El hombre es un ser paradoxal. Es grande y es pequeño a la vez. Es ángel y es bestia; infortunadamente, con frecuencia es más bestia que ángel. La capacidad del hombre para entender y hacer el bien es infinita; pero a su vez, su bajeza desconcierta. La grandeza del hombre se expresa en su capacidad de amar, y esta capacidad es la que más adorna al hombre y lo muestra más humano. Sin embargo, ¡qué paradoja!, el hombre en múltiples ocasiones ha resultado ser la fiera más cruel de la jungla humana. El ser humano sin principios éticos se convierte en un monstruo para sus congéneres.

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En el fenómeno humano encontramos una serie de contradicciones. Por una parte, el hombre quiere hacer el bien y, sin embargo, hace el mal. El hombre es un ser mutante en sus decisiones, mutante en su comportamiento: “Mi amigo, mi confidente, aquel con quien compartía la copa es el primero en traicionarme”. Nuestra conducta ha sido malformada por una moral de esclavos; necesitamos el verdugo para cumplir la ley; somos indómitos para vivir una cultura ciudadana.

Amigo lector, si usted no quiere respetar las reglas de convivencia, váyase a la montaña, descubra una cueva y haga lo que le venga en gana. La ley, centrada en el bien común debe respetarse. Decían los latinos: dura lex, sed lex = ‘dura es la ley, pero es la ley’. En este desorden social en que vivimos cada uno busca atajos y cuando puede evadir la ley en favor de sus intereses mezquinos, pues la quebranta y no pasa nada. “Palo y zanahoria”, frase del profesor Antanas Mockus: ¿no será que coyunturalmente necesitamos más palo que zanahoria? Me pregunto, ¿será que necesitamos un Lee Kuan Yew o un Bukele para que respetemos al otro? Por favor, ¿por qué tenemos que llegar a medidas de hecho?

Durante décadas se creyó –y no sin razón– que la letra con sangre entra –método ya superado por fortuna–; sin embargo, dio algunos resultados. ¿Por qué el hombre tropical es tan indisciplinado y anárquico? ¿Habrá que aplicar el palo y el garrote para que aprenda finalmente a convivir? ¿No será más razonable una educación que empiece desde el proceso de gestación, nos lleve a formar un hombre civilizado, que pueda compartir las diferencias, respetándolas y haciendo un ambiente propicio para el desarrollo de la persona humana?

Nuestra conducta ha sido malformada por una moral de esclavos; necesitamos el verdugo para cumplir la ley; somos indómitos para vivir una cultura ciudadana.

Pasemos de una ética de argumentos y normas a una ética de valores y convicciones. Pasemos de los códigos al ejemplo de vida. Pasemos de los argumentos de razón a una experiencia de vida. Pasemos de la letra de la ley al espíritu de esta. Pasemos de una ética heterónoma, centrada en argumentos de autoridad, a una ética autónoma, centrada en argumentos de razón. Respetar el derecho ajeno es la paz.

Para poder convivir en la ciudad humana se requieren unas reglas de convivencia ciudadana. Los pueblos más civilizados de la tierra tienen un código ético centrado en el respeto a la persona humana. En el Japón no puede haber vuelos comerciales entre las 22:00 y las 05:00 horas ¿Por qué? Porque se debe respetar el sueño de los japoneses. ¡Qué ejemplo que nos da el país del Sol Naciente! Allí, los niños en la escuela hacen el aseo de baños y salones –eso no es explotación de la infancia como aquí se piensa–; es sencillamente formación ciudadana.

Nos hemos acostumbrado a una cultura anárquica: no se respetan las cebras, el espacio público es un desastre; el ciudadano que paga impuestos no puede transitar por calles, plazoletas y parques, –la cultura de los derechos mató la cultura de los deberes en la que mi generación fue formada–. ¿Cuándo tendremos una autoridad que defienda el bien común?

FROILÁN CASAS
* Obispo emérito de Neiva

(Lea todas las columnas de Froilán Casas en EL TIEMPO, aquí)

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Palo y zanahoria

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17.02.2024

El hombre es un ser paradoxal. Es grande y es pequeño a la vez. Es ángel y es bestia; infortunadamente, con frecuencia es más bestia que ángel. La capacidad del hombre para entender y hacer el bien es infinita; pero a su vez, su bajeza desconcierta. La grandeza del hombre se expresa en su capacidad de amar, y esta capacidad es la que más adorna al hombre y lo muestra más humano. Sin embargo, ¡qué paradoja!, el hombre en múltiples ocasiones ha resultado ser la fiera más cruel de la jungla humana. El ser humano sin principios éticos se convierte en un monstruo para sus congéneres.

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En el fenómeno humano encontramos una serie de contradicciones. Por una parte, el hombre quiere hacer el bien y, sin embargo, hace el mal. El hombre es un ser mutante en sus decisiones, mutante en su comportamiento: “Mi amigo, mi confidente, aquel con quien compartía la copa es el primero en traicionarme”. Nuestra conducta ha sido malformada........

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