Hay quienes juzgan sin razón a las redes sociales como las culpables de la polarización, el acoso, la desinformación y cuanto mal aparece en la sociedad digital de la actualidad. Sin embargo, hay pruebas de sobra acerca de los verdaderos victimarios de estos tiempos, es decir, los miles de usuarios que en apenas minutos pueden crear perfiles en redes sociales para irrespetar a quien gusten.

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Lo anterior podría considerarse una mera opinión basada en la propia experiencia y el deambular durante años en redes sociales, pero un nuevo estudio publicado en Nature, una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo, dio en el quid de este problema hace poco: no es el medio, sino quién lo usa y cómo lo usa. Una conclusión quizás obvia, pero argumentada. Los investigadores analizaron más de 500 millones de comentarios, mensajes y conversaciones en ocho plataformas de redes sociales en un periodo de 34 años para concluir que los tóxicos somos nosotros cuando interactuamos o compartimos mensajes en plataformas digitales.

No son las redes las que nos volvieron así, como muchos sostienen, esa es la respuesta facilista. Al contrario, parece más bien que nos gustan la toxicidad, los comentarios groseros, irrespetuosos o irrazonables. “En particular, aunque las conversaciones largas exhiben consistentemente una mayor toxicidad, el lenguaje tóxico no siempre desalienta a las personas a participar en una conversación”, asegura el susodicho estudio, titulado ‘Patrones de interacción persistentes en las plataformas de redes sociales a lo largo del tiempo’.

Así como encontramos muchísimas relaciones tóxicas e incomprensibles, parejas que siguen juntas a pesar de que no exista nada realmente que las una, hay millones de usuarios en X (Twitter) ‘enamorados’ de la hostilidad, prestando toda su atención a lo que allí se dice.

La toxicidad es el resultado natural de las discusiones en línea, independientemente de la plataforma, concluyeron también los investigadores, que tomaron para su análisis X (cómo no), Facebook, Gab, Reddit, Telegram, YouTube, Usenet (foro creado en 1979) y Voat (un agregador de noticias estadounidense).

La tecnología, entonces, por sí misma no tiene la culpa de nuestros pesares, aunque para el caso que nos atañe sí que le corresponde una responsabilidad a quienes la manejan, al hacer que los algoritmos de las redes sociales destaquen y den más visibilidad a las publicaciones que generan más reacciones, sin importar su veracidad o cuánto odio destilen.

Lo triste de esta historia es que los cambios que se exigen a las plataformas no acabarán con el pésimo comportamiento humano en la configuración del discurso en línea. Somos tóxicos por naturaleza, tal vez sea una forma de desahogo, y la culpa no la tienen las redes sociales. Que allí todo sea exponencial es tema para otra columna.

Termino este texto con un mal presagio: la moderación o validación de todos los comentarios de los usuarios digitales en tiempo real es casi una quimera, además de inconveniente porque acerca a la censura. Se aplaudirán todos los esfuerzos que hagan las plataformas para que el debate sea más sano, constructivo y respetuoso, pero pedirle a la gente que cambie su comportamiento también es una utopía. Si el mundo va mal, las redes sociales son su fiel reflejo.

En X: @javieraborda

QOSHE - ¿Por qué somos tan tóxicos en redes sociales? - Javier Borda Diaz
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¿Por qué somos tan tóxicos en redes sociales?

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03.04.2024
Hay quienes juzgan sin razón a las redes sociales como las culpables de la polarización, el acoso, la desinformación y cuanto mal aparece en la sociedad digital de la actualidad. Sin embargo, hay pruebas de sobra acerca de los verdaderos victimarios de estos tiempos, es decir, los miles de usuarios que en apenas minutos pueden crear perfiles en redes sociales para irrespetar a quien gusten.

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Lo anterior podría considerarse una mera opinión basada en la propia experiencia y el deambular durante años en redes sociales, pero un nuevo estudio publicado en Nature, una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo, dio en el quid de este problema hace poco: no es el medio, sino quién lo usa y cómo lo usa. Una conclusión quizás obvia, pero........

© El Tiempo


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