En un país tras otro, los latinoamericanos están votando en contra del partido de gobierno o el gobernante de turno. Sociedades hastiadas de políticos y burócratas profesionales a quienes ven desconectados de la realidad de las mayorías e incapaces de mejorar el rumbo de una manera palpable para quienes la vida es una lucha día a día, están votando sistemáticamente por el cambio. El cambio, definido como otros. La única condición es esa: que no nos gobiernen los mismos.

(También le puede interesar: Los datos)

En ese camino, en varios países se han dado saltos al vacío. Decisiones electorales que pueden salir peor o mejor de lo que teníamos. No quiero entrar en esa discusión, ni pretendo en esta columna hacer sentido del momento latinoamericano, que es tremendamente complejo. Lo que quiero es hacer una defensa de esos que hoy son objeto del desprecio y señalamiento de nuestras sociedades cansadas: los funcionarios públicos, las burocracias técnicas, incluso los políticos profesionales.

Como en cualquier oficio, en el ejercicio de gobernar y hacer andar la máquina de los servicios del Estado, hay una ventaja inmensa cuando se tiene experiencia previa y conocimiento del área en que se trabaja. No quiere decir esto que el funcionario que llega por primera vez no sea capaz de aprender y gobernar bien o realizar su gestión adecuadamente. En todo hay excepciones. Pero los gobiernos más efectivos construyen sobre la capacidad desarrollada a lo largo del tiempo. Una de las grandes diferencias entre nuestros países y los más desarrollados –esos que son capaces de ofrecerle a la ciudadanía servicios que garantizan una mejor calidad de vida– es la existencia de un servicio público bien organizado, que asegura el tránsito de funcionarios de primera calidad entre gobiernos. Esa tecnocracia permite construir de manera incremental, paso a paso, partiendo de lo construido. Sin refundar la patria con cada cambio de gobierno. Por lo mismo, es torpe y doloroso cuando se desmantela la capacidad de entidades enteras para dar un mensaje de renovación.

Los periodos de gobierno no alcanzan para hacer grandes cosas cuando todo se tiene que aprender de nuevo.

En Colombia esto pasa con frecuencia y ha pasado en varios gobiernos. En parte es responsabilidad del electorado, generalmente dispuesto a premiar con su apoyo las acciones de gobierno que mandan el mensaje de que ahora sí será diferente. Es difícil hacer algo realmente diferente cuando se debe comenzar por construir de nuevo, desde cero, la capacidad de las entidades estatales.

Además del conocimiento específico del área en que se desempeñan, los burócratas profesionales conocen los procesos del Estado, que en nuestros países suelen ser extremadamente complejos. Un área clara que es objeto de reforma, de paso, son esos procesos que es necesario simplificar (no reducen la corrupción y en cambio le restan efectividad a la gestión de los gobiernos). Mientras no sean más simples los pasos para ejecutar recursos públicos o para contratar la provisión de bienes y servicios con el sector privado, lo más eficiente es que los funcionarios a cargo sean expertos en ellos. Los periodos de gobierno no alcanzan para hacer grandes cosas cuando todo se tiene que aprender de nuevo.

Hay gente buenísima con una inmensa vocación de servicio en la mayoría de las agencias del Estado en todos los países de la región. No todos los funcionarios son corruptos. La mayoría no lo son. Los casos visibles de corrupción nos han hecho un gran daño al empaquetar como bandidos en el imaginario nacional a todos los funcionarios. Eso, junto con la idea de que todos los que gobernaron antes no consiguieron hacer grandes reformas sociales simplemente porque no querían y que basta con la buena voluntad para generar el cambio, son ingredientes para el fracaso.

No es tan fácil gobernar. Y en eso, incluso, los políticos profesionales tienen una ventaja, porque saben jugar el juego de las transacciones políticas –en el buen sentido– necesarias para viabilizar reformas. Entre ellos también hay gente honesta y preparada para gobernar.

MARCELA MELÉNDEZ

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No es tan fácil

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05.12.2023

En un país tras otro, los latinoamericanos están votando en contra del partido de gobierno o el gobernante de turno. Sociedades hastiadas de políticos y burócratas profesionales a quienes ven desconectados de la realidad de las mayorías e incapaces de mejorar el rumbo de una manera palpable para quienes la vida es una lucha día a día, están votando sistemáticamente por el cambio. El cambio, definido como otros. La única condición es esa: que no nos gobiernen los mismos.

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En ese camino, en varios países se han dado saltos al vacío. Decisiones electorales que pueden salir peor o mejor de lo que teníamos. No quiero entrar en esa discusión, ni pretendo en esta columna hacer sentido del momento latinoamericano, que es tremendamente complejo. Lo que quiero es hacer una defensa de esos que hoy son objeto del desprecio y señalamiento de nuestras sociedades cansadas: los funcionarios públicos, las burocracias técnicas, incluso los políticos profesionales.

Como en cualquier oficio, en........

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