Había una vez una colmena de abejas muy trabajadoras. Salían muy temprano a competir por las mejores mieles. Así contribuían al crecimiento económico de aquel país de árboles y de flores. Los zánganos, en lo suyo, obedientes a ellas. Pero un día, el dios de las abejas decidió cambiar sus formas de ser. Ordenó que todo el mundo debía volverse bueno. Desde el 1.º de enero de 2024. Había descubierto que el aparente colectivismo no era más que la expresión de una libertad individual estimulada por el provecho propio. Cuando las abejas acataron el mandato el país se vino abajo; sus maneras de trabajar no admitían regulaciones. Eran buenas, pero a su manera.

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El poema La fábula de las abejas lo escribió De Mandeville en 1705. Poco después, el moralista escocés que inventó la economía, inspirado tal vez en Mandeville, escribió que no es de la benevolencia del carnicero de la que derivamos nuestra cena, sino de sus ganas de vendernos la carne. Algo después, un poeta de Úbeda escribió un verso que debería enseñarse en las universidades: “Ocúpate del alma, dijo el gordo vendedor de carne”.

El corolario histórico de la fábula de las abejas es la abstracción –potente– de la mano invisible del mercado, de la autoría, ¡cómo no!, del escocés. Nos esforzamos por el interés propio y no por el de la sociedad, pero así la sociedad progresa porque la mano invisible promueve un fin contrario al egoísmo de las gentes. Es decir, una especie de magia prodigada por un dios más potente que el dios de las abejas.

Robinson teorizó sobre el éxito del capitalismo: triunfa usando los más sucios motivos de gente desagradable para beneficio de la sociedad. Es probable que el liberalismo de Milei responda a una explosiva mezcla de Smith, Robinson y Mandeville. Invoca las fuerzas del cielo para liberar a su sociedad de un Estado maligno y expandir la libertad de los mercados. La fórmula de dividir a la sociedad entre buenos y malos le alcanzó para ganar, pero ello no garantiza que su lectura de la fábula de las abejas le salga bien por arte de una magia que en ningún país ha funcionado. Despacha en la residencia de Olivos para no perder tiempo yendo hasta La Rosada. Decretó que desde el 1.º de enero de 2024 el Estado será virtuoso, mínimo y libertario.

En el momento de escribir esta columna llegan noticias del quilombo que se empieza a armar en la calle. Pido a Zeus que Argentina, que todo lo merece, encuentre su mejor salida.

MANUEL GUZMÁN HENNESSEY@GuzmanHennessey

(Lea todas las columnas de Manuel Guzmán Hennessey en EL TIEMPO, aquí)

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La fábula de las abejas

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29.12.2023

Había una vez una colmena de abejas muy trabajadoras. Salían muy temprano a competir por las mejores mieles. Así contribuían al crecimiento económico de aquel país de árboles y de flores. Los zánganos, en lo suyo, obedientes a ellas. Pero un día, el dios de las abejas decidió cambiar sus formas de ser. Ordenó que todo el mundo debía volverse bueno. Desde el 1.º de enero de 2024. Había descubierto que el aparente colectivismo no era más que la expresión de una libertad individual estimulada por el provecho propio. Cuando las abejas acataron el mandato el país se vino abajo; sus maneras de trabajar no admitían regulaciones. Eran buenas, pero a su........

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