La tarea de las mujeres que comunican se ha vuelto, afortunadamente, relevante en los contextos actuales.

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Pasaron siglos para reconocer que su papel y trabajo son indispensables para un mensaje asertivo y una reivindicación de derechos de millones de personas. Se ha comprobado que sin su pluma, su ojo avizor, su rigor y su empatía, sería imposible entrañar temas que apenas merecen un registro en grandes medios de comunicación o tan solo son mencionados en redes sociales y medios independientes y alternativos.

Enlazar sus vivencias y su visión frente a temas puntuales ha permitido que ese lugar relegado de mujeres, comunidad LGTBIQ+, minorías y otras poblaciones haya cobrado importancia en la última década. Su papel se ha salido del molde neto del medio de comunicación y ha demostrado, pese a seguir teniendo voces en contra, que, en muchos casos, el activismo y el periodismo no solo son compatibles, sino necesarios.
Lo demuestran los dos premios Nobel de Paz recibidos en la última década por las periodistas Tawakkol Karman (Yemen), María Ressa (Filipinas) y Narges Mohammadi (Irán).

Qué sería de las mañanas de las indígenas nasas, en sus matutinos trabajos de montaña, sin la voz de las periodistas de su comunidad.

Pero también el trabajo de Dione Patiño, una de las creadoras de la emisora comunitaria La Esquina Radio, de Medellín, o Simpolle Gutta, la congolesa que ha enfrentado todas las adversidades para hacer circular su pequeño periódico en los lugares más remotos del país africano. Un mérito extraordinario.

Qué sería de las mañanas de las indígenas nasas, en sus matutinos trabajos de montaña, sin la voz de las periodistas de su comunidad, que les recuerdan lo valiosas que son para la madre Tierra y la economía de sus colectivos. Así mismo, las nuevas formas de comunicar o crear formatos innovadores han permitido tejer redes de información lideradas por jóvenes mujeres que abren caminos de denuncia, apoyo y visibilización de lo que era imposible hablar.

El formato de Volcánicas, más allá de parecer extremadamente irreverente para algunos es, sin lugar a dudas, una ventana a la reivindicación, de la mano de Ita María, Catalina Ruiz-Navarro y otras periodistas.

Todas ellas nos hacen llamados urgentes, desde el periodismo, a no naturalizar las violencias que han afrontado las mujeres y que afrontan ellas mismas como comunicadoras, desde el mundo digital, simplemente por informar.

Su trabajo y su existencia nos deben recordar que se tiene que revisar la brecha de género en los medios de comunicación a la hora de reconocer el trabajo de las mujeres y cómo se paga ese trabajo. Inequidad absoluta, sin lugar a dudas.

Mañana, 9 de febrero, Día Nacional del Periodista en Colombia, también debemos recordar a las mujeres que fueron silenciadas. Periodistas que entregaron su vida a cambio de no claudicar en sus investigaciones, de seguir informando sobre lo que ellas creían era necesario informar, valientemente, sin cortapisas, o pese a los reparos de ciertos poderes económicos y grupos criminales.

Es increíble, pero hoy, cuando esas libertades que se han conquistado deberían dar paso precisamente a la posibilidad de expresarse sin el peso de la persecución, paradójicamente, el acoso ha llevado a un sinnúmero de personas –no solo mujeres– a aplicar la autocensura derivada del ataque, de todos los lados, que va cerrando sus filas en torno a quien plasma sus opiniones.

Es también imperativo insistir en la urgente necesidad de conectar a las mujeres y a las niñas con el mundo, porque mientras un segmento es atacado digitalmente, otro segmento ni siquiera tiene la posibilidad de acceder a un espacio digital para comunicarse o informarse.

En la era digital, aún hay centenares de lugares del planeta sin señal de internet.
Siguen siendo muchos los obstáculos que las mujeres periodistas, las mujeres que comunican, deben sortear para abrirse paso globalmente y preservar lo que documentan.

Pero es también claro que, pese a estas dificultades, son mujeres las que siguen cambiando la vida de miles de comunidades en muchos rincones del planeta. A millones de seres humanos. A ellas, a las periodistas, ¡gracias!

JINETH BEDOYA LIMA

(Lea todas las columnas de Jineth Bedoya Lima en EL TIEMPO, aquí)

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Gracias a las mujeres que comunican

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08.02.2024

La tarea de las mujeres que comunican se ha vuelto, afortunadamente, relevante en los contextos actuales.

(También le puede interesar: Cartagena nos necesita)

Pasaron siglos para reconocer que su papel y trabajo son indispensables para un mensaje asertivo y una reivindicación de derechos de millones de personas. Se ha comprobado que sin su pluma, su ojo avizor, su rigor y su empatía, sería imposible entrañar temas que apenas merecen un registro en grandes medios de comunicación o tan solo son mencionados en redes sociales y medios independientes y alternativos.

Enlazar sus vivencias y su visión frente a temas puntuales ha permitido que ese lugar relegado de mujeres, comunidad LGTBIQ , minorías y otras poblaciones haya cobrado importancia en la última década. Su papel se ha salido del molde neto del medio de comunicación y ha demostrado, pese a seguir teniendo voces en contra, que, en muchos casos, el activismo y el periodismo no solo son compatibles, sino necesarios.
Lo demuestran los dos premios Nobel de Paz recibidos en la última década por las periodistas........

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