perspectiva.

MELBA ESCOBAR
En X: @melbaes

(Lea todas las columnas de Melba Escobar en EL TIEMPO aquí)

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SOS por la prensa

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26.02.2024

Las noticias sirven para enterarnos de lo que pasa en el mundo, también en nuestro país, en la comunidad donde vivimos. Está mal no informarse de nada, uno tiene que saber dónde está parado. O esa solía ser la creencia predominante en el pasado. En un pasado que no sé situar. A lo mejor es más una cosa generacional. Leer noticias, dicen, es una cosa de viejos. De esas que hacemos los nacidos en otra época, como tomar notas con un bolígrafo en una libreta, y tener una agenda análoga, no una digital.

En eso, como en más y más cosas cada año, voy dejando de ser una persona joven. Y hoy he pensado, mientras leía el periódico impreso, como suelo hacer, sobre todo los domingos, que esta no es una costumbre juvenil. ¿O acaso han visto a alguien en sus veintes tomándose un café en una terraza mientras lee la prensa? Recuerdo mis primeros intentos (en mis veintes, por cierto) de leer cualquier diario. Me volvía un ocho. Me sentía ridícula, no conseguía doblar esas hojas enormes sin que la numeración........

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