Dayana Estela escribió una carta, la pasada Navidad, pidiéndole al Niño Dios que su regalo de 16 años fuera una beca para estudiar medicina veterinaria, ojalá en Bogotá.

(También le puede interesar: La maldita narcoherencia)

La petición, llena de retos y complejidades para sus padres, unos campesinos cultivadores de la tierra y con pocos recursos económicos, se convirtió en una meta familiar.

Papá y mamá, ubicaron en Bogotá a una de las tías de su hija menor para que la recibiera en enero del 2024, cuando ellos hubieran logrado conseguirle el cupo universitario y solventar los traslados y todo lo adicional.

La adolescente se esmeró por tener buenas calificaciones en el primer semestre del año que está terminando y a través de internet empezó todas las averiguaciones sobre los posibles centros de estudio. Es su diario, que ahora es una reliquia para su mamá, día a día fue escribiendo los avances académicos y de búsqueda del lugar donde se profesionalizaría.

También escribió, en mayo pasado, que sentía un poco de intimidación cuando el compadre de su hermano los visitaba los sábados. “Me mira muy profundo. Yo creo que le gusto, pero él a mi no”. Su mamá vuelve a leer el párrafo y se ahoga con la tristeza, porque al final de los ciclos de violencia es de lo poco claro que queda. La tristeza.

Colombia cerrará el año con más de 300 feminicidios y cerca de 25 mil casos de violación. Un saldo en rojo vergonzoso.

La segunda semana de agosto, cuando Dayana tenía todo listo para viajar a Bogotá desde su vereda en el Tolima, y presentarse a la entrevista del centro universitario donde se haría veterinaria, aceptó una invitación a un café, un día antes de su salida hacia la capital.

Tres, cinco, diez horas. Dayana no respondió el teléfono, no dejó rastro, no regresó a la casa.

Su cuerpo fue encontrado 78 horas después, golpeado, mutilado, con rastros de violencia sexual, con las uñas quebradas a raíz de la fuerza que hizo para defenderse. Con jirones de cabello al lado…

El amigo de la familia, que los visitaba cada fin de semana, le había enviado una nota de voz de WhatsApp diciéndole que si no le aceptaba, por lo menos un momento en la cafetería del barrio, “cometería alguna locura” porque estaba “tan enamorado que no concebía la vida sin ella”.

Un atroz feminicidio que no mojó, como se dice coloquialmente en el lenguaje periodístico, las primeras páginas de los diarios o inundó de mensajes de solidaridad las redes sociales. Eso pasa con el 95 por ciento de los crímenes de odio contra las mujeres.

Algunos tienen esa ‘suerte’ de ser visibles, pero otros, la mayoría, quedan anónimos, impunes y olvidados. Como los nombres y las historias de ellas.

Ahora, los padres de Dayana quieren, por lo menos, que su hija sea mencionada en este espacio, sin apellidos, ubicación ni nombre del maldito victimario porque están amenazados y arrinconados en el único lugar que conocen para vivir, trabajar y hacer su duelo.

Dayana era como la otra Dayana. Michel Dayana González, también de 15 años, también asesinada cruelmente por un feminicida hace siete días, en Cali: Harold Andrey Echeverry. Dos Dayanas plenas de juventud y de sueños y ahora una cifra más en la cadena de violencias que no podemos frenar, pese a los intentos que se hacen.

Colombia cerrará el año con más de 300 feminicidios y cerca de 25 mil casos de violación. Un saldo en rojo vergonzoso que se su suma al del 2022, y el del 2021 y el trágico 2020 de pandemia, cuando retrocedimos abismalmente en derechos, denuncias y en justicia para las mujeres y niñas, como lo ha afirmado en este diario la expresidenta chilena Michelle Bachelet.

Tener un Viceministerio de la Mujer parece ser una de las salidas, pero será solamente una semilla plantada en tierra infértil sino se articulan con esta nueva entidad los ministerios de Educación, Salud y Defensa.

Por ahora, mientras salen a la luz las acciones urgentes, seguiremos intentando dignificar a las que ya no están y protegiendo con las redes de la sociedad civil a las que están a punto de ya no estar.

JINETH BEDOYA LIMA

(Lea todas las columnas de Jineth Bedoya Lima en EL TIEMPO, aquí)

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Saldo en rojo para mujeres y niñas

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14.12.2023

Dayana Estela escribió una carta, la pasada Navidad, pidiéndole al Niño Dios que su regalo de 16 años fuera una beca para estudiar medicina veterinaria, ojalá en Bogotá.

(También le puede interesar: La maldita narcoherencia)

La petición, llena de retos y complejidades para sus padres, unos campesinos cultivadores de la tierra y con pocos recursos económicos, se convirtió en una meta familiar.

Papá y mamá, ubicaron en Bogotá a una de las tías de su hija menor para que la recibiera en enero del 2024, cuando ellos hubieran logrado conseguirle el cupo universitario y solventar los traslados y todo lo adicional.

La adolescente se esmeró por tener buenas calificaciones en el primer semestre del año que está terminando y a través de internet empezó todas las averiguaciones sobre los posibles centros de estudio. Es su diario, que ahora es una reliquia para su mamá, día a día fue escribiendo los avances académicos y de búsqueda del lugar donde se profesionalizaría.

También escribió, en mayo pasado, que sentía un........

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