Se pueden dar muchos significados al Día de Inocentes. Desde el pasaje bíblico que narra el asesinato de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén de Judea, a manos de Herodes I, hasta la transformación cultural que se le ha dado al 28 de diciembre en diferentes lugares del mundo.

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Y por eso no sería correcto estando en Europa, desde donde escribo esta columna, pasar de largo el día de Santos Inocentes sin hablar de quienes hoy no tienen techo, abrigo, cama ni comida. Millones de refugiados, desplazados, inmigrantes en los 360 grados de este planeta que borró la palabra humanidad, aún en los días en los que tanto se habla de amor, paz y familia.

Con guerras distintas, pero la misma realidad de desarraigo y olvido, niños, niñas, mujeres, hombres, seres humanos de todas las tallas, razas, lenguas y credos deambulan por calles, selvas, inmensas ciudades ajenas a sus costumbres y fríos andenes que les sirven para conciliar algunas horas de sueño.

Palestinos, africanos, latinos, ucranianos, afganos y otros tantos más de otras nacionalidades recorren medio mundo buscando dónde vivir.

Así vive Ómar, entre la generosidad de algunos, los desperdicios de comida y la baja temperatura que recorre la Gran Vía, en el corazón de Madrid. Todo lo que es él, a sus 27 años, contrasta con la turba de turistas que van llenos de paquetes.

Ómar logró salir de Siria en el 2015, junto a su madre y dos de sus hermanos. Su padre y el resto de la familia quedaron entre los escombros de Alepo. La travesía, que ocho años después no termina, los llevó a hacer un tramo por tierra, hasta Turquía, estar un tiempo más en un campamento de refugiados y luego aventurarse en una embarcación por el Mediterráneo. Su madre murió en el trayecto de cuatro meses. Sus hermanos están en Italia y él duerme en las calles de España. Así, tal cual.

Este hombre, que parece ya no tener futuro, que araña solo algunas palabras en español y no piensa regresar a Siria nunca, es uno de los 108,4 millones de personas desplazadas que Acnur tiene registradas a nivel global.

Como él, palestinos, africanos, latinos, ucranianos, afganos y otros tantos más de otras nacionalidades recorren medio mundo buscando dónde vivir.

Ómar me traslada a las imágenes que mi amiga y colega española Judith Torrea capta todos los días en Ciudad Juárez. Ella transmite desde el estado de Chihuahua los dramas de venezolanos, colombianos y otros latinos, montados en el techo de la locomotora de Ferromex, mejor conocida como ‘la bestia’. Casi todos quedan abandonados en el desierto a su suerte.

Y unos miles de kilómetros, al sur de ese punto, centenares de familias se aventuran por la agreste trocha selvática del Darién, entre Colombia y Panamá.

Es ya una década de desplazamientos sin control y de migrantes enredados entre sus dramas y la manigua, desde ese primer informe que el periódico EL TIEMPO publicó, denunciando que se estaba abriendo otro camino de tráfico de personas y migrantes de múltiples nacionalidades.

Acnur señala que, por lo menos, 36 millones de las personas que han dejado sus hogares a la fuerza tienen estatus de refugiados y de estos, el 41 por ciento son menores de 18 años. Y viene lo más complejo de la situación: el 76 por ciento de esos refugiados llegan a países de renta baja y media, es decir que no cuentan con las condiciones óptimas para la acogida.

Esa cifra son las personas que aún respiran, las que están vivas. Pero, pocos recuerdan a las que quedaron en el camino como la mamá de Ómar. Otro gran periodista, Javier Gallego Garrido, conocido en Iberoamérica por el popular programa que dirige y presenta, Carne Cruda, plasmó en un libro gráfico, con una poesía que rasga las entrañas, cómo el Mediterráneo es el cementerio más grande del mundo. Cuántos desplazados han quedado allí. Ahogados.

Y un puñado más de Ucrania, otro de Afganistán, los que siguen saliendo de Nicaragua (que ya ajustan 1,5 millones), y otra vez los palestinos. Hoy 28 de diciembre, el día de los inocentes desarraigados. Porque como lo dice el artista español Pablo López, “Olvidaron que el hombre no es más que un hombre, que tus manos son mi bandera y que tengo de frontera una canción”.

JINETH BEDOYA LIMA

(Lea todas las columnas de Jineth Bedoya Lima en EL TIEMPO, aquí)

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Los inocentes desarraigados

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28.12.2023

Se pueden dar muchos significados al Día de Inocentes. Desde el pasaje bíblico que narra el asesinato de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén de Judea, a manos de Herodes I, hasta la transformación cultural que se le ha dado al 28 de diciembre en diferentes lugares del mundo.

(También le puede interesar: Saldo en rojo para mujeres y niñas)

Y por eso no sería correcto estando en Europa, desde donde escribo esta columna, pasar de largo el día de Santos Inocentes sin hablar de quienes hoy no tienen techo, abrigo, cama ni comida. Millones de refugiados, desplazados, inmigrantes en los 360 grados de este planeta que borró la palabra humanidad, aún en los días en los que tanto se habla de amor, paz y familia.

Con guerras distintas, pero la misma realidad de desarraigo y olvido, niños, niñas, mujeres, hombres, seres humanos de todas las tallas, razas, lenguas y credos deambulan por calles, selvas, inmensas ciudades ajenas a sus costumbres y fríos andenes que les sirven para conciliar algunas horas de sueño.

Palestinos, africanos, latinos, ucranianos,........

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